Sengoku, aldea, 6:12 am
-No puedo creer que se haya hecho realidad- menciona la miko de cabellos oscuros y ojos marrón con infinita felicidad, su proyecto finalmente tomó forma.
Sango está feliz al ver a su amiga tan contenta, no sonreía así desde hacía mucho tiempo, desde la muerte de Inuyasha, el único hombre que amó alguna vez, sin él sus días soleados y su sonrisa se esfumaron. Había sido una autómata hasta hace poco. La ex exterminadora agradecía a kami el que su amiga se estuviera recuperando de la herida, sabía dejaría una cicatriz imborrable pero... la herida debía sanar y ya lo estaba logrando. Todo por la sugerencia involuntaria de Sesshomaru, ¡Quién lo diría! Todavía le causa gracia. Kagome le reclamó al demonio por la falta de interés en que Rin se educara, Sesshomaru, molesto, puesto que en la época que las mujeres se educaran no era tan importante, y, por el hecho ella se inmiscuyera en sus asuntos, sugirió que si tanto le interesaba ella le enseñara. No contaba con que Kagome aceptaría y más aún le pidiera hacer un lugar para enseñar que ella llamó escuela para los niños y yokais de la aldea. Le acosó por meses hasta hacerle ceder, nadie se lo creía. El daiyokai lord del oeste construiría un lugar para que los niños y adultos que así lo quisieran se educaran con su querida miko como sensei. Resultaba gracioso viéndolo en retrospectiva.
Kagome suspira ilusionada. El proyecto se finalizó ayer y mañana se iba a inaugurar, no cabía de la felicidad, debía ir al palacio del lord para agradecerle su apoyo y sobre todo, invitarle a la pequeña reunión que había planeado junto a Sango, algo pequeño y sencillo pero significativo. Todo eso le hizo pensar en su familia, cómo extrañaba a su familia, a sus amigas, a Inuyasha...
Sacudió la cabeza, ya era momento de atesorar el recuerdo de él como algo dulce, feliz, no doloroso por haberse ido de éste mundo, debía seguir adelante, por ella, por él.
-¿Puedes prestarme a Kirara para mi viaje?- pregunta Higurashi a su sonriente amiga.
-Claro, Kohaku está en casa y no saldrá hoy, podrás usarla- afirma.
-Gracias Sango- la abrazó -Perdona te deje sola con lo faltante pero debo hacer ésto en persona- va hasta el escritorio en la pequeña aula allí estaba el pergamino, la invitación para el hombre que hizo todo eso posible. La había escrito ella misma.
-Lo sé- Sango llevaba tiempo pensando en algo, era alocado, sin embargo, no podía apartar ése presentimiento de su cabeza, ellos se llevaban bien, aparte de Rin ha sido la única que ha hablado con el yokai sin perder la cabeza, quizás a Sesshomaru le agradaba su amiga, quizás accedió a sus deseos alocados por otra razón que no fuera el cansancio de su acoso, tal vez Kagome podría seguir adelante encontrando un nuevo amor, ya era momento Para Aprender a dejar ir.
-Bueno, iré por Kirara, vendré pronto, saluda a mis sobrinos de mi parte- se despidió y salió.
-Suerte amiga, enamoralo con esa sonrisa tuya que derrite el corazón de todos- murmuró -Entonces- voltea para ver el aula- A terminar los adornos antes que Miroku invente alguna excusa para escapar de sus pequeños montruos...- suelta una risada imaginando a sus hijos haciéndole la vida imposible al padre.
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.Castillo de Sesshomaru
Rin salta de un lado a otro, llevaba unos días en el castillo visitando al amo Sesshomaru, pero esa no era la razón de su entusiasmo, era el hecho que la señorita Kagome llegaría. ¿Cómo lo sabía?, fácil. Porque se lo había pedido a una estrella.
A sus trece años aún conservaba ésa inocencia característica. Ni Taisho ni Higurashi deseaban se esfumara jamás.
Jaken le reprende pero ella lo toma por las manos y da vueltas con él. Ella ríe, Jaken regaña y grita.
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Para aprender
FanfictionHistoria participante en los retos Sesshome 2018 ^-^ (Escuela)