Prefacio

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El licor puede volver ciega a la persona y arrastrarla a las entrañas de un monstruo con largas garras ponzoñosas, desbordantes de simple y repulsiva necesidad, de placer, en la mayoría de los casos.

Puede, también, incitar al más cohibido a conocer una multitud.

Y puede, con la misma facilidad, introducir capullos infernales en las vísceras de quien lo bebe, de los cuales, desgarradoras y vigorizadas, pronto, en la finalización de un proceso de metamorfosis, se permiten salir violentas mariposas, con alas tan cortopunzantes como una navaja y pequeñas patas tan pesadas como un elefante, que logran, entonces, sumergir en la profundidad de un mar de coloraciones cálidas y anaranjadas al individuo.

El individuo casi ahogado, con el terrible enamoramiento en el organismo, atrofiando los pulmones con inclemencia, no puede sobrevivir estando dividido a la mitad. Ahora es un cítrico, una naranja, cortado justo a la mitad, que obligatoriamente tiene el menester de hallar su otra parte para estar completo.

Y una vez completo, vuelve a ser humano y puede ahora beber con tranquilidad del cóctel de naranja.

Cóctel de media naranjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora