Capítulo 12

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Narra Joaquín:

—Estás re alzado— rio Luciano Vietto al otro lado del teléfono.

—No te hubiera contado nada— dije molesto por su risa burlona.

—Perdón, perdón. Estás super sencible, men—hizo silencio—para mí te vino.

—Que gracioso—dije irónico.

Volvió a reír.

—Te llamé para pedirte un consejo—recordé.—Pero si sabía que te ponías así ni marcaba un número.

—Mi consejo: ¡CHAPA!—Gritó haciendo que me asuste y aleje un poco el aparato de mi oreja.

—Pero no puedo ir y chaparla así... De una.

—¿Cómo que no?¿Sos boludo o virgen?—su reproche me hizo pensar un poco.

—Pero ella no es como las que conocemos siem...

—Te lo digo claro, CHAPALA, y vas a ver si es como pensas...—habló seguro. Tan seguro que me daba seguridad.

—Puede que tengas razón— dije.

—Obvio que la tengo, nene—rio—Haceme caso. Chapa a lo bruto, como bestia—exageró su voz y reí.

—Nos vemos, tengo que irme.

—Suerte.

—Gracias, menso.

Terminé la llamada y me miré en el espejo. Suspiré. Quizá Luciano tenía razón, la besaba y listo. Veía que pasaba, sin más rodeos.
Reuní todo el valor que pude y revisé la dirección en la tarjeta rosada con brillantes.

Me costó ubicar el lugar, pero en ese tiempo me armaba de valor y aumentaba mi autoestima. Visualicé globos de colores flotando y estacioné un poco alejado.

Vos podes, Joaquín, es pan comido.

Vos podes, Joaquín.

Vos podes.

Vos pod...

Macarena estaba en medio de varios pequeños que bailaban sin sentido y ella reía, disfrazada de hada. Diez mil veces mejor que la de los cuentos.

Y mi confianza se derrumbó como una pared de gelatina.

Narra Macarena:

Niños gritando por ahí, niños gritando por allá. Como en los cumpleaños de esos tipos. Globos de colores, música y toneladas de azúcar por doquier.

Eran las siete, el sol se perdía naranja en alguna parte de los edificios que rodeaban el jardín. Elena había alquilado un jardín y había organizado una fiesta merecedora de un premio, era detallista y muy atenta cuando de su hija se trataba. En cambio, yo no recordaba haber tenido una fiesta de cumpleaños organizada por mi madre, siempre me las hacía mi abuela -pero nada comparado con esto- y mi padre.

Los niños saltaban y reían. Yo me había puesto el disfraz que Juli me había pedido porque según ella era de vida o muerte(multimedia). Cuando los chicos me vieron salir se le iluminaron los ojos. Todos gritaron y empezaron a saltar a mi alrededor. Reí. De verdad creían que era un hada, y no me vendría mal serlo. Con mi varita tocaba las frentes de los pequeños diciendo palabras raras por supuestos encantos mágicos.

—Zapuff—dije cuando toqué la frente de una pequeña de rizos y ésta saltó frenética.

Llevaba una hora bajo el disfraz, ya me estaba cansando un poco de hacer reír a los niños. Había unas cuantas madres que me miraban de forma cariñosa y Elena, que no paraba de sonreír al ver el efecto que tenía en los niños.

Unreal | Joaquín CorreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora