17.El fin del pasado

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Visitaba un lugar un poco extraño, me sentía vacía, pero completa, ¿Cómo era posible algo así? No lo sé, solo sabía que vagaba por una corriente en dirección a lo que parecía ser un muelle.

Miraba hacia los costados y veía la nada misma, blancura absoluta.

Me encontraba en una pequeña canoa que era manejada por una persona que no podía distinguir su rostro. Me sentía en calma pero cuando llegamos al muelle sentí una desesperación atronadora y una tristeza que se arremolinaba desde mi interior impidiendo que pudiera abrir los ojos. Comencé a frotarlos continuamente y a retorcerme en mi asiento, tenía que salir de ese tormento en el que me encontraba. En un parpadear estaba sentada en un banco, que reconocía creo de antiguos sueños que había tenido, de esos que difícilmente podía olvidar y que quedarían en mi memoria por siempre. Mi confusión era tal que mi cabeza dolía. Miraba a lo que sería una pradera verde sin cielo, sin nada, solo la pradera y yo.

Miré mis manos y note que estaban arrugadas como si hubiera pasado demasiado tiempo en el agua, con las mismas manos me toqué mi rostro y estaba igual de arrugado. ¿Me hacía mayor? Que yo recuerde hasta hace no tanto tiempo era una joven.

Esforzándome a reconectar todo en mi cabeza hice que doliera aún más y puse un poco más de mí para poder ponerme de pie. Al instante el banco desapareció detrás de mí pero todo aquello parecía tan propio y conocido. Me sentía en mi lugar, caminaba por esa suave colina y respiraba un aroma muy particular. Me recordaba a mi infancia. El olor a pelo recién lavado y hierbas, raro pero hermoso.

Mi mamá tenía una cierta manía con hacernos bañar muy seguido, decía que los niños en una etapa de su infancia se negaban al jabón y al agua, nosotros éramos todo lo contrario. Manteníamos tan bien la higiene que a veces nos escapábamos para poder ensuciarnos y disfrutar de la vida.

Mi papá por otro lado le costaba horrores mantener la limpieza y el aseo personal, iba en contra de todo lo que creía pero al parecer era mayor el amor a mi mamá que revelarse en contra de todo lo estipulado por ella.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos que ni me percaté de que una persona me acompañaba. Salté hacia un costado cuando me di cuenta y el chico soltó una carcajada que hizo que temblara.

-¿De qué te ríes?- pregunté una vez me calmé ante el hecho. Me había puesto frente a él para que no siguiera caminando y poder dilucidar su cara un poco mejor. Lo único que veía era un chico morocho con piel blanca. Lo conocía pero mi cerebro se resistía a todo tipo de recuerdo. El desconocido parecía conocerme de pies a cabeza, tanto que me agarró del brazo como un buen confidente y me condujo a través del verde pasto hacía un árbol con una roca. Eso me hizo acordarme de un lugar que creía que solía visitar y nos sentamos los dos en esa piedra, él se dio vuelta así podía observarme más detenidamente.

-¿Por qué me río? Es una pregunta curiosa. Siempre me río de ti, eres particularmente el centro de atención aquí.- Me sonrió e hizo que yo me derrumbara, me sentía inútil, no tenía idea de donde salían estos sentimientos, pero eran puros.

-¿Dónde es aquí literalmente? Porque ando un poco perdida últimamente, creo...- miré hacia los costados y luego me acerqué a él cómo diciéndole una confidencia.- creo que estoy en trance o algo parecido.- me alejé para ver cómo reaccionaba. Su cara estaba impenetrable, como un muro de concreto.

-Yo tampoco sé exactamente donde estamos, es nuestro lugar especial, creo. Lo que tengo por seguro es que la vida es un boomerang, no cometas los errores que cometiste en el pasado señorita, me abandonaste- su cara pasó de ser la nada misma a una tristeza que sentía hasta pena ajena.- y me dejaste a la suerte ¿Para qué? ¿PARA QUÉ VERA?-

Todo lo demás fue un torbellino de furia y decisiones malas, pasaron por mi mente diez mil cosas, y diez mil sucesos negativos, algunos eran buenos pero minúsculos comparándolos.

Me di cuenta que el sueño se repetía una y otra vez con pequeñas diferencias, a veces sentía amor en vez de tristeza, otras veces felicidad, en algunas ocasiones aparecía mi padre. Pero era la misma secuencia de sucesos.

Cada vez me fui haciendo más experta en el sueño, descubría cosas nuevas y era consciente de que se repetía.

Diez mil años. Esa fue la cantidad que estuve dentro de ese sueño, tal vez un poco menos o quizás más, no lo tenía totalmente claro.

Una vez, a mitad de éste, todo cambió. Algo me impulsaba hacía algo negro, una mancha oscura, pesada. No podía resistirme, gritaba a esa persona que solía irme a buscar al banco pero se quedaba de piedra y no sabía cómo reaccionar. Pronto me encontré en la nada, era una oscuridad tal que solo podía hacer una cosa.

Despertar...

Diez mil añosWhere stories live. Discover now