Saint seiya no me pertenece.
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El placer de reír, de llorar, o el de simplemente amar, era algo que no había conocido por mucho tiempo. Cabo Sunion había sido su cárcel, y su momento más álgido de locura y odio se dio en aquella época.
Kanon se sobó la nuca, no tenía sentido recordar épocas escabrosas. Es cierto que había sido un pecador y sus acciones ambiciosas habían conllevado a una guerra que jamás debió librarse, pero era cosa del pasado. O al menos así lo tenía asumido en su presente. Aunque sus sueños decían otra cosa. El mar era un postal constante en su subconsciente, al igual que la imagen de los generales marinos, a quienes no había vuelto a ver, luego de que los dioses hubieran llegado a un acuerdo obligado de no agresión.
-Quedarte viendo a la nada no es típico de ti, Kanon.
Kanon levantó la cabeza al escuchar la voz de su gemelo. La soledad era algo que podía encontrarse con facilidad en el Santuario, en especial cuando te perdías en la inmensidad de ruinas que rodeaban a todo el recinto de Atena. Columnas dóricas, corintias y trozos de murales por doquier adornaban el suelo. Kanon se hallaba sentado sobre la base de una columna rota, siendo custodiado, únicamente por el inclemente sol que se encontraba en todo su cenit. Kanon chasqueó con la lengua, hacía calor, su ropa de entrenamiento no era la mejor opción para el verano griego, estaba de mal humor, y los constantes sueños revueltos lo tenían como un zombie.
-Tampoco es típico que tú me busques solo porqué sí.
Saga se sentó a un lado de Kanon, ignorando el ceño huraño de su hermano menor. Empujó un poco el cuerpo del menor de los gemelos para poder caber en el espacio reducido de la base de la columna. Los gemelos se quedaron en silencio por unos pocos segundos, solo contemplando el paisaje.
-Saga... -acabó por llamar Kanon.
El mayor de los gemelos sabía que algo había estado alterando el estado de ánimo de su hermano. Lo veía en cada una de sus acciones, en el rostro ojeroso, y en el implícito pedido de ayuda, con el que su nombre iba cargado.
-Llevas tiempo sin llamarme por mi nombre, y llevas tiempo sin ser tú mismo.
Kanon sabía que había mucho por decir, su mente viajaba por cada una de las borrosas imágenes, donde era él, y a la vez desconocía su propia identidad. Era una situación extraña, donde no podía dilucidar qué demonios pasaba por cabeza. Quizás eran sueños, una ilusión, o un simple vistazo a un pasado que no recordaba. Pero la desesperación, el desosiego, y por sobre todo el anhelo llegaron junto con los sueños difusos. Y eran esas sensaciones las que lo atormentaban. Casi como si su mente y sus deseos estuvieran fragmentándose.
-¿Alguna vez has sentido como... si tu mente se estuviera destrozando Saga?
El mayor de los gemelos alzó la mirada, ¡Oh, claro que lo sabía! Pasó más de trece años con aquel delirio en su mente. Quebrada, sin ser él mismo, pero sabía que no era la misma situación en la que se encontraba Kanon, algo diferente sucedía. El mal sueño de su gemelo quizás tenía que ver, lo escuchaba delirar por las noches nombres que no conocía y palabras que no eran suyas.
-¿Tiene que ver con los sueños que has tenido en los últimos días?
Kanon asintió, Saga siempre había sido perspicaz y analítico.
-Es casi como un caos Saga, no puedo entenderlo, y una maldita melodía se repite una y otra vez en mi cabeza. No puedo evitar sentir la frustración.
Kanon se recargó en el hombro de Saga, buscando consuelo y un alivio momentáneo. Quizás si cerraba los ojos a la luz de Sol, Morfeo se compadecería de él.
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Melodías para Cástor
FanfictionEl tiempo es cruel espectador de las desgracias humanas, vida tras vidas, viendo como los amores del pasado perecen en las más trágicas experiencias. Kanon sufre perturbadores sueños donde dos ojos rosas son los protagonistas, mientras que Sorrento...