Capítulo 22: La especialidad de Misha

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  -Mi hermano murió de camino al hospital.- Susurró Chris, cuando Elliot le había preguntado. La naturaleza del joven era ser amable con todos, prefería la charla a tener enemigos, aunque a veces metiese un poco la pata sin querer. Su boca hablaba muy deprisa y su mente lo alcanzaba después, cuando ya lo había soltado todo.- Mi madre me echó la culpa, y lo cierto....es que es verdad, tenía toda la razón. Por mi incapacidad de cuidar de él, lo perdí. Tuve que huir de donde vivían mis padres, no soportaba el ambiente que propagó la perdida.

-L-lo siento, no pretendía...-Se excusó Elliot, con nerviosismo. Trataba de que el hombre se integrase sin problemas, pero lo que estaba consiguiendo era incomodarlo.

-No te preocupes. Estoy seguro de que no soy el único que ha perdido amigos o familiares. ¿Verdad? -Los ojos de Chris centellearon, llenos de nostalgia y comprensión.-Conocí a un grupo de personas que también sobrevivía, al principio eran sólo unos desconocidos, pero poco a poco, se fueron forjando como una verdadera familia. A día de hoy, los sigo recordando con cariño.

-Sí, todos hemos perdido todo...pero ahora se nos ha brindado una nueva oportunidad, es decir, una manera de seguir vivos, pero empezando desde cero. Y ahora nosotros estamos contigo.- La bonita sonrisa de Elliot dejó un aura de ternura sobre los demás que estaban escuchando la conversación. Era la alegría de la huerta, por llamarlo de alguna manera.- Y estamos muy seguros, de que todavía hay humanos dentro de sus escondites, solo tenemos que buscar la manera de dar con ellos.

-Albert me dijo que la cosa iría a peor...-Dijo con algo de miedo.- Todo lo que recorrimos nosotros, estaba infectado. Cero rastro de humanidad y eso que yo iba pendiente de cualquier movimiento, por muy pequeño que fuese. Me emocioné un par de veces, pensando que había encontrado algo, pero sólo eran ratas. Tuve fe cuando me dijo que nos reuniríamos pronto con vosotros, siempre tuve mucha curiosidad por veros.- Giró un poco su cabeza, para poder examinar la expresión de todos.- Yo sabía que quería haceros daño, por lo que tuve que actuar rápidamente.

-Y menos...porque ahora estaríamos muertos o calcinados.- Añadió Andy.- Y no me gusta la idea de morir quemado, joder. Hay maneras mucho más rápidas y eficientes.

-¿Sabéis si se trata de algo local o mundial? -Se atrevió Chris, la verdad era que la pregunta surgió sola de su garganta y no estaba del todo seguro en querer saber la respuesta.- He descubierto que los animales también pueden sucumbir al virus, cosa que veo atroz.

-Sabemos lo mismo que tú.- Añadió Daniel.- El único que sabe algo, es Misha. -Lo señaló con el dedo. Misha iba a hombros de Daniel, casi sumido en la inconsciencia. Tenía los párpados entornados y sus ojos volteaban de vez en cuando, quedándose en blanco. De la comisura de sus labios, se escapaba un reguero escaso de saliva rosada, seguramente mezclada con sangre.- Y mira en la situación que se encuentra nuestro amigo...temo por su vida. Y porque sus conocimientos sobre el virus, cambien de barrio junto a él.

-Joder....que tragedia.- Se llevó la mano a la boca, sintiendo un poderoso nudo en la boca del estómago.- Albert decía que no había esperanza para nosotros, que tarde o temprano acabarían con nosotros y nos transformaríamos en muertos hambrientos. Creo que hubiese sido mejor que me hubiese dejado morir. Estas pintas que tengo ahora...no me gustan ni un pelo. ¿Qué soy? ¿En quién me ha convertido? ¿Soy monstruo o aliado?

-Eres amigo.- Sonrió Bruce, poniéndole la mano en el hombro.- Es cierto que tu aspecto da algo de repelús, pero nos acostumbraremos. No eres uno de ellos, así que deja de pensar de esa manera.

-Vaya...no sé que decir. Muchas gracias a todos.- Sonrió.

-Sin sentimentalismos.- Andy alzó su mano derecha, con un ademán de cortar el momento que se había creado.

-Además, nos has salvado...-Sonrió Mya, enternecida.- Sin conocernos si quiera. Pudiste haberte salvado a ti mismo, pudiste huir...pero aquí estás. Ahora nos toca a nosotros cuidar de ti, es todo gracias a tu valentía. Tu voluntad es fuerte, como la nuestra. Por eso encajarás muy bien aquí.- Sus palabras lo habrían hecho ruborizarse si aún tuviese sangre circulando por sus venas. Lo único que se apreciaba de su grisácea piel eran moratones y heridas, sobre todo las marcas recientes y las viejas cicatrices, que se mostraban blancas y brillantes.

-Sois especiales.- Se limitó a decir, con una gran sonrisa.

Mientras caminaban inmersos en varias conversaciones rápidas, Daniel buscaba la manera de hallar una solución. ¿Y si Misha moría? ¿Qué harían entonces ellos? No tenían demasiada información, por no decir que muy poca. Necesitaban a un científico, a rebosar de conocimientos que a ellos se les escapaba. ¿Alguna vez la suerte les sonreiría o seguiría de parte del bando contrario? Aún así, pensó que las cosas debían cambiar, que debían inclinarse hacia ellos. Encendió la linterna, no sabían que tipo de nuevos peligros los acecharía desde las sombras, al menos así, podrían verlo a tiempo.

-¿Y si llamamos la atención con esa luz? -Sugirió Andy, con los brazos cruzado. No le parecía demasiada buena idea ir delataban a todos los demás hacia donde se dirigían.

-Prefiero ver el peligro antes de tenerlo encima, Andy. Así por lo menos tendremos una oportunidad de defendernos. De la otra manera, podrían devorarnos sin verlos venir.

Andy se mordió el labio inferior, quedándose callado. Por poco que le gustase darle la razón a Daniel, estaba vez estaba en lo cierto y no tenía ninguna manera de desmontar su teoría, así que siguió avanzando. Daniel los hizo parar de repente, alumbrando con la linterna hacia una de las bifurcaciones de la carretera, enfangada. Había un inmenso túnel en una de las entradas, justo debajo de una gran montaña.

-Mirad, mirad ahí...-Señaló con la mano, para llamar la atención de todos los demás.

-¿Pretendes que nos metamos por ahí dentro? -Susurró Mya, atemorizada. Los túneles nunca le habían gustado, ni cuando estaba en el mundo de los vivos.- ¿Y si hay miles de criaturas ahí dentro, esperándonos? Yo no quiero...

-Entiendo tu temor, Mya.- Dijo Daniel, mirándola a los ojos.- Pero no podemos volver por el camino por el que veníamos y tampoco podemos adentrarnos en pleno bosque y menos de noche. El túnel no tiene pinta de ser muy extenso y es más probable que lo crucemos antes de que te des cuenta.

-Supongo que sí, pero por dios, Dan...-Insistió, agarrándolo de la manga, tirando un poco.- Hagámoslo rápido, por si acaso. Algo dentro de mi me da fuertes punzadas, avisándome de que esto no es una buena idea.

-Prometí cuidar de vosotros y es lo que haré, compañera.- Le acarició la mejilla con una de sus manos, notando su calor corporal, a pesar de las bajas temperaturas.- No os separéis de mi y tened las armas a punto en todo momento.

Cuando todo quedó claro, se inmiscuyeron dentro del agujero, sumidos en una total oscuridad. Lo único que se oía de momento, era el agua correr por debajo de las alcantarillas. Como había estado lloviendo mucho, apenas filtraban y se desbordaban con facilidad. Al menos pensaron que todos los zombies que se hubiesen quedado atrapados allí abajo, se las verían con torrenciales de agua tan fuertes como para poder ponerlos en serios problemas, arracándoles miembros o haciendo que chocasen contra las paredes subterráneas. No había señales de vida o de no vida, depende de como se mirase.

Avanzaban en silencio, muy juntos. Acompañados únicamente por el sonido de sus frías y aguadas pesadas y por su respiración acelerada. También, en algún punto de la oscuridad, una gotera resonaba por todos lados. Daniel había dicho que el túnel no parecía demasiado largo, pero a más de uno le parecía eterno e infinito y cada vez se extendía más y más. Innumerables esquinas, siluetas sinuosas y pequeñas cuestas se cernían sobre ellos. Cuando ya habían avanzado un largo tramo, el agua que pisaban se iba haciendo más pastosa y lodosa. Y sobre todo, apestosa, hedionda.

-Cuidado con el suelo...-Bruce alzó la voz, que se quedó haciendo eco unos breves segundos.- Podríamos encontrarnos alguna sorpresa desagradable.-Sus botas se habían llenado de una mugre tan pesada, que cada vez le costaba más andar.

-Que puto asco...-Murmuró Andy, aguantándose las arcadas que subían por su garganta.

Luna divisó varias cucarachas en el trayecto, bastante creciditas. Sintió repulsión y se prometió no gritar, pues no estaban en condiciones de desentonar. No sería ella la que llevase a su grupo hacia una muerte segura. Había tantas porquerías allí dentro, que se tapó la nariz, imaginando todo tipo de leyendas sobre caimanes que recorrían las alcantarillas, convirtiéndose en terribles monstruos asesinos, infectados con el virus. Pero eso parecía ser todo de momento. Todo fue bien hasta que se encontraron con un gran cruce, varios túneles se desperdigaban a raíz de él, en varias direcciones.

-¿Ahora hacia dónde vamos?- La voz de Blair retumbó.

-No lo sé.- Daniel se acariciaba la barba, pensativo.- Es que algo no me cuadra de todo esto. Es decir, para que me entendáis...desde fuera este túnel no parecía tan largo, los túneles normalmente desembocan en una sola salida.- Su voz se pausó.- No debemos separarnos, tenemos que continuar todos juntos.

-¿Y si eligiendo un camino, vemos que no tiene final o nos encontramos con algo peligroso? ¿Cómo retrocedemos? -Luna levantó la voz, algo más nerviosa. Pero se acalló al notar la mano de John recorriendo la suya. Dio un brinco al sentirla, pero se aferró a ella con apego.

-En el peor de los casos....-Se quedó en silencio. Fue entonces cuando escuchó a lo lejos un ruido tras ellos. También se oían chapoteos, alguien había entrado en el túnel. Todos se giraron mecánicamente, pero no tuvieron demasiado tiempo para reaccionar.- ¡Rápido!- Urgió Daniel.

Todos le siguieron en la misma dirección, no muy decididos. Pero ahora lo que realmente les preocupaba más, era el peligro que corrían en esa oscuridad subterránea con un nuevo individuo siguiéndoles los talones. Andaban a un paso más ligero, casi dando zancadas, pero no llegaron a echar a correr, aún no. Si corrían, tendrían que soportar la terrible consecuencia de armar más jaleo y llamar la atención. De momento, llevaban los ojos bien abiertos.

-Escuchad.- Bruce, que iba de los primeros, se quedó quieto, con la mirada fija en Daniel, que iba a su lado. Rebuscó en sus bolsillos y sacó un trozo de cuerda, que parecía muy resistente.- Leí que los mineros cuando iban de incursión en las cuevas, a veces llevaban una cuerda, por si uno de ellos se extraviaba. Así si uno de nosotros se pierde o tenemos que salir huyendo, podríamos asegurarnos de que nadie se queda atrás.

-Bien pensado, Bruce.- Sonrió Daniel, por la iniciativa de su compañero.- ¿Pero hay cuerda para todos? ¿Es larga?

-Creo que sí dará para todos. Aunque tendremos que ir muy juntos.- Añadió, estirándola, para comprobar sus medidas. Cuando todos estuvieron agarrados a una pequeña porción de cuerda, se sintieron más seguros. Aunque fuese una tontería, se sentían más cercanos entre ellos, más íntimos.

Los demás sonidos no tardaron en llegar, resultaban más cercanos y estimulantes. Eran quejidos, jadeos, gemidos y gruñidos. Ya sabían que único ser profería tales exclamaciones. Los espectros serían tontos y no se situarían bien, pero habían dado con la entrada del túnel y eso ya no les gustaba tanto. Y su olor inconfundible, ese olor tan pútrido que se instalaba en las fosas nasales y se negaba a salir. Daniel apuntaba con la linterna hacia atrás, preparado por si los veía avanzar, pero aún nada. O eran muy lentos, o demasiado listos para tenderles una trampa.

Los muertos los seguían por detrás a buen ritmo, incansables. Pero...Daniel afinó el oído, creyó escuchar el mismo repiqueteo justo delante de ellos. ¿Y si se estaban metiendo en todo el centro de una encerrona? ¿Aquello era una trampa mortal y ellos habían caído como ratas en una trampa con queso? Las dudas se le disiparon en seguida, cuando un gran número de ojos blancos se proyectaron desde la oscuridad. Avanzaban por los dos flancos, por delante y por detrás. Y ellos estaban estancados en el medio, sin manera de salir.

-¿Has oído lo mismo que yo? -Susurró Andy, adelantándose unos pasos. Tiró un poco de Mya, que estaba a su lado.

-Sí, joder. También hay un grupo de esos asquerosos justo delante de nuestras narices. ¿Qué hacemos?- Preguntó Bruce, con algo de nerviosismo. La luz de la linterna tintineó, apagándose por un par de segundos. Unos segundos en los que todos se habían quedado sin respiración. Quedarse sin luz allí abajo, podría significar el fin de todo, una muerte segura.

-¡No sé, pero hay que moverse, joder! Dejad de hablar ya y vámonos.- Insistió John, aún aferrando la pequeña mano de Luna entre las suyas.

No tuvieron más tiempo de discusiones, escucharon el resonar de los pasos justo encima de ellos y no tuvieron más remedio que comenzar a correr. Daniel iba primero, tirando de la cuerda, para no perder a sus compañeros, con la respiración entrecortada. Cada vez los tenían más cerca, podía notarlos. Los caminantes también se habían dado cuenta, porque habían empezado a chillar, haciendo rebotar sus embotadas voces por todas las paredes, provocando un eco indeseable. Andy sacó el arma, decidido a despejar un poco el camino, dispuesto a reventar tantas cabezas como le resultase posible, pero Mya agarró la punta del arma y con la palma de la mano, la bajó.

-No lo hagas, Andy. Sabes tan bien como yo que si te pones a disparar contra ellos, se nos echarán encima y todo lo que hemos conseguido, se irá al traste.- Su tono de voz fue susurrante, casi suplicante. Andy no podía decirle que no a algo así, obedeció y bajó el arma, continuando la carrera.

Ya no medían sus pasos, corrían a toda velocidad, todo lo que les permitía el terreno húmedo y enfangado. Volvieron a llegar al cruce, pero allí los esperaban numerosos caminantes con las fauces abiertas, esperando poder devorar algo más que animales muertos y cadáveres hinchados debido a pasar tanto tiempo en aquella humedad que calaba los huesos. Los zombies que había allí, parecían distintos, con las carnes más blandas, flácidas y aguadas. Apenas tenían pelo sobre sus deformes cráneos y todo tipo de tubérculos y ampollas envolvían esa piel, que parecía hecha de cerámica. Blair tuvo que soltar la cuerda y ponerse las dos manos en la cara, taponando su nariz y su boca. Era eso, o soltar lo poco que había comido. Sintió tal repulsión al ver a aquellas calvas y desfavorecidas criaturas acuáticas, que todo su cuerpo se arqueó con una poderosa arcada. No fue la única, Elliot casi se desmaya.

Bruce se acercó a ella, soltando también la cuerda, perdiendo al resto de compañeros en uno de los túneles del cruce. Daniel sintió como su corazón daba un vuelco al ver que ya no le seguían.

-¿Cómo te encuentras? -Preguntó Bruce, bajando la voz.

-B-bien...es sólo que no esperaba sentirme tan mal. Son criaturas horribles, joder. De las peores que hemos visto y eso que ya tenemos un historial impresionante. No te tenías que haber soltado tú, ahora hemos perdido el rastro.-Se frotó los ojos, húmedos por la fuerza a la que había estado sometida.

-Oye, que me he soltado para ayudarte. Un gracias me vendría mejor.- Tomó aire, para ver si ella decía algo más, pero como no lo hizo, Bruce continuó.- De nada.

-No es momento de ser irónico, joder.- Sorbió por la nariz, mirando al hombre de ojos azules con soslayo.- ¿Que dirección tomamos?

-Pues...-Se quedó mirando en todas direcciones, sintiendo como el agobio hacia presión en su garganta, haciéndole un nudo que cada vez lo asfixiaba más y más.

Todavía no habían elegido un camino, cuando la horda de muertos se les presentó casi de improvisto. Bruce se colocó delante de ella, con las piernas separadas, bloqueando la estrecha entrada con su voluptuoso cuerpo. Podría bloquear el paso a dos o tres como mucho, pero ambos sabían bien que aquello no funcionaría durante mucho rato.

-¡¡Bruce!! -Chilló ella, espantada.

-¡Ponte detrás de mi! -Pidió, su mirada había cambiado. Ya no era la mirada irónica de hace unos pocos segundos, era la mirada protectora y valiente que la habían cautivado la primera vez que lo vio en acción.

-Sí, claro.- No se colocó detrás de él, si no a su lado.- Si piensas que me voy a quedar mirando mientras tú eres el héroe que salva a la princesa, la llevas clara. No soy una princesa en apuros, soy una guerrera mucho más capaz de lo que piensas.- Sonrió, con la mirada convertida en brasas de fuego fatuo. Bruce le devolvió la sonrisa, cómplice.

-¡Maldita sea, putas bestias inmundas! -Alzó su arma contra los caminantes. Avanzaban sin miedo alguno. Habían estado tanto tiempo ahí agazapados en las penumbras, que ahora sería difícil pararlos, de eso estaban seguros.

Una figura deforme y redonda cayó del techo, profiriendo gritos del todo inhumanos. Bruce le disparó de cuatro a cinco veces, de manera instintiva. Lo hizo retroceder, pero no creyó haberlo matado del todo, en aquella pantanosa oscuridad dar en el blanco era más difícil de lo que parecía a simple vista. Se maldijo con furia, gruñendo y continuó disparando hasta que se quedó sin munición. Agarró el brazo de Blair, era el momento de huir por uno de los túneles. Eligieron el de la derecha, sin saber que tipo de obscenidades terroríficas los aguardarían esta vez.

No tardaron mucho en dar con una salida. El aliento cálido del sol los bañó cuando divisaron algo de luz al fondo. Consiguieron salir, saltando, corriendo y esquivando. No en ese orden, precisamente. Esperaron durante larguísimos minutos a sus compañeros, deseaban con todas sus fuerzas verlos salir. Pero no aparecieron. Blair no consiguió acallar su llanto al pensar que podría haber perdido a la persona más importante que le quedaba. Bruce tembló, negándose a pensar que se habían quedado atrapados. Eran demasiado listos como para morir en una encerrona así. Rezó por que Daniel los llevase al exterior de un momento a otro.

-No están...no están....-Blair se dejó caer en el suelo, tapándose la cara entre sus dos rodillas.

-Eh, vamos...no digas eso.- Bruce se arrodilló junto a ella, apoyando sus grandes manos en las pequeñas rodillas de la chica.- Todavía no sabemos que les ha pasado, quizá estén luchando o se hayan separado, justo como nos ha pasado a nosotros. Pero eso no quiere decir que los hayamos perdido. No seas tan negativa.

-No soy negativa, soy realista, Bruce.- Alzó un poco la mirada, entrelazando sus ojos castaños con los azules del hombre.- ¿Cuándo hemos tenido una noticia buena en todo lo que llevamos en este mundo de mierda? El ser humano está diseñado para sufrir, no hay más.- Se mordió el labio. Unos labios que Bruce quiso besar irremediablemente, pero contuvo su deseo. Aquel no era el momento ni el lugar.

-Daniel dice siempre que no está todo perdido. Y creo firmemente en su palabra. Mientras tengamos fuerzas para pelear, no nos van a abatir.- Sonrió, alzando la mirada al exterior, para comprobar donde estaban en aquellos momentos. No reconoció el sitio, aquella parte de la ciudad ya no le sonaba en absoluto. Pero todo estaba rodeado de majestuosas montañas, arraigadas al suelo desde tiempos memorables. No encontró casas por la zona, ni una mera señal de población. Lo prefirió, ya que mientras menos personas hubiese, menos muertos habrá. Un sepulcral silencio bañaba las sinuosas cordilleras bañadas de verde.

-¿Dónde estamos? -Preguntó la muchacha, admirando el panorama. Se tranquilizó al ver que no había nada de peligroso en el nuevo terreno. Sólo había una pequeña carretera de tierra que se perdía en las curvas de la naturaleza.

-Lo cierto...es que no tengo ni idea.- Se puso la palma de la mano en la frente, a modo de sombra.- ¿Te encuentras mejor, quieres agua?

-No, estoy bien.- Sonrió un poco, apoyándose en él para ponerse en pie. Pasar por una experiencia cercana a la muerte hacía que te replanteases muchas cosas en tu vida, así fue como ella se dio cuenta de que estaba más unida a Bruce de lo que esperaba. Él la había protegido de todo mal con su propia vida. ¿De qué época se había escapado el peculiar agente de ojos claros? Faltaban hombres como él en el mundo. Vaya que sí.- Vamos a esperar a nuestros compañeros...si dices que estarán bien, deberé creerte.

-Vaya...la chica mala ha decidido hacerle caso al apuesto y atractivo agente.- Bruce sacó la lengua, divertido.

-No te lo tengas muy subidito, que te todavía puedo azotarte hasta hacer que llores. Así que no me obligues. Perderías tu masculina reputación.

Ambos estallaron en carcajadas. No había nada mejor que reír con complicidad. Reír y notar la risa de la otra persona no sólo en sus labios, si no también en el brillo de sus ojos o en su alma. La risa era una de las armas más poderosas y podía unir maltrechos corazones. Rieron hasta hartarse, se rieron de la situación, de los problemas, de los zombies y sobre todo, el uno del otro. Bruce no paraba de chincharla, de hacerla rabiar a posta o darle una de cal y otra de arena. Se fijó en la peculiar sonrisa de Bruce, hasta ahora, no se había cruzado con nadie que sonriese de aquella manera, ladeada y sensual. Misteriosa y divertida a su vez. Una mezcla de sentimientos y emociones que la hacía dudar de lo que verdaderamente pasaba por su cabeza.

-Eres de lo peor.- Dijo ella, aún riéndose. Se frotó los ojos, ahora no lloraba de dolor, lloraba por la ingeniosa palabrería que él estaba soltando por sus labios de oro.

-Es que los chicos malos no dicen que son malos.- Guiñó uno de sus expresivos ojos. Lo cual, dejó a Blair fuera de juego por un buen rato. Ella lo examinó con la mirada, sintiendo como una extraña calidez bañaba sus mejillas. ¿Se había ruborizado? Esperaba que no, le daría mucha vergüenza. Al verlo reír de nuevo, se quedó embobada, mordisqueándose el labio inferior, como apremio.

Esperaron y esperaron, allí sentados, contra la cálida tierra de las montañas. No sabían a ciencia cierta cuanto rato había pasado desde que salieron del túnel, pero por la posición del sol, sabían que ya debía de haber pasado por lo menos una hora y media. Después del ataque de risa, el ánimo había decaído un poco, dejando paso a la espesa angustia.

-Ya ha pasado mucho rato...-Murmuró ella, apoyó su cabeza en el hombro de Bruce, pudiendo notar su calor corporal y su respiración nerviosa. Estaba tan preocupado como ella, pero estaba empeñado en que todo saldría bien. Habiendo pasado tanto tiempo, aún lo pensaba. Empezó a admirarlo en ese sentido, su fuerza de voluntad y su inmensa fe en Daniel. No lo había puesto en duda ni una sola vez, no merecía ni la interrogativa.

-Creo que voy a asomarme dentro.- Se puso en pie, sacudiendo con rapidez sus pantalones, que se habían llenado con el polvo del camino.

-Sí, claro. Para que nos vea un bicho de esos y nos vuelvan a perseguir.

-¿Entonces qué sugieres? Me he cansado de esperar, podrían estar necesitando ahora más que nunca nuestra ayuda. Eh, sé que estás asustada...

-¡No, no es verdad! -Exclamó casi de inmediato.- Bueno...un poco.

-Es humano sentir miedo, morena.- Sonrió.- Yo también lo tengo y no pasa nada por ello. Pero si nos dejamos vencer por el miedo, es ahí cuando nos derrotan realmente. Sólo es asomarme, no va a pasar nada malo. Y si salen esos bichos, ya no estamos en la oscuridad, seguro que nos las podemos arreglar mucho mejor. ¿Confías en mi?

-S-sí...claro.- Susurró con timidez.

Bruce abrió la boca para decirle que entonces nada malo pasaría, que sólo echaría un leve vistazo y que volvería antes de que pudiese pestañear. Pero de la cueva salió alguien a quien conocían bien. Era Misha, andando con la cabeza gacha, arrastrando uno de sus pies. Un uno de los extremos, podía apreciarse el brillante huesos dislocado, lleno de gotas de sangre que iba dejando por el suelo que pisaba. Sus ojos eran blancos y su pelo estaba lleno de barro y algo grisáceo que no identificaron de momento. La bata ya no era blanca o de algún color similar, estaba totalmente marrón, como si se hubiese pasado toda la mañana chapoteando en un banco de lodo.

-¡¡Joder...!!- Exclamó Bruce sin pensar. Fue lo primero que se le vino a la mente. Pero después se sintió desfallecer cuando vio una sonrisa torcida en los labios morados del doctor. Esa no era su sonrisa humana, ya lo había visto con anterioridad, era la sonrisa enfermiza y espectral de esas malditas criaturas inmortales. Una sonrisa que inspiraba confianza y sobre todo, maldad.

-¿D-dónde están todos los demás...? -Sollozó Blair, cubriéndose el rostro con las manos, imaginándose el peor de los casos.- ¡Bruce, dónde están! -No fue una pregunta, era una orden, esperando ver a sus compañeros también transformados, pasando por el umbral, mostrándoles sus ahora cuerpos encharcados y llenos de pus y heridas lacerantes. Pero no aparecieron.



Lo que si les llamó poderosamente la atención, fue que Misha, o lo que quedaba de él, llevaba la linterna que llevaba Daniel, empapada de sangre.  

El último bocado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora