Capítulo 2: And he held my hand.

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—Debe de haber algo que te encante. —Ashton sonrió mientras la canción All i want de Kodaline comenzaba a sonar. Acaricié el fino pasto sobre el cual estaba acostada junto a él, medité precavidamente mi respuesta antes de contestar.

—Me gusta la lluvia; me encantan las tardes lluviosas donde me acurruco al lado de mi ventana mientras un buen disco resuena en mi habitación. 

—Qué profundo. —reí un poco y me encogí de hombros. Quería decir la menor cantidad de palabras posibles para no dañar la maravillosa canción que llenaba mis oídos. Bendito Ashton por haberme enseñado esta canción. Me giré mi cabeza un poco hacia la izquierda para poder ver la cara de Ashton, él también me miraba a mí. Sus ojos mieles se negaban a apartarse de los míos, sus pupilas estaban dilatadas, sus mejillas ligeramente rosadas...su mano encontró el camino hacia la mía y entrelacé nuestros dedos.

Estúpida. Estúpida. Estúpida.

"Lo único que le puedo dar es una patada en los testículos y me estoy arriesgando" reí al recordar mis palabras por la mañana y Ashton apretó un poco más mi mano. 

—¿Qué pasa?

—Nada. —respondí y la campana timbró, indicando el final del descanzo, solté nuestro agarre y me paré rápidamente de la húmeda hierba. Le tendí una mano a Ashton y él la tomó, apoyándose en ella para poder levantarse. —Creo que tenemos que irnos. —sonreí una última vez y comencé a caminar al lado de Ashton por los confusos pasillos de la escuela, una hora más y sería libre...no, nunca sería del todo libre, solo descanzaría un poco de los fastidiosos compañeros y maestros. Nunca sería genuinamente libre.

—Ven a mi casa. —soltó de golpe. Me paré en seco y fruncí el ceño.

—No, Ashton, no tendré sexo contigo. —bromeé y le enseñé mi lengua como una niña de cinco años.

—¡Claro que no! Nunca insinuaría que fueras de esas...

—¿Quiénes son esas?

—Ya sabes, las chicas que están tan desesperadas por tener a alguien a su lado que están dispuestas a acostarse con él a la primera cita.

—Pues no, no soy de esas. De hecho, no creo que yo pueda entrar en un prototipo. No sé cómo soy, no sé quién soy, no sé a dónde voy, sólo sé que soy una granada y en cualquier momento voy a explotar y cuando eso ocurra quiero que haya el menor número de víctimas posible. —cité una de mis frases favoritas, Bajo la misma estrella. Un estupendo libro, qué lástima que se haya vuelto una moda. 

—Lo sé. Yo tampoco sé cómo eres, no sé quién eres, no sé a dónde vas y tampoco sé de dónde sacaste esa frase pero sí sé que quiero conocerte y que tú me conozcas, Teffy. —sonreí a medias y pensé en las consecuencias de ir a su casa: no había consecuencias. 

Por ahora.

—De acuerdo. —sus ojos tomaron un pequeño brillo. 

—Después de las clases, te espero en el lugar dónde estuvimos en el receso. Nos iremos enseguida. —estaba a punto hecharme para atrás y posponer la fecha de visita a su casa, pero él me dedicó una última sonrisa y salió corriendo dejándome atrás con la palabra en la boca. Negué con la cabeza y me fui directo al último salón que pisaría por hoy. 

Entré al salón deslizándome suavemente entre la puerta, sin hacer ruido, sin que nadie me notara. Seleccione un asiento y fui hasta él. Dejé mi mochila junto a éste y me hundí en mi asiento, fucionándome con él. 

La clase comenzó, las personas se presentaban y la maestra sonreía. No me había visto aún, con el paso del tiempo aprendí cómo ser lo más cercano a invisible, a no dejar huella por dónde pasaba, a no hacerme notar entre la multitud. El encanto se rompió cuando la maestra notó mi prescencia en el salón.

—Tú, pasa al frente a presentarte, corazón.

La mayoría de los presentes parecían sorprendidos al darse cuenta de que ninguno me había notado. Hice lo que se me pidió. 

—Hola, soy Teffy y soy una chica... —la mayoría de mis compañeros de clase rieron. —Soy nueva en la escuela al igual que ustedes, pero también soy nueva en la ciudad. Tengo 17.

Di por terminada mi breve presentación y me dirigí a mi lugar de nuevo, todos aplaudieron, algunos genuinamente y otros por obligación. No había estado tan mal.

No hicimos nada en la clase más que presentarnos y vernos las caras. No sentí cuando fue que el salón quedó vacío. Tomé mis cosas y salí tranquilamente de allí, fui directo al lugar dónde había estado con Ashton y él ya estaba allí, mirando a todas las direcciones esperándo encontrarme. Me acerqué y me vio, se le iluminó el rostro.

—Viniste.

—¿Creíste que no lo haría? —aqueé una ceja divertida.

—No, es sólo que estás un poco fuera de tiempo y pensé que lo habías reconciderado y...sí, pensé que no vendrías. —admitió al final y se rió de si mismo. —Bueno, vámonos. —me tendió un casco mientras se ponía el suyo, ambos eran negros sin estampados, me agradaron. Sin vacilar ni siquiera un segundo, me pusé el mío y sonreí apesar de que Ashton no pudiera ver mi sonrisa. Sin decir una palabra comenzó a caminar, yo lo seguía como un cachorro a su madre, después de unos cuantos metros recorridos se detuvo ante una moto negra, la montó con la facilidad con la que se respira y yo intenté hacer lo mismo, claro que a mí me costó algo de trabajo pues nunca había subido a una moto antes, pero al final lo logré. Imité las películas y los libros: rodeé su cintura con mis brazos por debajo de su chaqueta y recargué mi cabeza en su espalda. La moto aceleró y sentí que mi corazón se detenía. 

Fue la mejor sensación que he sentido en mi vida. Sentí que volaba, un cosquilleo me invadía cada vez que escuchaba el motor acelerándo, me sentía tan ligera... Me pareció que la duración total del viaje fue de un segundo. Liberé su cintura de las cadenas que eran mis brazos y bajé de la moto tambaleándome, quité el casco de mi cabeza y se lo entregué, pusó los dos cascos en su mano izquierda mientras que con la derecha abría la puerta de su casa. 

—Las damas primero. —rodeé los ojos y entré. Su casa era envidiable. —Y, ¿Qué piensas?

—Está bien. 

Él sonrió y me quitó la mochila del hombro, lo miré confundida hasta que dejó ambas mochilas junto a su sillón.

—Espera aquí. —asentí y me senté sbre un escalón, admirándo cada mínimo detalle de su casa. Ashton volvió con dos empaques de colores, me extendió uno, tomé el amarillo y estaba muy frío. 

—Gracias. —abrí el envoltorio y saqué la paleta de éste, era del mismo color que el envoltorio. Piña. 

—Bueno...¡Vamos a mi cuarto! —su sonrisa de esfumó cuando se dio cuenta de que eso había sonado muy pervertido. —A escuchar música o algo así... —aclaró rápidamente. Subí la escalera con el pisándome los talones entré a la habitación que me pareció sería la de Ashton, y al parecer di en el blanco; era una habitación muy linda. Las paredes estaban forradas con pósters de bandas como All Time Low, Nirvana, Blink 182, etc. Y había una dónde sólo había letras de canciones. Su cama era grande y tenía una gran pantalla. Junto a esta había un gran mueble con muchísimos discos, sin dudarlo, fui directo a verlos. Tenía un excelente gusto en grupos, debo decir.

Estaba en el mismo paraíso.

—Parece que te ha gustado mi habitación. —salté del susto al ver a Ashton recargado contra el marco de la puerta mirándome urgar entre sus pertenecias. 

—Lo siento...es que son muchos discos.

—Está bien, por algo te invité ¿no? —sonreí.

—Ashton...

—Dime.

—Pon la canción de Kodaline.

Él sonrió y sacó su celular, me recosté en su cama y cerré los ojos.

—Sus deseos son órdenes, señorita.

Fallen //Luke HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora