FELICIDAD

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Agria vida, dulce felicidad.

Vivo una vida llena de problemas económicos, no vivo en la calle, pero siempre quiero más, amo mi trabajo a pesar que consume todo mi tiempo, no tengo vida personal, tengo una hija que abandoné porque no tengo tiempo para esas cosas, mis padres murieron y no sé nada de mis hermanos desde que salí de mi hogar y eso fue muchos años atrás. Mi vida parece un desastre, llena de tristeza y depresión, pero soy feliz y mi felicidad se resume en algo muy simple, en un momento, un recuerdo, insignificantes segundos que marcaron mi vida. Dicen que lo más difícil es encontrar la verdadera felicidad, discrepo con todos aquellos que piensan lo mismo y ésta es la razón, lean con atención.

Joven inexperto en un mundo de veteranos sin corazón, ese era yo, vivía una monótona vida llena de libros, profesores aburridos y amigos estúpidos. Me enamoré de una compañera muy hermosa, no compartiré detalles porque tengo celos de que alguien la imagine. Ella era todo eso que me faltaba a mí, completaba mi ser y yo el suyo, todo era perfecto, el sexo era placentero, nuestro amor se perdía en la pasión, vivimos inimaginables situaciones de deseo y pasión que probablemente iban en contra de la ley. Cuanto más pasaba el tiempo más la sentía cerca de mi corazón, no estoy seguro si lo que sentía era amor si no lo fue, no sé qué otra cosa pudo ser.

Una tarde de torrencial lluvia y de feroces vientos nos encontrábamos caminando, le ofrecí ir e taxi pero no aceptó, me pidió que caminara y me mojara junto con ella, estúpidamente enamorado acepté, llevábamos conversando y caminando unos veinte minutos, la lluvia corría por nuestros rostros, fue cuando giré la mirada hacia ella vi sus ojos y mi corazón se detuvo, simplemente dejé de pensar un impulso hizo que la besara y mi corazón volvió a latir; "me acabas de dar el beso de mi vida" dijo ella con lágrimas en los ojos, o tal vez solo era la lluvia, nos unimos en un abrazo tan cálido que las frías gotas de lluvia parecían evaporarse al tocar nuestros cuerpos.

Un año después todo se arruinó, por celos y orgullo nuestra relación terminó. No soy un hombre que promete mucho, en todo el tiempo que estuvimos solo prometí dos cosas, que siempre la amaría y que sería capaz de asesinar por ella. No creyó en ninguna de mis promesas, supongo que no fue su culpa le habían hecho tantas falsas promesas que ya no sabía cuándo creerlas.

Me hacía mucha falta en mi vida, la seguía amando y vivía con la esperanza de tenerla de regreso algún día. Me obsesioné, cuando tenía tiempo la seguía, la vigilaba a donde iba, ella no podía saberlo, yo soy muy bueno en perseguir a las personas, así es como me gano la vida.

La noche era iluminada por una rojiza luna, eran las once de la noche probablemente y yo la estaba observando, caminaba tan delicada como siempre, pero algo no estaba bien, una persona la seguía, alguien que no era yo, las siguientes calles lo pude comprobar cuando ella entró a una tienda y la persona extraña se detuvo a esperar que saliera, yo estaba lejos de la vista de ambos, aun así, pude reconocer la mirada de aquel extraño, solo un cazador reconoce a otro cazador. Las siguientes calles, por donde ella caminaba, eran oscuras y poco transitadas, había un pequeño y oscuro callejón inhabitado, sabía que iba a suceder y tuve miedo, me quedé parado y vi como aquel extraño la seguía y se perdían en la oscuridad.

Me acerqué lentamente, podía escuchar sus quejidos que eran silenciados por la mano de aquel extraño quien, susurrando, trataba de convencerla con cuchillo en mano que deje de luchar y se deje llevar. La oscuridad mantuvo oculta mi presencia, pero yo podía ver, veía perfectamente lo que sucedía, pude ver la mano izquierda de aquel extraño tocando todas las partes que yo había marcado y su mano derecha sostenía un cuchillo tipo militar apuntando al cuello. El cuchillo y las palabras fueron tan persuasivas que ella, llorando, dejó de luchar, fue cuando el extraño creyendo no necesitar el cuchillo lo guardo entre su cinturón y el pantalón en la parte baja de su espalda, ahora sus dos manos estaban libres y tocaban todo a su disposición, las lágrimas de ella corrían e invadían sus mejillas, la miré a los ojos y ella me vio, tomé rápidamente el cuchillo, el extraño volteó y para cuando pudo ver mi rostro ya tenía el cuchillo entero clavado en el lado izquierdo de su cuello, la sangre salpicó directo a mí, yo no podía dejar de sonreír, esa noche cumplí mis dos únicas promesas, era feliz.

Ahora recuerdo aquel momento con una margarita en mano, contemplando el inmenso océano desde un yate, y ese recuerdo me mantiene sonriendo cada mañana y cada anochecer; no hay mayor felicidad que asesinar por la persona que amas.


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⏰ Última actualización: Jan 22, 2018 ⏰

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