Capítulo Catorce

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—Te ves como si él te hubiera dicho, que el apocalipsis será en quince minutos —musitó a mi lado Marlen.

—Él no lo dijo pero su ex novia me lo prometió con la mirada

—Sofía no debería preocuparte, ella es sólo una niña necesitada de atención

—Además... qué piensa hacer Antonio, la semana pasada se porta todo raro y ahora promete cosas extrañas —me quejé, paseándome unos segundos frente a Marlen que descansaba con la espalda apoyada en un árbol.

—Eso fue un poco lindo —murmuró Marlen—, ¿podrías sentarte?, me estás mareando —me senté frente a ella y esperé a que siguiera hablando—, deberías ponerte un poquis más optimista —aconsejó.

—¿Optimista? —ella asintió alegre.

—El muchacho no es un mal partido y si él está interesado en ti formalmente, la mayoría de los hombres que también están interesados en ti, se la pensarán dos veces antes de intentar algo contigo

—Sí, ya me siento más optimista —me burlé.

Antonio.-

El lunes por la tarde tuve que pasar unos pocos minutos con Manuel y su ahora casi-novia sólo para poner en marcha mi plan lo más pronto posible, y eso era el Martes.

Cuando llegué a la escuela por la mañana ella ya estaba en su lugar como de costumbre, un libro y su celular conectado a los audífonos descansaban en su regazo; a penas y levantó la vista cuando quedé frente a su lugar, dejé el vaso en su butaca y me fui a mi lugar.

El gesto no pasó desapercibido, Danna aún miraba el vaso de café cappuccino frente a ella como si estuviera a punto de hacer boom frente a su cara y Sofía, estaba como la había imaginado, no lucía para nada feliz, pero... ¿quién dijo que las cosas serían fáciles para ella?

El miércoles el vaso de café fue reemplazado por uno con malteada de fresa y canela molida, según Andrea, como a Danna le gustaba.

El jueves chocolate caliente y una rosa roja.

El viernes jugo de naranja y dos tulipanes blancos.

—Ella aún piensa que estoy de broma —me quejé con Daniel.

—¿Qué quieres que te diga?, no leo las mentes de las mujeres, no sé lo que quieren

—Él tiene razón, sólo ve cómo le va con Karly —inquirió Carlos.

—Oye —se quejó Daniel—, eso no fue amable

—Hola —saludó Pablo tomando asiento, los demás respondimos y nos quedamos como antes, siendo personas solitarias sin saber qué hacer.

—¿Por qué tienen esa cara de funeral?, deberían alegrarse, ya es viernes, hoy hay fiesta y mañana también

—¡Ay!, aquí estás pedazo de mandilón con patas —espetó Manuel refiriéndose a Pablo—, al fin te veo y sin dueña

—No es mi dueña —se defendió Pablo—, no en el aspecto en el que tú lo dices —agregó.

—¿Por eso has estado tan desaparecido? —cuestionó Daniel.

—No he desaparecido

—Sólo nos cambió... por una niña —explicó Manuel—, de tercero —acotó.

—No es el único que nos cambia —le recordé. Él rodó los ojos y suspiró asintiendo.

—Pero yo por lo menos estoy con ustedes entre clases, aquí Pablito, a penas y se acordaba de que tenía amigos —acusó Manuel fingiendo indignación nuevamente.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora