Capítulo Dieciocho

83 8 1
                                    

Danna.-

El día apestó, tal vez simplemente porque era lunes, quise convencerme. Y no por el hecho de que todo el día, durante las clases, había estado evitando mirar por encima de mi hombro y ver a Antonio.

—Para ti, Danna, casi lo olvido —espetó la maestra de "Ciencias de la Salud" dejando sobe mi butaca un papelito amarillo, que era de la dirección, tenía que ir en cuanto pudiera a arreglar unos asuntos de mis créditos extra.

—Gracias —dije antes de que se marchara, cayendo en cuenta de que, si se había aprendido mi nombre estaba así como jodida, por mil razones, no es lindo que los profesores se aprendan tu nombre.

—¿Lista? —preguntó Marlen.

—Tengo que ir primero a la dirección, ¿te alcanzo allá?

—De acuerdo —dijo antes de retirarse, tomé a prisa mis cosas y salí en dirección contraria a la mayoría de mis compañeros.

—¡Danna! —inquirió una profunda voz a mis espaldas, odiaba ya estar familiarizada con su voz. Seguí caminando sin tomarle importancia, pero aun así, él era todo un atleta y emparejó su paso con el mío—, Dan, quiero hablar contigo, ¿podemos?

—No, voy a la dirección —dije sorprendiéndome de lo monótona que sonaba.

—No te quitaré mucho tiempo

—No te creo, y estoy segura de que tienes clase o lo que sea que haces mientras los demás fingimos bailar entre nosotros sin sentirnos incómodos

—Tengo clase —afirmó—, entrenamiento con el equipo de la escuela —se explicó—, ese no es el punto —siguió—, por favor Dan, habla conmigo

—Ahora no

—¿Por qué? —tomó mi brazo haciendo que dejáramos de caminar.

—Porque siendo sincera, no creo que me interese lo que sea que tengas que decir —respondí, Antonio miró al techo como si buscara respuestas y luego me miró, era varios centímetros más alto que yo, con su mano levantó con delicadeza mi barbilla para que mirara sus ojos.

—Lo arruiné, a lo grande, no debería esperar que quisieras si quiera verme, pero lo hago Dan, y sé que un lo siento no va a hacer que confíes de nuevo en mí, pero... —su frente estaba contra la mía y su respiración tan cerca.

—Pero... —incité.

—Pero no serías tú si lo hicieras, puedo apostarlo

—No me conoces tanto —murmuré.

—Quiero hacerlo, juro que quiero conocerte mejor, el punto es que, si tengo que empezar de nuevo a demostrarte que me importas, que me gustas, lo haré, en eso si puedes confiar Danna

—Ve a tus clases Briseño, y deja tus promesas a un lado —pedí.

—No es una promesa —sonrió, acariciando mi mejilla con los nudillos de su mano izquierda, tal vez me temblaron un poco las piernas por el contacto—, es una advertencia

—¿Advertencia?

—Tienes que estar prevenida —dijo antes de darme un beso en la coronilla y marcharse. Idiota.

—¡Oye! —grité deteniendo su andar.

—¿Sí?

—Jamás escuché un, lo siento Danna —informé—, y no lo espero ahora, no sería sincero, así que considerando que tu pequeño avance la semana pasado fue cosa de nada —minimicé, haciendo que él enarcara una ceja casi ofendido—, te será aún más difícil —sentencié.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora