Romance fugaz

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Soy homosexual y no me arrepiento de ello, pero mi familia no cree lo mismo. Aunque vivo en paz con mis propios gustos, soy obligado a esconderlos por el bien de la imagen de los Jung.  Mis padres creen que soy el único gay del clan, pero están muy ciegos, mi primo Wonsik también lo es.
Mi nombre es Jung Taekwoon y tengo 20 años. Wonsik me gusta desde los 15, cuando descubrí lo que era amar de verdad. Las miradas, sonrisas traviesas y conversaciones nunca faltaron entre nosotros. Ambos nos percatamos de que nuestra atención no estaba dirigida hacia las chicas, pero solo Wonsik supo cómo ocultarlo bien. Mis tíos y padres decidieron que yo no era buena compañía para Sikkie y lo alejaron de mí. Cinco años han pasado y aún no hemos tenido más contacto que las llamadas y mensajes secretos que fueron siendo cada vez menos frecuentes. Me deprimí un montón, pero tuve que ir superando nuestra inevitable lejanía. No tenía idea de cuándo volveríamos a vernos.
Después de cinco tristes e interminables años, mi esperanza se avivó debido a una fiesta familiar que se haría en conmemoración a las exitosas ventas de la empresa. Todos fuimos invitados; él también asistiría.

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Una estatua de hielo, alfombras rojas, gigantescas lámparas de araña colgadas del techo y muchos otros adornos ostentosos embellecían el salón destinado para la actividad. Poco a poco empezaban a llegar los invitados, pero ni rastro de mi primo. Tomé un vaso de refresco para calmar mi sed y ansiedad. Estaba desesperado por verlo otra vez.
Casi me atraganto con la bebida cuando me percaté de que mis tíos estaban entrando y detrás de ellos se encontraba Wonsik. Había cambiado mucho. Su cuerpo se volvió más musculoso, aumentó su estatura y el rostro le adquirió madurez; sin dudas estaba muy apuesto. Nuestras miradas se cruzaron y mi corazón comenzó a palpitar descontroladamente.
Mis tíos, junto a Wonsik, se acercaron a saludarme.
—Woonie, cómo has crecido —dijo mi tía y me abrazó.
—SÍ, eres todo un hombre, Taek —apoyó mi tío.
— ¿No vas a saludar a tu primo, Wonsik?
—Por supuesto, mamá —contestó Sikkie y me rodeó con sus brazos.
Su boca se dirigió con disimulo hacia mi oído y me susurró: “Quiero verte a solas”. Todo mi cuerpo se tensó. Llevé mi mano hacia su espalda para palmearla en forma de asentimiento.
—Te extrañé —dijo en voz alta cuando nos separamos.
—Yo también —respondí apenado al ver las expresiones de descontento en los rostros de mis relativos.
—Bueno, nos iremos a disfrutar de la fiesta. Pueden seguir conversando. Compórtate, Taekwoon —dijo mi madre en tono de regaño.
Cuando por fin nos dejaron solos, pude notar la enorme sonrisa que embellecía el rostro de mi primo y, al instante, sonreí también. Él miró a ambos lados para comprobar la ausencia de miradas acosadoras y, juntando nuestras manos, avanzó sigilosamente hacia el segundo piso, arrastrándome consigo.
Nos adentramos en la primera habitación que se hallaba sin seguro y resultó ser una pequeña biblioteca. Cerré la puerta con pestillo y en seguida nos abrazamos.
—Wonsik, te extrañé muchísimo —dije sin soltarlo aún.
—Casi muero de tristeza estos cinco años —expresó él como respuesta.
Al apartar nuestros cuerpos, nos quedamos inmersos en la mirada del otro, como para apreciar toda la belleza ajena que nos habíamos perdido.
—Quiero besarte, Woonie.
—Solo hazlo.
Sin más preámbulo, nuestros labios se acercaron, comenzando una danza apasionada que era muestra de que el amor entre nosotros no había mermado. Sus masculinas manos me acariciaban y las mías, un poco más delicadas, alborotaban su linda cabellera rubia. Su lengua se adueñaba de cada pedazo de mi boca, me reclamaba como suyo.
—Wonsik —dije deteniendo el beso—, te amo.
—Yo también te amo, Taek.
—Sé que cuando esta celebración termine todo volverá a ser como antes. Soy conciente de que el aislamiento en que nos mantienen no ha terminado, pero solo por este momento seamos felices. Solo por ahora, yo soy tuyo y tú eres mío.
—Sí, justo ahora nos pertenecemos.

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