«Estoy retrasada de nuevo y Alex va a perder la cabeza sino le pongo al día de los requerimientos para mañana. Siempre me parece que hay demasiadas personas en la calle, todos abortos en sus pensamientos. Estos zapatos son algo incomodos para caminar de prisa y a penas esta comenzado el día, !y el aire acondicionado! como de costumbre no funciona la ventilación del vagon y con toda esta gente amontonada, es imposible viajar así a diario. Bueno en la siguiente me bajo, salgo de la estación hago dos cuadras y estoy,quizás no llegue tan tarde a la oficina. La gente sube las escaleras demasiado lento para mi gusto, llego tarde ya está, me doy por vencida»
«¿Qué demonios le pasa?» sigo en mi pensamiento, cuando alguien me tropieza y me hace derramar mi exprimido de naranja. !Oh néctar de los dioses de la mañana¡
—¿Qué demonios te pasa?— le grito histérica, le grito a él, al jugo derramado, al vagón sin aire, al tráfico, al reloj, a la rutina. Levanto la vista y ahí esta él, con una sincera sonrisa, sin prisas, con la mirada intensa como el sol de mediodía, y se me paraliza el tiempo, porque su belleza es totalmente inusual, no es de los que exhibes en una revista o un catálogo, es de los llevas a casa para cuidar. Y él únicamente me sonríe como burlándose de mis prisas con cierta ironía, así que decido seguir con mi camino y lo dejo ahí de pie sonriéndole a la vida, o eso es lo que creo yo.
Sigo mi camino aún más tarde al trabajo, sin mi delicioso exprimido de naranja, con los incomodos zapatos un poco salpicados de mi néctar, pensando en su sonrisa, creo conocerla de otra parte, sigo una calle, calle y media, ya casi estoy, pero alguien me toma del brazo y me doy la vuelta a punto de proferible un insulto hasta que veo nuevamente esa sonrisa despreocupada, solo que ahora se le nota nerviosa e insegura.
—No pude decirte que lo siento, permíteme comprarte otro jugo, estaba un poco distraído— me suelta apresuradamente, aun sonriéndome pero ya no me mira fijamente.
—Estoy retardada para el trabajo, pero está bien, no pasa nada—
—Será solo un momento ¿dónde trabajas?, te acompaño de vuelta—
Le señalo con el dedo la puerta del edificio que está a 20 pasos de nosotros —Trabajo aquí y de verdad es tarde, pero gracias de todas formas—
—Mmmm está bien, entiendo—Hace una pequeña pausa mientras sopesa sus pensamientos, o eso es lo que me parece a mí —Siento que te lo debo y no me gusta deber, ¿Qué te parece si a la hora del almuerzo paso por ti y te llevo por un exprimido de naranja gigante y algo para comer?— y me sonríe nuevamente, ahora con más confianza seguro de que le diré que sí.
—A las 13 estoy para almorzar—
—A las 13 menos 10 estoy aquí para buscarte. Ten un lindo día— ahora su sonrisa es de complicidad, me hace sentir a gusto, en confianza.
Ahora soy yo la que me quedo de pie en la vereda viéndolo alejarse, sonriéndole a la vida como una idiota y sin entender bien lo que acaba de pasar, a sólo 50 metros me pregunta—¿Por el momento podrías decirme tu nombre o aún llevas prisa?—
—Llevo prisa— parada como una estatua en la vereda, le sonrío, juego con mi cabello —Si apareces para las 13, tendré tiempo de sobra de decirte mi nombre— y me decido por fin a entrar en el edificio sin mirar atrás.
Me cambió el día, su sonrisa realmente me cambió la vida aunque está demás decir que en ese momento no lo entendía así.
«Debo terminar estos escritos, acordar los horarios, puntos a tratar y quórum para las reuniones de mañana y el viernes, están los presupuestos que debo revisar. ¡Muero por un café! Un mocaccino y una galleta de chispas de chocolate, aunque sé que no debo, debo cuidar mi estómago. Mi mamá, debo llamar a mi mamá para saber si llevó a Nala al veterinario al control»
Miró la hora y son las 13:05. Me levanto de golpe de la silla tomo mi bolso y mi celular, cuando estoy a punto de salir de la oficina me llama mi jefe que necesita tratar un tema de la reunión de mañana. Le hago señas con la mano de despedida, le lanzo un beso y le hago un gesto apuntando al reloj de pulsera que no tengo. Subo al ascensor con otras 5 personas, pensando que quizás no esté ahí cuando baje, quizás lo olvidó, quizás mi sonrisa no lo marcó.
Salgo al living, saludo a la recepcionista y sigo hasta la puerta sin verlo, llego a la vereda y miro a mi derecha por donde se fue esta mañana y no está ahí, miro a la izquierda y nada. Saco mi celular, verifico la hora, son las 13:15.
«Quizás pasó y se fue o quizás nunca vino. Quizás aún no ha llegado» pienso con un poco de desesperación y algo de esperanza.
—¿Tienes la costumbre de llegar tarde a todas tus citas?— Me dice desde atrás, mientras camina hacía mí. —Eres tan hermosa como te recordaba esta mañana— y me sonríe tal como yo recordaba.
—Hoy ha sido un día controvertido— y le giño un ojo con complicidad —Supongo que me debes un jugo ¿vamos?—
—Esteban—
—Cinthia—
Me tomó del brazo, me miró serio por primera vez, pero aún sonreía con su mirada, estaba claro que no lo podía evitar, y caminamos con rumbo a un jugo, un almuerzo, una cita, un romance, la vida. De aquí en adelante fue un típico romance intenso y apasionado, este hombre de sonrisa sincera me enseñó tanto de la vida como del amor, abandoné las prisas por la tranquilidad de su amor, me deje llevar por la locura que ocurría cuando estábamos juntos, fueron una serie de eventos poco comunes como el que acabo de describir.
No puedo decir si nos pasamos la vida juntos, como las parejas que caminan al atardecer agarrados de la mano, recordando su vida entera. No puedo decir si solo fueron unos meses de pasión y locura. No puedo decir si solo fueron algunos años que me cambiaron la vida por completo. Pero puedo decir que nos conocimos, que nos conocíamos, y que después de ese encuentro definitivamente fuimos felices por siempre.
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Una Historia Corta I
Short StoryEste es un corto relato de como el destino y nuestras acciones se involucran para atraer a nuestras vidas el amor.