―¿Qué tal su cita de anoche, señorita? ―me preguntó Edith tan pronto subió al lado del conductor. Encendió el estéreo en una estación de música moderna y puso en marcha el motor del automóvil.
Sonreí y me encogí en hombros, como restándole importancia a pesar de que sí la tenía. Sí que la tenía. Mi asistente me devolvió el gesto y se estiró para alcanzar una bolsa negra en el asiento trasero.
―El señor Cervantes me pidió que le entregara un obsequio ―me explicó mientras vaciaba el contenido en su regazo.
"¿Un obsequio?", repetí en voz baja y ladeé un poco el rostro. Ese hombre no dejaba de sorprenderme. Tan pronto desperté encendí la computadora para poner algo de música, y en mis mensajes de Facebook ya estaba uno suyo «Buenos días, querida musa. Te deseo. Un fantástico lunes". Releí el mensaje varias veces antes de darme cuenta de que el punto no había sido un error de dedo, sino un juego de palabras que ocasionó mi primer sonrojo del día. Al ver que estaba en línea, respondí: «Buenos días, Prometeo. Te deseo lo mismo». Un segundo después me apareció el aviso de leído.
―Puede elegir el que usted prefiera.
Edith sostenía tres celulares sobre sus dos palmas juntas a manera de bandeja. Los tres estaban encendidos y mostraban el mismo fondo de pantalla: la fotografía que nos tomamos la noche anterior en Tiki-Taco. En la imagen, Mateo estaba un poco detrás de mí, con su mano izquierda bien sujeta a mi cintura y la derecha levantando su teléfono. Sonreíamos. Y también agradecí que hubiera recortado la parte de abajo donde se verían nuestros platos vacíos. Clara tenía razón: nos veíamos muy bien juntos.
―Los tres están listos para usarse. Sólo es cuestión de que ponga su chip.
Asentí. Así de rápido actuaba mi novio: no habían transcurrido siquiera doce horas desde que le entregué mi antiguo celular a mi ex novio, cuando él ya lo tenía resuelto. Sabía que de nada serviría decirle que era demasiado o incluso rechazar el regalo, así que respiré profundo y los recorrí con la mirada.
―¿Cuándo te pidió que los compraras?
―Anoche, señorita. ¿Quería algún modelo en especial?
Yo no era una persona que se mantuviera al día en cuestión de tecnología. Había escuchado muchas veces a mi ex hablar de los nuevos celulares cada vez más inteligentes, de las mejores características según las necesidades del cliente, de procesadores, pixeles, de memorias internas y sensores de no sé qué tantas cosas... pero al tratar de recordarlas sentí que me confundía todavía más. "Quiero uno que se maneje solo", pensé en decirle; pero me detuvo, no fuera a ser que ya existiera, costara una fortuna y de todos modos quisiera llevarme a comprarlo en ese momento.
Elegí el que tenía la pantalla más grande, o al menos así me lo pareció; de acabado metálico y de un color rojo muy sutil. Era algo pesado, pero me gustó. Edith aprobó mi elección con un movimiento de cabeza y me pidió mi chip y la memoria para ponérselo. Tomé otro, uno muy delgado color blanco del único modelo que conocía. Era justo el mismo modelo del celular que yo había descompuesto, y del que Alejandro dijo que ya no era posible conseguirlo. Por un momento pensé en cambiar mi elección, pero no. Era un nuevo comienzo. Por nostalgia deslice la pantalla con mi dedo índice y abrí diferentes aplicaciones hasta que di con la galería.
Tenía cerca de cincuenta fotos, además de en la que estábamos juntos. En cada una estaba Mateo como protagonista: vestido de traje durante una cena, con ropa formal durante una junta de negocios, en pants jugando fútbol con Luka, con playeras deportivas, con suéter... Pero la que más llamó mi atención fue una en la que tenía el torso desnudo y vestía únicamente un short color azul cielo, en la foto se veía que estaba trotando en la playa con el sol a sus espaldas. Estaba convencida de que cualquiera de esas fotos podría ser portada en alguna revista de espectáculos. En todas se veía estupendo y ninguna de ésas estaban en sus redes sociales.