No sabía donde estaba, lo único que hacía era mirar a mi alrededor intentando encontrar el camino de vuelta, pero todo era desconocido para mí.
Todavía recuerdo el espesor del bosque del cual daba la impresión de que si te adentrabas en él no consequirías salir tan facilmente. Los cantos de los animales salvajes componiendo una sinfonía perfecta, las carreteras si final formando un laberinto sin salida, y aquella luz... Tan blanca como la nieve y a la vez cegadora como el sol.
Lo primero que se me ocurrió fue para el coche e intentar buscar una solución lógica a aquella luz que se situaba al final del camino.
Empenzó a acercarse a mí y todo mi alrededor desapareció, de un momento a otro solo estábamos la luz y yo. Lo primero que pensé fue en salir corriendo, pero, mis pies no reaccionaron, sentía que los tenía pegados al suelo.
Conforme se iba acercando, el miedo en mí fue aumentando. Los sonido de mí alrededor comenzaron a retumbar en mi cabeza, mi vista a medida que pasaba el tiempo se nublaba más, hasta que escuché su voz.
Hablaba susurrando en un tono tan bajo que apenas alcanzaba a oírlo. Al principio no entendí lo que quería decirme pero, poco a poco, su voz se fue aclarando y pude ecucharla, tan clara como si estubiese dentro de mí.
Solo decía dos palabras, pero con solo oírlas entendí lo que me quería decir. "Te necesito..."decía una y otra vez. Estaba confundida, no entendía nada ¿Quién me necesitaba?
Llegué a pensar que estaba loca o que mi mente me estaba pasando una mala jugada, pero, ensequida me di cuenta de que no era así.
Mientras aquella luz se iba acercando, mi visión cobraba sentido por momentos, aquella luz blanca fue cobrando forma. Lo primero que pude diferenciar fue su cuerpo, fino y delgado, después, sus extremidades empezaron a resaltar; por último, su rostro.
Su pelo largo y enredado como si se a hubiese tragado un huracán, sus mejillas llenas de cortes y magulladas, sus labios finos, sin color y finalmente sus ojos. Jamás olvidaré su penetrante mirada, capaz de destruir el mundo si se lo propusiera.
No necesitaba ver más para darme cuenta de que era una niña. Precía tan frágil que daba la sensación de que con solo tocarla se convertiría en polvo.
-¿Qué es lo que quieres?
Dije en un susurro tan bajo que incluso dudé de que me hubiese escuchado.
De un momento a otro lo niña se encontaba a escasos centíetros de mí.
- Tu alma...
Dijo en un tono impropio de una niña. Y en cuestión de segundos todo volvió a la normalidad.
Cuendo entré de nuevo en el coche tenía una sensación rara en el cuerpo, estaba confusa.
Seguí intentando encontrar el camino correcto cuando de repente, la niña se apareció delante de mí, pegué un volantazo intentando esquivarla y lo único que conseguí fue que mi coche se fusionara con el árbol.
Desde ese día mi vida desapareció, nada fue igual desde que vi a esa niña. Ya que ahora es ella la que esta en el coche y yo al final de la carretera.