Capítulo 26: La ansiada llamada

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  El helicóptero no tardó nada en volver a surcar los cielos, el reino de la tranquilidad. Desde allí arriba, podían ver como los caminantes eran muy numerosos, justo debajo de la cordillera donde ellos habían encontrado a los dos soldados. Daban por hecho que en aquellas zonas habría menos cantidad de ellos, pero estaban muy equivocados. Ahora eran todo un escuadrón, cada vez eran más. Daniel no se esperaba encontrar a tanta gente después de lo ocurrido.

Ahora tenían más armas y munición que nunca y contaban con el factor sorpresa del nuevo vehículo, incluso Andy insistió que podrían acabar con todos ellos ahora que tenían tanta ventaja, pero denegaron la petición. No atacarían hasta que no tuviesen más remedio, el objetivo inicial de la misión era salir de aquella ciudad lo más rápido posible, sin meterse en más berenjenales. El grupo de supervivientes se limitaba a mirar a través de los cristales, disfrutando de la sensación de la brisa fresca y el saber que tendrían un respiro, allí los muertos no podrían alcanzarlos por mucho que quisieran.

-Amigos, podéis dormir si queréis. Creo que este descanso podría venir muy bien para renovar las energías.- Dijo Daniel, aún vigilando a los dos hombres que iban sentados en la parte delantera.

-¿Y tú? -Bruce lo miró, pero el líder tardó más en encontrar sus ojos entre la multitud. El aparato era grande, pero para albergar a tantas personas, si que se quedaba un poco reducido de tamaño.

-Yo me quedaré vigilando a nuestros nuevos compañeros.- Al escucharlo, el piloto apretó los puños sobre los mandos. Ahora la rabia que sentía era mayor, mucho más dañina. Sabía que era debido al nuevo inquilino de su cabeza, que al parecer, no hablaría más de momento. Pero también odiaba a aquella gente, tanto como los estaba odiando él, así que le resultaba más fácil.

-Te vuelvo a decir que no somos prisioneros vuestros, gilipollas.- Su tono fue algo brusco, por lo que Daniel lo reprendió con una mirada severa.- Puedes estar tranquilo e irte con los tuyos ahí detrás. Aquí delante sólo hay sitio para los que sabemos manejar esto, y tampoco es que tengamos en mete hacer ninguna estupidez, si lo hiciéramos, nosotros también recibiríamos las consecuencias. Somos soldados, no imbéciles.

-Lo sé, pero me quedo más tranquilo. Uno no sabe lo que puede haber en la mente de una persona que ve a los zombies como criaturas extraordinarias.- Fue un leve ataque, no pretendía cabrear al hombre que los podría estrellar si quería.

-Es que lo son. Ya te darás cuenta.

Daniel se quedó en silencio, observándolo. Tenía el mismo pensamiento y la misma forma de hablar que Albert y Alison, gente que ya había perdido totalmente su humanidad. Aquel hombre seguía el mismo sendero amargo. Bruce acató la orden de Daniel y se fue junto a los demás, que ya estaban más cómodos y acurrucados entre ellos.

-Estás sentada sobre mi muslo.- Susurró John, acercando su boca a la oreja de Luna.

-¿Y dónde quieres que me siente? Si parecemos sardinas en lata. Quizá si me echo un poco hacia delante....-Trató de moverse, pero el brazo del hombre la detuvo, con suavidad.

-Relájate, que no he dicho que te quites, no me molesta en absoluto.

-O-oh, bueno...-Aquella se convirtió en la primera vez en la que no supo como reaccionar ante John, la había pillado fuera de juego totalmente.- Entonces me quedo aquí mejor, estás más cómodo que el sillón.

-Ya, claro, será por eso.- Al comentario lo acompañó una carcajada burlona.

-¿Qué insinúas, eh? -Alzó sus dos cejas rubias, sintiendo como sus mejillas debían de estar poniéndose rojas.

-Insinúo que te mueres por mis huesos.- John sonrió, estaba tan seguro de lo que decía, como de su propio nombre.

-¿Has estado bebiendo a escondidas? ¿Te has drogado? - Golpeó el hombro del contrario con suavidad, sin querer hacerle daño.- No eres mi tipo.

-Y voy yo y me lo creo. ¿Cuál es tu tipo entonces?

-Todo lo opuesto a ti, ya lo sabes. Eres un creído, un irresponsable, un pervertido y un cretino. Oh, joder....-se quedó mirándolo, con el ceño fruncido.- Si que me gustas un poco.

-¿Un poco solo? No me lo creo, mientes fatal. ¿Sabes? Cuando ya has vivido de todo en la vida, aprendes a recordar los rasgos faciales de las personas al mentir, yo he vivido de la mentira todos estos años, me iba de lujo, pero se aprende. Y tú, cuando mientes, bajas primero la cabeza y luego abres la boca, pero no dices nada.

-Te gusta demasiado inventar...-Bajó la cabeza, dándose cuenta de lo que acababa de hacer. Había bajado la cabeza.

-Lo estás volviendo a hacer.

-Eso es porque me estás poniendo nerviosa ya. Deja de acercarte tanto, además, he dicho que me gustas sólo un poco. Tampoco te vayas a creer tú aquí cosas que no son.

-Pues voy a tener que hacer algo para que ese poco, se transforme en más.- Se quedó pensativo durante unos segundos, mirando a la hermosa chica rubia que le había robado el corazón. Estaban rodeados de gente y casi a oscuras, quizá no fuese el momento apropiado, pero no podía contenerse más. Cuando ella abrió la boca para decir algo más, la sorprendió, posando sus labios sobre los suyos, convirtiendo las palabras invisibles en gestos de amor. Luna abrió mucho sus ojos, con una sorpresa que cada vez iba a más, lo que hizo que John temblara, pensando que había sido muy estúpido al besarla en una situación como aquella. Pero cuando se relajó y cerró los ojos para devolverle el beso, su alma entró en calma.

Cuando se despegaron el uno del otro, se dieron cuenta de que todos, a excepción de Henry y Ruppert, los estaban mirando con una divertida mueca. Incluida Blair, que miraba a su amiga como si fuese la mayor detective de todos los tiempos, indicándole con una sola mirada, que después la esperaba un buen interrogatorio.

-Que viva el amor, joder.- Comentó Bruce, poniéndose las manos sobre ambas mejillas.- Que estamos muy hartos ya de ver muertos por doquier y cosas malas. Un poquito de amor nunca viene mal.

-Que vergüenza...-Comentó Luna, enterrando su rostro entre las palmas de sus manos, con una actitud muy adorable. John soltó una carcajada, abrazándola. Después se aclaró la garganta, mirando a todos los demás.- Bueno, tampoco hace falta que nos miréis tanto, ya no hay nada más que ver.- Se pasó la mano por el pelo, que estaba sucio y graso, hacía tanto tiempo que no se alisaba las greñas que ahora tenía por pelo.

-De acuerdo, de acuerdo...-Terció Bruce, alzando las manos-. Pero de verdad...este ambiente se agradece. No hemos tenido un descanso en condiciones desde que escapamos la primera vez de Albert en aquellas casas.

-Como para olvidarlo...-terció Mya, haciendo una mueca de disgusto.- Pero por mucho que cierre los ojos, siempre los veo a ellos resurgiendo de las sombras. Todos mis sueños se transforman en pesadillas últimamente.

Después de volar durante horas, Henry anunció por fin que habían abandonado la ciudad. Siguieron el plan establecido, así que continuaron avanzando, alejándose de toda civilización. La carretera que sobrevolaban en aquel preciso instante no estaba asfaltaba y daba a un bosque a rebozar de abedules majestuosos, alzando sus brazos ramificados por todas direcciones. También divisaron aglomeraciones de colinas alineadas, dándole un aspecto ordenado a la naturaleza. Todo parecía estar en un perfecto estado de armonía, ni si quiera habían visto a un solo caminante por la zona.

-Por aquí no hay jaleo...-Susurró Daniel.

-Es una zona que no suele estar poblada, solo por un par de casas aisladas que buscan la tranquilidad. Típicas cabañas y cotos de caza, no creo que haya mucha actividad, la verdad.- Contestó Henry, con el rostro contraído.

-Estamos a punto de pasar por encima de Illinois, ahora podrás comprobar con tus ojos que está mucho peor que la ciudad de la que venís vosotros.- Argumentó Ruppert, removiéndose un poco el casco, para que se le pudiera ver mejor el rostro.- Os avisamos de que ese sitio está realmente muerto, nosotros nos fuimos por algo.

-Joder...es que la sola idea de ver ciudades enteras desoladas me da un mal cuerpo que lo flipas. ¿Cómo es posible que una ciudad como Illinois haya sido reducida a cero en menos de un mes?

-Y da gracias a que es una ciudad del primer mundo, que llega a ser una ciudad pobre, sin apenas recursos y no habría quedado ni la tierra en la que se sostenían sus cimientos.

-¿El virus habrá afectado únicamente a América?

-Pues la verdad es que me suda la polla.- Dijo Henry, carente de emociones.- Ya que nosotros hemos tenido que pasar por esto, que los demás continentes también pringuen.

-Que mezquino eres...-Musitó Ruppert, sentado justo a su lado, encogiéndose de hombros, con un gesto infantiloide.

-¿Por qué? Pero tu imagínate, a los zombies chinos.- Soltó una carcajada.- O a los zombies rusos. ¡Molaría ver ese jodido panorama! O a los zombies españoles, daría dinero por verlo, hostia puta.- Echó un breve vistazo al mapa, para comprobar que seguían el camino correcto y que no se estaban desviando.- ¿Sabéis lo que más me jode a mi de todo esto? Que todas las tías buenas están cayendo, cuando quiera echar un polvo lo voy a tener complicado.

-¿Cómo puedes estar pensando en esas cosas en momentos como este? -Le reprochó Ruppert, abriendo mucho los ojos.

-Anda, no me seas puritano, que seguro que tú también sientes la necesidad, lo que pasa es que eres demasiado mojigato para admitirlo delante de todos los demás.- Aporreó el cristal de la cabina, con un gesto divertido.

-Eh, cuidado...-Daniel se agarró al asiento.- No hagas locuras, que todavía tenemos que volar un buen trecho.

-Quiero ver un buen par de tetas.- Sonrió.

-Por dios, cállate ya. Eres un cerdo.- Se quejó Ruppert, aparentemente muerto de la vergüenza.

-Mirad, mirad.- Agitó la cabeza, como si fuese un rockero en pleno concierto.- Ya puede verse la ciudad desde aquí.- Daniel metió la cabeza entre ellos dos, para poder ver mejor lo que tenían delante.

El paisaje urbano y físico que los rodeaba estaba totalmente deteriorado. Las calles se deslizaban en todas direcciones, a rebozar de coches y cadáveres pulverizados, Daniel pensó que parecían cicatrices que jamás sanarían. Los edificios eran negros, debido a los numerosos incendios que se propagaron por todas partes. El ser humano había hecho grandes esfuerzos en crear hermosas ciudades como aquella, pero ahora ya no quedaba nada de ese trabajo en equipo. Ya no habría manera de levantar aquella ciudad de entre las cenizas en las que se encontraba sumida. Mientras mas se adentraban, más terror veían; bombardeos, masacres y derrumbamientos por doquier. Illonois se encontraba terriblemente arrasada, salvo una pequeña iglesia que aún se mantenía en pie, como un pequeño milagro entre tanto mal.

Daniel reprimió sus ganas de gritar de puro pavor al contemplar el panorama. Si creyó que hasta ahora habían visto el caos en su plena forma, cuan equivocados estaban. Se incorporó un poco, parpadeando a medida que salía de su ensimismamiento. Ver a toda la humanidad sucumbida en aquel virus le revolvió el estómago. Si hubiese comido más de lo debido, habría vomitado con violencia.

-¿Necesitas ayuda o te esperamos? -Bromeó Henry, volviendo su cabeza hacia atrás. La cara de Daniel había perdido todo el color aparente, era un lienzo en blanco. No estaba seguro de como habían llegado a aquella situación, pero estaba a punto de desmoronarse. Se debatía entre el desmayo y la desesperación. Ya estaba acostumbrado a lidiar con cosas como aquella, pero lo que acababa de ver lo superaba con creces. Estaba siendo arrastrado hasta lo más profundo de sus oscuros pensamientos. Sintió como unas manos invisibles lo agarraban por el cuello, dejándole sin respiración.

-Tío, que le está dando un chungo o algo...-Murmuró Ruppert, con preocupación.- ¿Estás bien?

-Sí, sí...dadme unos minutos. Ver tanta destrucción me ha llenado de tristeza.- Daniel se echó el pelo hacia atrás, con un rápido gesto y se dio unas palmaditas en las mejillas, volviendo en sí. Había apretado tanto sus propios puños, que al extender los dedos obtuvo una dolorosa sensación de entumecimiento. Intentar serenarse había sido difícil, pero no podía reaccionar, tenía que mostrarse duro. No sólo por él, si no por todos sus compañeros y el futuro que les había prometido.

Entre tanto desconcierto, era casi imposible buscar puntos limpios en la ciudad. Era cierto lo que habían dicho Henry y Ruppert, aquel panorama era bestial, si hubiesen parado allí, estarían más que perdidos y entrando a formar parte del ejército inmortal. Respiró hondo un par de veces, ya que el aire allí era más limpio y refrescante. Al volver a mirar hacia abajo, vio algunos ríos de agua turbia y rojiza. Ahora eran pequeños mares de sangre y excrementos de las personas que antaño habían vivido allí. Se imaginó lo que sería tener que ahogarse en unas aguas tan contaminadas y desechó la idea en seguida, negando con la cabeza. No podía permitirse entrar en estado de pánico ahora.

-Mira a esos pobres atolondrados.- Exclamó Henry, señalando a lo lejos a un grupo de caminantes de los alrededores, debatiéndose entre ellos de manera inútil, agarrándose unos a otros, como si nada ni nadie los retuviese.- Me daría pena ser tan tonto.

-Serán todo lo tontos que tu quieras, pero da gracias de que no estás atrapado ahí debajo con ellos, porque da por hecho de que estarían comiéndose tus tripas.- Le dijo Daniel, algo molesto por la actitud del piloto. La sensación de pánico estaba remitiendo.

-Que asco, mis tripas no tienen que estar buenas.- Hizo una mueca de asco, frotándose la nariz.

Después de lo que pareció una eternidad, vieron el final de la ciudad. Habían permanecido en silencio, sin nada más que añadir. Henry había agotado ya el cupo de todos los comentarios obscenos que una persona podía hacer en menos de una hora, así que cuando hubo acabado, todos agradecieron el apremiante silencio. Vislumbraron una zona despejada, con los rayos del sol reflejando directamente en ella, como si fuese una misión a completar en un videojuego. Aunque aún continuaban dejando muertos atrás, aguas pútridas y más descabelladas escenas atroces. Lo peor era ver tanta sangre derramada por todas partes, era lo que peor llevaban todos. Daniel tuvo que centrarse en el sol que se filtraba tras las montañas, la noche no tardaría en llegar. Se olvidó de los muertos por unos instantes y disfrutó de la muerte del día, para dejar paso a la reina de la noche, la luna. La que los guiaría en el viaje a partir de ahora.

-¿Ya se ha hecho de noche? -Preguntó Elliot, asomando su cabeza rubia por detrás, frotándose los ojos.

-Así es, hemos estado volando durante un buen rato.- Agradeció que ellos no tuviesen que haber presenciado aquel deterioro, era algo que le había gustado tener que padecer solo. Quería que familia aún aguantase con sus ganas de luchar por sus vidas.- ¿Cómo te encuentras?

-Me duele la espalda, el suelo de un helicóptero no es el mejor sitio para dormir que digamos.- Acompañó su comentario de una suave sonrisa.- Y creo que Chris me ha estado clavando la rodilla en las costillas.

-Al menos has podido descansar un poco.- Se frotó los ojos, era el único que no había cerrado los ojos ni un momento, no se había dado cuenta de lo terriblemente cansado que se encontraba.

-Deberías descansar, Dan...-Hacía tanto tiempo que nadie lo llamaba así, que sintió una punzada en el corazón, haciendo que se detuviese por unos breves instantes. Los recuerdos amargos se habían extinguido tan pronto como hubieron llegado, siendo sustituidos por el presente que estaba viviendo junto a aquellas personas. Habían sido desconocidos, pero ahora eran parte de su vida, de su día a día.

-Quizá tengas razón, chico...-Le puso la mano en la cabeza, despeinando aún más sus finos cabellos dorados. No se había fijado en lo suave que era, ya ni recordaba lo que era acariciar a otra persona. Movió la mano con torpeza, como si no formase parte de su propio cuerpo.

-Yo me puedo quedar vigilando mientras, puedo hacerme cargo.- Terminó de estirar sus extremidades entumecidas y se sentó en el sitio de Daniel, encogido sobre sus rodillas.

-¿De verdad que podrás?- Le echó un último vistazo a Elliot, que lo miraba como si fuese un niño pequeño, pero con toda la seriedad que fue capaz de reunir.- Vale, vale, ya lo capto. Me voy a echar un rato, si pasa algo, avísame.

-Que sí, descansa ya.- Añadió, antes de que el hombre se recostase contra la pared del helicóptero, en una postura fetal, como si se estuviese abrazando a sí mismo. Estaba tan físicamente agotado, que no tardó mucho en sumirse en un ajetreado sueño.

Elliot miró a los dos hombres que manejaban a la bestia aérea, parecían acostumbrados a ese tipo de esfuerzos, porque no demostraban ningún síntoma de sueño o de cansancio, a diferencia de los demás. La mandíbula inferior le temblaba, ahora que había perdido el calor del sueño, se había encontrado de nuevo con las fauces del frío. Miró a su alrededor, buscando algo con lo que poder arroparse, pero solo encontró una chaqueta vieja, seguramente fuese de alguno de los dos hombres.

Miró por el empañado cristal, tratando de reconocer el panorama, con curiosidad. Vio a un pobre muerto chapoteando en una charca, no parecía demasiado profunda, pero si lo bastante enfangada para dejarlo ahí atrapado. Movía sus brazos y piernas de manera aleatoria, tratando de liberarse, luchando por sobrevivir aún así. Asqueado, miró hacia otro lado, no le gustaban esos seres ni lo más mínimo, pero tampoco se alegraba cuando los veía sufrir de aquella manera tan patética.

-¿Por dónde vamos? -Se atrevió a preguntar. Los dos hombres se giraron sorprendidos, al ver que ya no les hablaba Daniel, si no el tímido chico que no había abierto la boca en todo lo que llevaban de trayecto.

-Vaya, si ahora se dirige hacia nosotros el pipiolo del grupo.

-¿Pipi qué? -Ladeó la cabeza, con inocencia.

-Bah, déjalo.- Henry hizo un gesto con la mano, para que se olvidase.- Estamos a cien metros de divisar Arizona.

-¿Arizona? ¿No íbamos primero a Illinois?

-Sí, pero hemos visto desde aquí que bajar era una auténtica locura, es una ciudad muerta, totalmente.

-Vaya...-Todo el cuerpo le tembló, debido al escalofrío que lo recorrió de arriba a abajo.

-Pero míralo por el lado bueno, por ahora no hemos visto a demasiados muertos, lo peor ya lo hemos dejado atrás. Así que podríamos tener oportunidades en nuestro nuevo destino.- Henry tembló, ya empezaba a notar el frío de la noche, el efecto de la adrenalina se había retirado.- ¿Puedo preguntarte que haces tú con este grupo de agentes, chaval?

-Me llamo Elliot, si no te importa. Y bueno...ellos me salvaron, también salvaron a un buen amigo mío, pero murió.- Tragó saliva.- No me separo de ellos desde entonces.

-Interesante...-Musitó Henry, mientras seguía avanzando, distraído. No le interesaba la vida de aquella gente lo más mínimo, pero a pesar del ruido de las pesadas hélices danzar con el viento, aún escuchaba los gemidos ahogados de los muertos bajo ellos. Prefería escuchar voces humanas, por muy insoportable que le resultase. Se concentró en el camino, con la mirada perdida en el horizonte, con el único faro de luz que tenían en el cielo, la luna era una buena guía para viajeros como ellos.- Pronto buscaré un helipuerto donde poder descender.

-Espero que no tengamos demasiados problemas aquí....-Murmuró, jugando sus dedos, detrás del asiento.

-¿Demasiados problemas? Joder, si lleváis la palabra problemas escrita en las putas frentes.- Soltó una sonora carcajada, parecida al graznido seco de un cuervo. No descendió inmediatamente, sobrevolaba cada vez más cerca de los edificios, planeando. No quería arriesgarse a aterrizar en algún sitio peligroso, tensó los brazos sobre los mandos de control, llevando el aparato con habilidad.- ¿Alguna vez has visitado el Gran Cañón?

-No, no..la verdad es que no.- Se sintió extrañado por el repentino cambio de conversación, pero se alegró de tener un poco de charla.

-Pues en Arizona hay grandes cosas que ver. El Gran Cañón, Phoenix, el Lago Powell, las Cataratas Havasu, el cráter Barringer...

-Tío...-Ruppert le llamó la atención, con el ceño fruncido.- ¿Sabes que no hemos venido de excursión, verdad?

-Mira tío, no empieces a joderme ya. A mi Arizona siempre me ha gustado mucho, déjame disfrutar un poco, hostia.- Aunque su tono de voz se elevó, continuaba mirando hacia delante, esquivando algunos salientes de las paredes de los edificios, llevar un helicóptero tan grande no era una tarea fácil.- Además...¿por qué buscar un puto helipuerto, cuando puedo aterrizar donde me salga de los huevos? No hay ley, no hay nadie que me multe o alguien que me denuncie.

-¿Qué pretendes?- Se encaramó al asiento, adivinando toda la clase de locuras que debían estar pasando por la cabeza del piloto. Los ojos le comenzaron a escocer debido al esfuerzo que había estado haciendo, el corazón se le había acelerado y su respiración se volvió agitada.

-¿Pero por qué te pones tan tenso? Si todavía no he hecho nada.- Fingió sentirse herido por el comportamiento de su compañero. Pero lo cierto era que lo estaba disfrutando.

El rumor terrible de los muertos ya no era tan fuerte, apenas se les escuchaba. No era como en Illinois, que los muertos eran los dueños de todo, allí algunos que se habían quedado rezagados levantaban sus brazos ante el estruendo que formaba la nave, pero el número era más escaso. Pero aún así, los muertos seguían constantes, furiosos, buscando la muerte de toda persona viva.

-Chico, despierta a tus compañeros. Como temía, el ruido está atrayendo a los bichos estos, como insectos a la luz. Necesito que mientras consigo el ángulo preciso para descender, tus amiguitos se vayan encargando de los caminantes que se vayan acercando, para despejar la zona y podamos bajar sin problemas.

-¿Queda mucho para descender? -Elliot se incorporó, con las rodillas entumecidas.

-No mucho, he visto un descampado perfecto. Pero necesito que se me cubran las espaldas ya.

Elliot se dirigió a la parte de atrás, despertando a sus compañeros, aunque algunos ya habían comenzado a removerse. Era cierto que el descampado era inmenso, pudo verlo a través de una de las ventanas traseras. Había una obra en la entrada, seguramente la habrían empezado antes del Apocalipsis, para realizar alguna reforma o para construir una nueva vivienda. La explanada se encontraba totalmente lisa, aunque había varios montones de arena y de materiales esparcidos por algunos rincones. Había también varias excavadoras hospedadas a los lados, inactivas, al igual que varios camiones de carga, sospechosamente volcados. Todos se sorprendieron de lo silenciosa que se encontraba todavía la ciudad, estaba apagada, muerta, durmiente.

-Parece que no hay demasiado jaleo...-Supuso Bruce, abatiendo a un zombie escuálido que había salido de uno de los montones de tierra más próximo.

-Aún así, no creo que adentrarnos en la ciudad de noche. Ya es bastante complicado intentarlo de día, cuando aún podemos distinguirlos bien, no quiero cometer un suicidio colectivo. Pueden estar escondidos en cada rincón y tampoco sabemos si hay más híbridos como ese loco de Albert.

-¿Te los imaginas, con esos ojos blancos y las bocas abiertas, esperando a que un trozo de carne viva caiga dentro de ellas? -Añadió Henry, con una sonrisa tórrida en su rostro.- Pero como queráis, si queréis esperar a la mañana....

-Sí, eso haremos.- Salió del helicóptero con un movimiento envidiable, aún empuñando su arma, por si alguna pobre alma más deseaba encontrarse con ellos. No había movimiento a la vista, pero ya habían comprobado que muchos de ellos eran más listos, tenían algo más que ese instinto animal tan básico, así que debían andarse con cuidado. Ahora que miraba con más detenimiento, se fijó en que había tablones de madera partidos, cuerdas y algunas herramientas reconocidas. También había sangre, seca y descolorida, pero reconocía aquellas manchas en el suelo. Allí debía de haberse librado una batalla.

La oscuridad aún seguía siendo un factor de peligro, pero decidieron acampar esta vez, fuera del helicóptero. Ya llevaban demasiadas horas allí metidos, como para esperar hasta que amaneciera ahí encerrados. No hicieron ruido, ni encendieron luces innecesarias, sólo una pequeña hoguera para poder calentarlos en la fría noche, pero no querían llamar la atención de los muertos, no querían ponerlos en marcha. Se acurrucaron los unos con los otros, buscando calor. Cuando el frío ya no resultaba un obstáculo, se alimentaron con las pocas provisiones que quedaban, aún así, las compartieron con Henry y Ruppert, que comieron con ganas, como si hiciese milenios que no veían algo que poder llevarse a la boca.

"Prepárate, huésped." Comentó la voz misteriosa, rebotando dentro de su cabeza.

"¿Por qué? ¿Qué pasa?"

"Aún no los oyes, pero un ejército entero de muertos se aproxima. Quiero que estés preparado, aún no puedes morir. Y ellos tampoco."

"¿Pero no querías que muriesen?"

"Qué simple eres, soldado. Claro que quiero que mueran, pero no devorados por mis queridos hijitos."

"¿Hijos, qué dices? ¿Son tuyos?"

"No me interrumpas, vehículo." Su voz sonaba más severa. "Pronto llegará el momento que he estado ansiando, no me falles."

"Yo...no...haré lo que me pidas, señor."

"Eso es, así me gusta. Buen chico. Ahora...atento a la llamada."



Iba a preguntar de que llamada se trataba, pero unos aullidos feroces llegaron desde el inhóspito corazón de la ciudad abandonada.  

El último bocado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora