Visita inesperada

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Con ojos cristalizados y una euforia infinita, abrí la puerta de mi casa...
Ahí estaba él con una sonrisa hermosa, iluminando mi alma.

Le di paso y él me abrazó dándome el alivio que tanto extrañaba...
Nos sentamos en el sofá y entre lágrimas y risas, recordamos los mejores días, que pasamos juntos en la vida.

Le ofrecí café, ese que tanto le gustaba, tomó la taza entre sus manos y saboreó con deleite sin dejar nada.

No cabía la alegría en mí, no entendía su visita inesperada pero eso  ya no importaba...
Importaba que lo tenía de nuevo conmigo, llenándome de su presencia, disfrutando de su compañía, protección y cariño

Al caer la noche, oímos un ruido,
y una fuerte voz que lo llamaba a la distancia...
Suavemente expresó que iría hacia si, mirándome con amor,las lágrimas volvieron a humedecer mi cara y a tupir mi nariz.

Un abrazo de consuelo llegó y un "me tengo que ir", un "vine aquí con la concesión de Dios para despedirme de ti".

De mi boca emanó un "vive por favor", un "no deseo llevarte flores o verte  en las fotos del rincón", un "le he pedido a santos, revivirte, porque quiero verte llegar y saber que no te fuiste, me niego a darme cuenta que ya no existes"...

Mi padre volvió a sonreír y con compasivo gesto amoroso, volvió a abrazarme calmando mi enojo, mi dolor, mi sollozo

Dijo "hija, llora lo que tengas que llorar pero después ¡límpiate la cara y esboza una sonrisa natural!, no me voy, nunca me iré, si tu corazón aguarda mi ser, no me esperes, estoy bien, no me llames con desesperación, vive y permítete crecer, creer que nos reencontraremos, donde estoy, soy pleno, no hay dolor, sólo hay luz, paz, plenitud, soy feliz, tú también debes serlo".

La sala se iluminó, con una luz brillante que a mis ojos encandiló, lo vi caminar hacia esa luz y ya mi llanto no era lastimero, era de resignación, de esperanza, de amor sincero...

Comprendí que nunca podré superar su partida, pero puedo enfocarme en mi vida, puedo decidir ser feliz, puedo recordar sin dejar de sonreir.

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