Hermanos antes que chicos

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— ¡Viktor! —se escuchó un grito al otro lado del pasillo. Volteé a la familiar voz que resultaba ser de Yurio con Otabek detrás — ¿¡Qué miran todos ustedes?! ¡Búsquense una vida y déjenlo tranquilo! —corrió hacia mí empujando a todos sin delicadeza alguna — Salgamos de aquí ahora mismo.

— Yurio... ¿Cómo...? — dije sin fuerzas.

—Me llamaron diciendo que te habías vuelto loco, hay que irnos antes de que llegue algún supervisor, se corrió la voz por todo el campus — entre los dos me levantaron y me arrastraron lejos de la horrible escena.

Me llevaron a la facultad de medicina, lugar en el cual vive el kazako

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Me llevaron a la facultad de medicina, lugar en el cual vive el kazako. La facultad de medicina en vez de poseer habitaciones cómo las otras, son pequeños departamentos, esto se debe a que fue la primera facultad en ser fundada oficialmente y en ese momento se pensó que sería mejor si los estudiantes tenían su propio departamento en el campus.

Yurio me sostuvo en brazos mientras Otabek se manejaba con el cerrojo, una vez ya abierta la puerta, Yurio me llevó hasta el sillón depositándome ahí con cuidado. No sentía fuerzas para poder estar en pie.

—¿Quieres algo de beber Vitya? — preguntó preocupado.

—Una cerveza — afirmé sin ánimo alguno. No pareció muy cómodo con la idea en un comienzo, pero se resignó unos minutos después.

Ya con la fría botella en mis manos, Yurio y el callado kazako se sentaron en un par de sillones individuales mirándome fijamente, un tenso silencio se hizo presente, nadie quería iniciar una conversación, yo no quiero hablar y me imagino que ninguno de los dos tiene idea de cómo empezar.

—¿Qué ocurrió Viktor? — dijo rompiendo el silencio el rubio.

—No lo sé — susurré con la voz quebrada, sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas de nuevo — ayer todo iba de maravilla y hoy amanecí así —me saqué el maldito gorro. Yurio se tapó la boca con las manos, sólo me limité a bajar la mirada y dar un largo trago.

— ¿Él hizo eso? — preguntó irritado, dudé si asentir o no, sabía que si Yurio se enteraba de esto iría a asesinarlo, pero no puedo mentir ahora, moví mi cabeza despacio de arriba a abajo— Lo mataré — se levantó de la silla amenazante con los puños apretados y la quijada tensa. Gracias al cielo el callado castaño sostuvo su mano devolviéndolo a su lugar, palmeó su espalda negando con la cabeza, Yurio suspiró y se dejó domar.

— ¿Tienes alguna idea del por qué? — dijo Otabek. Negué con la cabeza mirando el suelo, ya las lágrimas bajaban por mi rostro de nueva cuenta. Cubrí mi cara con mis manos para apoyarme con mis codos en las rodillas, ya estaba sollozando sin barullo alguno, mis pulmones tenían agobiantes espasmos por las descontroladas lágrimas y los incesantes gemidos de dolor no me complacían en lo absoluto.

Cambio de CuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora