Capítulo 21

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― ¿Qué te sucede? ¿Por qué hiciste eso? ―lo soltó del brazo cuando lo llevó a un cuarto cercano.

Haymitch se sobó donde ella lo había agarrado tan fuerte que casi le entierra las uñas. ¿Cuál era su problema? ¿Desde cuándo era así de brusca? Debía admitir que eso lo excitaba, pero no era el momento.

La habitación de lavado fue la más cercana que encontró Effie y la más privada para cometer un asesinato. ¿Cómo Haymitch pudo ser capaz de regañar a su hija? ¿Con qué derecho?

Ambos tenían puntos de vista diferentes, y no estaban nada de acuerdo en las acciones uno del otro. Él esperaba a que su esposa se pusiera de su parte, y ella a que su marido comprendiera que era normal y que su hija ya era toda una señorita.

Esta situación los llevó a una discusión ridícula.

Su primera discusión sin sentido.

Lexie se había encerrado en su habitación como toda una adolescente resentida y no quería hablar con nadie. Finn pidió perdón y se retiró no sin antes recibir una disculpa de parte de una muy avergonzada Effie. Sin embargo, el chico tenía una sonrisa en sus labios difícil de disimular.

Ahora cualquier posibilidad de que Haymitch tuviera una oportunidad de acercarse a la joven, lo había desperdiciado por un ataque de celos paternos, y no tenía esperanza de que la chica tuviera otra grieta.

¡Lo arruinó de nuevo!

― Es una jovencita de CATORCE años, Haymitch ―continuó, remarcando su edad― CATORCE. ¡Entiende! No puedes cambiarlo.

Él hombre frunció el ceño e hizo una mueca en los labios como si no tuviera sentido lo que estuviera diciendo ― Effie, Lexie es muy joven para pensar en chicos ―argumentó.

― No, estás equivocado, a su edad es completamente normal ―recalcó la última palabra―. Yo a esa edad, ya había besado a más de diez chicos. Es normal porque experimentas que te gusta la sensación de otros labios contra los tuyos. Es... bonito...

Porque tu no tuviste a un padre, y tu madre es una perra sin corazón, quiso decir, pero se mordió la lengua ― ¿Bonito?¡Mis bolas! No todas piensan igual que tú, princesa. El capitolio...

― No me digas que tú fuiste un inmaculado ―dijo con un tono sarcástico.

Tenía razón, no era completamente un santo. Su primer beso había sido a los 9 años, con una niña de su clase y a los quince había tenido su primera...

No, no y ¡NO!

Seguía siendo injustificable para él y temía que cualquier chico se aprovechara de ella, no podía soportarlo. Ella seguía siendo una niña ante sus ojos, que debería seguir jugando con sus muñecas o esas cosas que hacen las chicas.

Seguía mirándola como esa niña de cinco años jugando con sus muñecas, su princesa que se imaginaba su casa como un castillo y que miraba a su padre como el único príncipe encantador que ella quería tener en su vida, el caballero que siempre la protegería.

Eso lo puso triste, con deseos de regresar el tiempo perdido y ser el príncipe que alguna vez sus ojos soñadores vieron, y mantenerlo así para siempre. Pero el error estaba hecho y los años pasaron. Sentía que el tiempo se le iba como arena en sus manos, sin darle un minuto para disfrutar de ella. No iba aceptar que Lexie estaba creciendo. Era suya, y lo seguiría siendo hasta sus veinticinco años ― edad en la que mentalmente podría aceptarla en una relación con algún chico decente y trabajador.

O más.

― Es diferente, soy hombre ―alegó, sin estar seguro, pero no tenía más argumentos y no le iba a dar la razón.

Les Debo Mi Amor (Hayffie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora