—Buena suerte con tu huida —deseó.
—No huiré, la señora Adriana ya está enterada —Daniel negó ligeramente y siguió sonriendo.
—Yo lo digo porque Antonio está aquí, y cuando te vea querrá irse contigo y entonces será todo un desafío hacer que no se te pegue en tus asesorías —informó.
—Él... él... ¿está aquí?
—Sí, de hecho él me trajo, ¿por qué?
—Nada, sólo... nada, olvídalo —pedí, regresando a mi tarea de encuestas y hojas de Excel.
—Ahora me cuentas, necesito distraer mi mente, anda —pidió. Le conté acerca de lo de Tamara y me miró serio unos segundos—; ¿en serio ella dijo eso?
—¿Por qué te mentiría?
—O sea, sí te creo, pero, eso rebasa los límites, ¿tú le crees? —me encogí de hombros y dejé las hojas de Excel para después.
—No sé qué creer, tú has visto cómo es él, a veces pude ser muy lindo y otras es un completo idiota, no sé Dany, ya no sé nada
—Estás confundida —concluyó, asentí—, tal vez deberías hablar con Marlen —opinó—, yo soy un pésimo consejero para estas situaciones, pero... conozco a Antonio, o por lo menos antes de que él y Sofía terminaran solía hacerlo, no es un mal tipo Danna, no creo mucho en las palabras de Tamara porque ella es bueno, no es una dama —decidió—, tal vez tú y él simplemente deberían de darse un poco más de tiempo y así cuando te formes una opinión de él, sea en base a lo que lo has conocido
—...Sí, supongo que tienes razón —murmuré—; me tengo que ir o llegaré tarde
—Bien, disfruta de tus asesorías —deseó.
—Oh y Dany...
—¿Sí?
—No eres un mal consejero —espeté antes de despeinarlo un poco.
—Lo sé, sólo intentaba ser humilde —bromeó— vamos, te acompaño a la salida —decidió mientras yo tomaba mi bolso del respaldo de la silla y nos encaminábamos al estacionamiento.
Me despedí de la señora Adriana y prometí regresar la siguiente semana ya fuera un día después de clases o el siguiente sábado; Daniel estaba compartiéndome sus planes para ir a ver a Karly la siguiente semana cuando salimos por las puerta de cristal y lo vi: Antonio, en todo su esplendor, estaba recargado sobre el costado de su coche, y una señorita con gustos por la ropa de poca tela, acomodada frente a él mientras tocaba su abdomen con las manos bajo la playera de Antonio... y sus labios se estaban tocando, él debió haber dicho algo gracioso porque ambos rieron, pero sus labios no se separaron.
Síp, me sentía como una tonta mirona observándolos, la mano de Daniel se apoyó en mi espalda obligándome a seguir caminando.
—Te lo dije, soy un pésimo consejero —se lamentó. Me obligué a levantar las comisuras de los labios y negar con la cabeza.
—No es tu culpa —murmuré poniendo un pie delante del otro sin la velocidad suficiente para estar en un segundo dentro de mi auto lista para marcharme, lástima que no podía ir a mi casa y acostarme bajo las sábanas en ese mismo instante.
—¡Hola Daniel! —saludó la desconocida para mí, con la que Antonio compartía saliva, atrayendo la atención de él hacia nosotros.
Genial, la mujer había arruinado mis planes de tener una huida silenciosa; Daniel saludó con el brazo y siguió conmigo en el camino hasta mi auto.
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Mentiras de Amor
Ficção Adolescente¿Qué haces cuando intentas reparar un corazón roto por tu propia cuenta? ¿Le lloras día tras día a la chica que te dejó por uno de tus mejores amigos? Porque claro, la sigues amando. ¿Sales con un montón de chicas para olvidarla? No, ninguna de la...