Ramiro sabe amar, jugar y reír. Al que lo vé, le parece que es un chico muy sano y puro, que ninguna gravedad extingue su sonrisa ni su encanto. Su positivismo siempre mueve a las personas que él decide que son aptas para iluminar, y a las que no, las destierra o las ignora. En sus ojos uno puede ver una historia de vida, una sencillez y una profunda calidez. Una arena movediza para los que están en aquel lugar junto a él y a los que aún él puede ver.
Éste tipo de ser, ha de ser difícil de encontrar, pero ¿realmente anda entre las personas como humano o como ángel? ¿Podría ser un humano tan transparente? Puede ser que sí, pero ninguno sería como él. La tierra y el cielo se parecen. Son las dos un regalo, un regalo que se multiplica por 100 Ramiros, tan puros y tan únicos.
En lo alto de las nubes, éste niño dá palabras y vibras de paz, escucha y entiende los males ajenos y a la vez aprende de los suyos. También vá regando florcitas, las margaritas, que son sus preferidas junto con los girasoles. Todo lo que se hace de su mano y voz, es hermoso.
El sabio de las nubes, entabla una conversación con Ramiro, y le dice:
-Ramiro, das mucho bien a estos seres de Tierra y cielo, tu bondad, ha movido cientos de generaciones, aunque no todos sepan que fuiste vos. ¿No te parece de todas formas que es mejor, dar un último bien de despedida y echarte a volar y descansar? Debo decir que hace mucho tiempo tu alma no confronta la realidad.
-Pero sabio, ¿cómo podré descansar en paz si toda mi luz, al ir definitivamente hacia otro mundo, parece apagarse? Tampoco quisiera reencarnarme, usted sabe que soy único, yo siento que sí.
-Justamente, tu mejor último acto antes de irte es que al brindar una vez más tu luz, que la repartas al mundo entero. Tu luz es muy poderosa, creeme que le llega a todos, inclusive hasta a los que más parecen ser "duros". Y no hace falta que hables cuando lo hagas. De por sí, tu presencia arriba y abajo, se siente.
Pasa un rato. Ramiro se siente triste, pero a la vez esperanzado. Su ciclo terminó, pero aún así, él sabe que su existencia, para algo bueno sirvió.
Un arcoíris en el cielo se forma. Nubes de todo tipo, han de estar iluminadas y bien blancas, con la misma intensidad que el cielo azul. De la nada, el mundo entero, siente un estruendo, que a la vez, dá paz. Todo lo malo ha de sanar y lo bueno de florecer y enriquecer. Todos se unen, todos se aman. Ahora éste niño, se fúe a descansar al más allá.
Finalmente, lo que dá a entender ésta historia, es que no importa cuán lejos éste uno de sus seres queridos y lo que implica enseñar desde arriba. Al fin y al cabo, todo sale para adelante una vez uno arriba, porque la vida a pesar de todo, sigue. Toda ida duele. Igualmente a Ramiro en ése momento que estaba en el cielo, ya no le dolía. Aprendió también que si uno, su esencia y sus hechos, funcionan acá, funcionan allá, todo en uno encanja, todo sana y repara.
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La luz de los ojos
EspiritualTrata de un niño extraordinario, que se fué de este mundo, y que a la vez enseña desde EL OTRO mundo