Era media noche cuando la luna marcaba en el reloj las doce, desde mis aposentos seducido por himnos, la narcosis me asediaba sigilosa, observo como del cielo oscuro fulgian destellos que clamaban perder el equilibrio y desplomarse en el borde onírico de la crisálida comarca y con ellas el inconmensurable peso del universo.
Se materealiza, una nube de polvo interestelar rodeaba a la aglomeración de estrellas situadas en la esquina del hemisferio norte del sombrío espacio formando un tejido gaseoso contenido por ondas gravitatorias que viajaban gradualmente componiendo armonoseas gamas de colores latte con focos azules subversivos quizá producidos por la velocidad tardía de la luz y el tiempo.
Tal vez es de esos eventos cósmicos en donde el espacio se expande o la nebulosa estaba danzando misticamente para mi.
Y un ruido sordo proveniente de la planta baja irrumpe en mi confusion mental y lo encuentro en el fondo del lúgubre mausoleo abarrotado de cansancio, por su piel puedo encontrar huellas de abandono, además, de su columna de mármol que parecia derrumbarse y desaparecer de un toque.
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