Esa mañana

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En una mañana fresca de primavera, Dovah e Insomnius por fin se iban a ver cara a cara después de haber hablado tanto por donde se conocieron: Twitter. Ambos habían esperado con ansías ese día, al fin podrían hablar no solo textualmente, también verbalmente y con la mirada.
Se había decidido que Dovah iría hasta la casa de Insomnius y ahí se quedaría a dormir con él un par de días.  Sólo un fin de semana, esos dos días serían los únicos en los que se verían en mucho tiempo, tenían que aprovechar cada segundo en el que iban estar juntos.
Habían quedado para verse por primera vez en una solitaria plaza cercana a la casa de Insomnius. A las ocho de la mañana habían quedado, poca gente logra madrugar tanto en un sábado pero teniendo en cuenta que el tiempo era oro para ellos valía la pena sacrificar el sueño.
El coche de Dovah estaba llegando, él sólo podía mirar a través del cristal de la ventana e imaginarse lo que iba a pasar en poco tiempo. ¿Y si no es como se lo imaginaba? ¿ Y si él decepcionaba a Insomnius? Cientos de preguntas llenas de inseguridad le carcomían. Sólo esperaba que el momento fuera perfecto y que esos pensamientos negativos no se volvieran realidad.
Insomnius ya estaba en la plaza desde media hora antes de la hora acordada, no quería hacer esperar a su amigo si llegaba antes por alguna casualidad y tampoco le importaba esperar. Sentado en un banco escuchaba música mientras observaba el aletear de las palomas. Estaba nervioso, simplemente no podía creerse que iba a pasar, sentía que en algún o otro momento iba a despertarse y a darse cuenta que todo era un sueño. La noche anterior la había pasado despierto, pero no por voluntad propia, el insomnio se había manifestado ante él esa noche -(JAJAJAJA SE LLAMA INSOMNIUS Y TIENE INSOMNIO, QUE IRONÍA. Ok me callo, sigue leyendo, soy tonta)-. Miró la hora del móvil, las ocho menos cuarto. Si todo iba según los planes Dovah llegaría en quince minutos. Quince minutos que se pasan rápidos si estás haciendo algo que disfrutas, se te hacen lentos en clase y en una espera, estos se hacen eternos.
Dovah seguía mirando por la ventana. Estaba concentrado tanto en sus pensamientos que ya no sentía lo que tenía a su alrededor, ni siquiera parpadeaba. Su madre al mirar hacia atrás y verlo tan vacío intentó empezar una conversación:
-¿Estás nervioso? -preguntó ella con una sonrisa forzada.
-¿Eh?- apenas se dió cuenta de lo que había dicho. Las palabras de su madre le sonaron como murmuros inteligibles que le despertaron de su mente.
- ¿Estás nervioso por conocer al amigo tuyo ese?- repitió ella con otra sonrisa pero con un toque de irritación por tener que repetir su pregunta.
-Ah, un poco...
- ¿Y qué vais a hacer?
- No sé... - él sólo quería terminar la conversación para sumergirse otra vez en sus pensamientos.
Ella al darse cuenta que hablar con él iba a ser inútil contestó con otra sonrisa forzada y permaneció en silencio.
Cinco minutos después de aquella incómoda conversación Dovah miró la hora. Siete minutos para las ocho.
-¿Queda mucho para llegar? Estamos a siete minutos para la hora.
-En realidad no queda nada, en diez minutos estamos ahí.
Lo único que Dovah quería era estar ahí a la vez que no.

Insomnius vio un coche aparcando a unos 20 metros de donde estaba él. Las puertas del coche se abrieron y de ahí salieron Dovah y su madre.

DovahsomniusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora