[Algo peor que la muerte]

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La inspiración de aquel muchacho pelirrojo iba y venía durante aquella clase a la que no se estaba molestando en prestar atención. Moviendo de adelante hacia atrás sus pies, anotaba algunas oraciones en su hoja, devolvía su vista a la pizarra, tomaba una o dos notas, y luego repetía el círculo vicioso. Sus pensamientos estaban borrosos, solo viéndose una cabellera grisácea entre tantas imágenes en su cabeza. Una sonrisa tonta fue lo que, entonces, se dibujó en el rostro del muchacho mientras que dejaba caer su cabeza sobre sus brazos, apoyados sobre la mesa. Y una vez pudo ocultar sus expresiones del profesor -fácilmente ignorado-, y del resto de la clase, Tsukinaga suspiró, manteniendo la viva imagen de Izumi Sena en su mente, disfrutando de todo en esta; sus hermosos ojos, una gran sonrisa... Algo que tenía la suerte de poder apreciar...

Aunque en verdad, ninguna de esas expresiones eran para él.

Por supuesto, él sabía de la relación que su amigo mantenía con Makoto iba mas de la amistad, por mucho que ambos lo disfrazaran bien (y con ambos, era algo obvio que solo se hablaba del muchacho de Trickstar, lo único que Sena hacía bien era ir por todos lados gritando "Yuu-kun"). Lo tenía claro, era totalmente consciente de ello, entonces, ¿Por qué le dolía tanto verlo junto al rubio?. Su inspiración desapareció totalmente en el momento en que los vívidos colores con los que imaginaba al muchacho se oscurecían, al ver su silueta desvanecerse mientras era arrastrada por otra familiar. Fue allí cuando alzó su cabeza y la movió de un lado a otro, desarreglando un poco su cabellera en el proceso. Miró a su hoja, y su pura sonrisa se volvió amarga, mientras comenzaba a sentir una presión en su labio inferior. Este era suavemente mordido por sus propios dientes, a la par que observaba aquel papel garabateado con algo de repudio. Culpándose a si mismo por distraerse de su proyecto por el cansancio, pensó que sería mejor llegar a casa pronto y acurrucarse en el sofá con Ruka. Pero aun así, los únicos culpables de aquella pérdida de ideas eran sus sentimientos, y muy en el fondo, el quería quedarse hasta más tarde y disfrutar de la compañía de aquel que definitivamente lo había enamorado.

El timbre indicando el fin de clases y el comienzo de actividades de club, o unidades, sonó de una forma exageradamente fuerte. Podía largarse en ese momento, pero aun así, decidió ir a practicar con el resto de su amada unidad, dibujando una enorme sonrisa en su rostro. Y allí lo vio, listo para comenzar la práctica del día. Alzando su mano derecha, Izumi murmuró un "Ou-sama", pero el silencio de la habitación hizo que todos voltearan un poco su cabeza a ver al líder entrar; mas bien todos menos Ritsu, él era una persona de noche, durante el día tenía que dormir. Este devolvió el saludo a los demás algo desganado, pero acercándose a su "gran amigo Sena", y abrazándolo fuerte contra él.

- ¿¡Están listos para la práctica de hoy, Knights!? - Exclamó, con su típico tono rebosante de felicidad, mientras sostenía a su contrario más contra su propio cuerpo. Este tenía el ceño fruncido, aunque realmente no se quejó, no podía hacer nada contra el "Rey", después de todo.

Y en lo que todos coreaban un "si", Leo se preguntó cómo sería estar así de cerca cerca de aquel muchacho de la 3-B con más frecuencia. Se preguntó, por unos momentos, como se sentiría Makoto a una distancia incluso menor que esa. Y por último, se le pasó por la cabeza la idea que colmó el vaso;

¿Cómo se sentiría estar en el lugar de Makoto?

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Los días pasaron. Iban lentos, muy difíciles, pero aun así no tenía mas alternativa que alzar la cabeza y moverse hacia adelante. Hasta ese fatídico día. El "Rey" se sentía pesado, el caminar por esos pasillos vacíos se le hacía un tanto complicado, el aire se le iba con demasiada facilidad. No sabía que le ocurría, pero a esas alturas, le preocupaba bastante. Recorrió las instalaciones en busca de un lugar calmado donde sentarse. Al dar con el jardín, decidió poner todo su empeño en correr a este, casi cayendo entre las flores en un afán por sentarse rápidamente. Allí, reposó su cabeza. Las flores tras él eran hermosas camelias blancas, cuyos pétalos cada tanto se soltaban con aquella leve brisa del lugar, y volaban justo frente a los ojos de aquel muchacho, quien simplemente suspiraba ante tal tranquilidad, que quizás no duraría mucho, pero necesitaba. Y en verdad no duró nada, porque ese peso en su cuerpo no tardó en regresar. Era como algo que le impedía respirar, que llenaba su pecho y se trababa en su garganta. No tardó en toser, por supuesto, pues sentía como esa incomodidad subía en su cuerpo. Y mientras cubría su boca con una mano, dejó salir todo lo que tenía atorado. Una suavidad casi inexplicable llenó sus dos manos. Estaba confundido, ¿eso por qué era? De forma lenta, retiró ambas manos de sus labios, viendo como algo rojo se asomaba. Y no era sangre, eran mas pétalos. Pero la forma y el color no coincidían con los de aquellas flores en la que su cuerpo yacía. El pelirrojo no sabía qué tipo de flores eran, ni tenía un mínimo interés en saberlo, aunque en realidad, se trataba de dalias rojas. "Te voy a querer por siempre", en el lenguaje de las flores. Lo cual era bastante acertado, pues esa enfermedad lo demostraba totalmente.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2018 ⏰

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