Capitulo 4

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 *Narra Bar*

  Una semana había pasado desde ese encuentro con Mica,  en esa semana parecíamos ideologicamente inseparables, todos los días a toda hora nos mandábamos mensaje, no hay cosa que no comentáramos, ni tema que termine en nuestros chats, siempre había un buenos días y un buenas noches. Ya me había acostumbrado a sus mensajes constantes diciéndome que vio un mosquito en su ventana, ese día la invite a mi departamento a pasar la tarde, ella dijo que si y que su hermana la iba a traer, me pase la tarde acomodando todo, buscando películas, preparando la comida. Recordando sus palabras, aunque me dijo a las 11, espere que llegara a las 13 y le pegue en el clavo porque a esa escuche el timbre.

 -¿Micaela?- Dije y me golpee internamente por idiota pero para mi sorpresa recibí respuesta.

 -Soy Belen, pero acá te la dejo- Dijo la voz de una chica y sonreí.

 -Gracias, ahí bajo- Tome las llaves y baje a abrirle.

 La encontré apoyada a la puerta, cuando le abrí ella me tomo por sorpresa lanzándose a mis brazos, abrazándose a mi cuello y escondiéndose en el. Sonreí por la acción y dirigí mis manos a su cintura abrazándola también. Duramos así unos minutos, cuando Micaela se alejo su rostro estaba rojo, sonreí y bese su cachete a modo de saludo. Tome su mano y subimos las escaleras juntas, la mano de Micaela era tan suave como la recordaba, ella parecía no molestarse con esta acción y eso fue suficiente para que yo sonriera.

 Comimos viendo una serie en Netflix, estuve a punto de poner una película cuando Micaela me miro con ojitos celestes de perro abandonado al pasar una serie de largo, los capítulos se reproducían constantemente cuando Micaela reposo su cabeza en mi hombro, sonreí por milésima vez en el día, ella tomo el control y cuando la mire me dijo con señas que quería descansar un rato de la tele.

 -¿Queres tomar algo?- Ella afirmo y fui a la cocina para servir dos vasos de jugo. 

 Suspire por la ojiazul que estaba en mi living, sonreí ante el pensamiento de que ella no me sea indiferente y de que este era un progreso tranquilo pero tierno, volví y Micaela me esperaba sentada como india en el sillón, me dedique a observarla un momento, cuando ella lo noto se sonrojo un poco, pude ver como su mirada iba a algo mas allá de mi, algo a mis espaldas. 

 "¿Tocas?"- Dijo entre señas y no comprendí, empezó a señalar a mi espalda y voltee, detrás de uno de mis muebles se asomaba mi olvidada guitarra, puedo jurar que pensé que la había tirado en alguna parte de mi pieza.

 -Antes- dije con una sonrisa.

 "¿Me tocas algo? Por favor"- Pidió juntando las manos y mirándome con esos grandes ojos azules. Esos ojos que parecían dibujados y pintados por el artista mas perfeccionista. Quise con todas mis fuerzas negarme pero no pude, su mirada, su puchero, su sonrisa expectante. Suspire y le sonreí asintiendo, ella aplaudió como una nena y yo me levante para buscar la guitarra.

 El camino hasta la guitarra se me hacia eterno y pesado, cada paso era una punzada, de pronto unas imágenes vinieron a mi cabeza.

 *Flashback*

 -Bar! Bar! Bar!- Gritaba el enano de cinco años corriendo a mi alrededor.

 -Podes dejar de gritar y correr, te podes caer- Me reí, era natural su pequeño cuerpo aún no conocía esa enfermedad de mierda, su espíritu aun era puro, activo y travieso.

 -Mi canción! Mi canción! Mi canción!- Dijo alterado viendo la guitarra y señalándola. Yo a mis quince años apenas llegaba de la escuela de música y el ya me pedía que le toque su canción.

De tu mano empezaré otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora