Capítulo 4: Libre...

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Pasé varios días perdido en el placer, no quise volver de inmediato al mundo humano, ¿qué caso tenía?, no quería seguir siendo la sombra de mí mismo por un ángel y ciertamente no importaba si me dedicaba a mi deseo, pues siempre tenía a alguien que me supliera de la misma forma que yo lo hacía.

-          ¿Te iras hoy? – la voz de Indrel se oyó suave mientras me sentaba en la cama, los dos se encontraban a ambos lados – no tiene nada de malo que juegues un poco más con nosotros – se irguió hasta mí y me besó en los labios.

-          Necesito hacer algunas cosas, prometo volver por la noche – lo tomé por la nuca y lo besé de manera profunda y lenta, se sentía tan placentero aquello que siempre me costaba dejarlo de hacer.

-          No creo que estés del todo alejado de la esencia de aquel ángel, Kilen – mi maestro besó mi cadera y me recostó un poco en su pecho – espero volverte a ver.

-          No pienso dejar este mundo, sabe que vivo para el placer. – besó mi frente e Indrel me volvió a besar de manera profunda.

Me separé de ellos después de una rato de más juegos, no quería dejarlos, pero tenía cosas que hacer y quería hacerlas por mí mismo. Llegué al mundo humano pasado el mediodía, no tenía compromisos por la mañana por lo que no era necesario apresurarme.

-          Amo, que buen semblante tiene, veo que le sentaron bien las vacaciones – sonreí y continué mi camino hacía el jardín techado que era donde se encontraba mi lindo angelito, no tenía muchas ganas de hablar con nadie de nada.

Entré en el jardín y caminé por un diminuto paisaje selvático, por un bosque que parecía siempre haber estado ahí y por un pequeño campo de rosas el cual en la parte central se podía ver una hermosa jaula de oro de unos cuatro metros de alto y del ancho suficiente para tener libertad de movimiento en su interior. Me asomé a la jaula y en la cama se podía ver que él dormía. Se seguía viendo hermoso y para mis males seguía oliendo igual.

Abrí la puerta y la cerré a mis espaldas, no tenía una llave como tal se abría con una orden en mi lengua original. Me senté al borde de la cama y pude ver que sus ojos violetas se fueron abriendo poco a poco.

-          Sigues siendo tan hermoso, que me es difícil dejar de verte – se encogió por completo, apartando lo más posible su cuerpo de mí.

-          Por favor, te lo suplico déjame salir de aquí, déjame regresar al cielo – sus ojos comenzaron a soltar gruesas lágrimas, a las que no me pude resistir y las lamí, después de un movimiento rápido para acercarme a él.

-          Te dejaré salir, pero no te dejaré ir, ¿qué caso tendría? aunque tengas todavía tu esencia ya no eres más un ángel, pues quieras o no, ya no eres puro y aquí nunca sufrirás por la pobreza y el hambre – dije las palabras de forma dulce y calmada, la verdad aunque mi cuerpo perdiera el placer y el deseo por volver a ser demonio, no me podía resistir a su encanto, era demasiado para mí.  

-          Pero yo no quiero eso, quiero volver a ser libre, quiero seguir siendo de Dios – sentí algo extraño cuando volvió hablar así que me separé para ver su rostro, el cual aún soltaba gruesas lágrimas -  y si es el deseo de Dios que me quede en la tierra buscaré a alguien que requiera del amor divino – tomé su rostro lo más dulce posible y me acerqué a su oído, aquello que diría ni yo mismo lo creía.

-          ¿quién necesita la gracia de Dios, más que un demonio? – dije eso de forma suave y al irme separando besé su hombro desnudo. Sus grandes ojos me miraron al principio con duda y después con un poco de ternura, al parecer mi idea era de su agrado o por lo menos la estaba considerando.

-          Espero que eso sea posible – dijo con una dulce sonrisa, sonrisa que hizo que mi corazón se helada por completo, haciendo que sintiera una fuerte incomodidad en mi pecho. ¿quién hubiera pensado que un demonio tenía un corazón? Por lo menos yo no lo creería.

Ese día dejé al ángel salir de su jaula e hice que lo acomodaran en la mansión, en ningún momento intentó escapar, se empezó a sentir en casa, aunque al principio fue difícil para él acostumbrarse a ser como un humano, poco a poco fue dejando de lado su comportamiento de ángel y fue siendo más normal o más bien más humano.

A mis ojos se empezó a comportar más tierno, más lindo, no sé explicarlo muy bien, pero se fue metiendo en mis pensamientos de manera profunda, ocupando cada momento en el que me encontraba consiente, pues desde ese día ya no pude volver al infierno, mi cuerpo cada vez más dejó de necesitar ese placer y aunque el ángel no me permitía tocarlo yo no necesitaba del contacto con otro ser, pues no era necesario.

-          Hola ¿quieres salir conmigo? – su suave voz me sorprendió.

-          ¿A dónde deseas ir? – dije tomando su mano para besarla.

-          Deseo ver más del mundo, pero no sé a dónde dirigirme – sin pensarlo ni esperarlo recibí un beso en los labios, uno dulce y tímido. Por alguna razón en ese momento sentí mis sentidos serenos y el olor de su piel más atrayente aún, pero no lo toqué, porque en algún momento lo empecé a respetar y a tratarlo como un igual.

Me separé de ese dulce beso y salí con él a conocer el mundo, ¿cómo nos perdimos?, no lo sé, pero conocimos todos los rincones del mundo, viendo sus maravillas, conociendo lugares que ni los humanos podían alcanzar por propio pie lo que nos alejaba del mundo real, haciendo único cada momento, aquello se había salido del control, ya no me sentía más con la necesidad de hacer el mal, ya no me sentía un demonio más bien me sentía como los humanos con la libertad de vivir a voluntad sin que nada me fuera obligado.

En todo el tiempo que estuve con él fui conociendo lo que era amar a alguien y al parecer el también desarrollo ese sentimiento, pues en una noche estrellada de tantas que pasamos juntos, nos entregamos uno al otro, sin vernos como ángel y demonio. Después de ese día todos los demás eran como caminar en las nubes.

Dejamos que los años se consumieran como agua, nada aparte de nuestra esfera era importante, nada a parte del otro era importante, por lo que nunca noté cuando empecé a cambiar mi apariencia.

-          ¡¡¿Estoy envejeciendo?!! – dije asombrado de ver mi rostro en el espejo eso era imposible, solo los humanos tenían esa cualidad, aun así a mí me estaba pasando.

-          ¿qué ocurre? – lo vi abrazarme por la espalda y poner su cara en mi hombro.

-          Estoy envejeciendo – dije tomando su mentón y besando solo esa parte. Abrió los ojos sorprendido pues él no había prestado atención igual que yo.

-          Pero eso es imposible ninguno de los dos puede envejecer – besó la comisura de mis labios y quitó importancia a mi asombro haciendo demandante el contacto.

No sé cómo lo hace, pero siempre quita las preguntas de mi boca, con sus besos olvido incluso quien fui o quien soy, siempre dejando de lado cualquier miedo o ansiedad. Nunca había lugar para nada más, en cada momento solo existía él.

Nos encontrábamos en una playa, alojados en un hotel de segunda con comodidades limitadas, pero aun así lo único que queríamos era estar uno con el otro, pues después de que nos entregamos sentimos atracción infinita y exclusiva por el otro. Ese día seguimos recibiendo y entregando todo el amor y la pasión que podíamos entregar, olvidando el incidente en mi rostro, olvidando que yo empezaba a morir.

                                                                                                Continuará...

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Falta solo un poco más y termino esta pequeña historia (creanlo o no, espequeñapara mí)

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