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Justin pulsó eject y la cássete saltó del vídeo como una tostada de la tostadora. Había visto Al este del Edén cuatro veces. Y el personaje del sensible y solitario Cal, interpretado por James Dean, no le parecía sexy. Era un perdedor típico, no la clase de hombre que atrae a las mujeres. Y no parecía que a Aver, la chica que salía con el hermano de Cal, y que interpretaba Julie Harris, le gustara. Y no tenía por qué gustarle, con lo neurótico y hosco que era. A Justin le parecía que a ella le movía la compasión. Y la manera en que él intentaba una y otra vez ganarse la aprobación de su padre… Jolines. ¿Por qué no aceptaba que su padre era un inútil y un loco? El propio padre de Justin era un inútil. Y ni siquiera era Raymond Massey.

Justin se quitó el jersey, se puso la extraña chaqueta antigua que ________ le había hecho comprar y se miró en el espejo. Le era fácil verse, porque toda la ropa que antes llenaba el armario y tapaba el espejo había desaparecido.

Tenía que admitir que el Justin que lo miraba desde el espejo era muy diferente a él. Puede que por eso no ligara: le costaba pensar en las mujeres como conquistas o líos de una sola noche. Claro que era inevitable que algunas lo fueran, si no le gustaban lo bastante como para tener una relación más permanente. Y aquí era donde las cosas se volvían un tanto confusas. Justin odiaba que lo rechazaran, pero detestaba todavía más tener que rechazar a una mujer. Se acordó de su madre, y de todas las mujeres que Jeremy había rechazado. Y la lista podía ser enorme, puesto que Justin solo conocía a aquellas con las que su padre se había casado.

Pero ________ iba a cambiar todo esto, y él iba a competir con todos los Ryan e iba a triunfar. Había seguido todas las instrucciones de ________, hasta las más difíciles. No se había afeitado y los pies, calzados con botas, le estaban matando. Estaba seguro de que se le iban a hacer ampollas grandes como kiwis, e igual de verdes. De hecho, tiempo atrás había leído que un tío murió a causa de unas ampollas infectadas. Si a él le pasaba lo mismo, esperaba que fuera después de hacer el amor con una mujer, o al menos de dormir con ella. ________ se sentiría muy, muy triste en su funeral. Había que reconocer que ahora tenía muy buena pinta, pero sin relación alguna con su verdadera personalidad. El tío del espejo lo miraba despectivamente, y él le devolvió la mirada sarcástica, pero aquello fue aún peor. Dios, ¿qué estoy haciendo? Ahora solo me falta ponerme a hablar con mi imagen en el espejo, pensó.

Meneó la cabeza. No, definitivamente ya no parecía uno de esos mansos perros domésticos de pura raza. Ahora recordaba a un animal más astuto y salvaje, una comadreja, o quizá un zorro negro. Bueno, quizá esa fuera la impresión que había que dar. Cogió su maleta Samsonite con ruedecillas y el asa rota. Estaba a punto de abrirla cuando la tutela de ________ rindió frutos. Se imaginaba perfectamente su adorable y ligeramente torcida naricilla, arrugada en una mueca de desdén. Y casi podía oírla decir «Las ruedecillas son una de esas cosas que enfrían a las mujeres, cariño».

Se preguntó por un instante qué clase de maleta llevaría James Dean. Pero lo único que recordaba haber visto llevar a Dean en una de sus películas era a Sal Mineo en brazos. Puede que los tíos enrollados viajaran muy ligeros de equipaje. Suspiró. ¡Todo era tan complicado!

Pero ahora, para que su plan resultara, tenía que llevar equipaje. Después de buscar durante un cuarto de hora se decidió por una bolsa de lona negra que usaba en la universidad para llevar la ropa a la lavandería. Echó dentro un par de zapatillas de deporte, para darle peso, y luego la llenó con hojas de periódico arrugadas, concretamente del Seattle Times, aunque guardó las páginas donde había artículos de ________. Mientras cerraba la bolsa, pensó que ojalá todo eso diera algún resultado. Muchas esperanzas, en verdad, no tenía.

Pero a pesar de su habitual pesimismo, Justin reconocía que algo estaba pasando. Puede que fuera por la ropa nueva. O quizá algo había cambiado en su actitud gracias a las lecciones —no demasiado amables— de ________. Pero fuera lo que fuese, estaba claro que las mujeres se comportaban con él de otra manera. En el trabajo las secretarias, las analistas, e incluso alguna ejecutiva, habían comenzado a saludarlo siempre que pasaba cerca de ellas. Hasta Cloe le había lanzado un «¡Hola!». Antes solo lo saludaban unas pocas amigas. Y no era solo eso. Había algo en la manera en que le decían hola, algo en sus voces. No era exactamente una abierta invitación al ligue, pero a Justin le admiraba que la simple combinación de dos sílabas, ho y la, fuera tan musical.

Chico malo busca chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora