Las lágrimas corrían por las mejillas de ________, pero no las secaba. Pestañeó para ver mejor y sintió que una lágrima se deslizaba por la nariz y le hacía cosquillas. Sacó la lengua y se la lamió cuando llegó al labio superior. Era un poco salada.
—¿Cuánta sal? —le preguntó a Selena, que estaba agachada, la cabeza metida en un armario, buscando alguna cosa—. ¿Tengo que echarle sal?
Selena gruñó y sacó la cabeza del armario.
—No. Los tomates ya tienen bastante sodio. Y además llevan otros condimentos, así que no hay necesidad de echarles sal.
________ asintió con la cabeza, y una lágrima le resbaló por el mentón, cayó en el tajo y mojó un trozo de cebolla. ________ podría haber echado ya las cebollas en la cazuela, porque las había cortado lo mejor que sabía, y los ojos le habrían dejado de llorar, pero antes quería que Selena diera su aprobación.
—¿Sabes una cosa? Si antes de cortar las cebollas las pones unos minutos en el congelador, no te hacen llorar.
—Mira, si tuviera tiempo para recordar ese tipo de cosas, sería una de esas tías que ponen los pantys en el congelador para que no se rompan.
—¿Y eso funciona?
—Y yo qué sé —respondió ________ encogiéndose de hombros—. No soy de esa clase de tías.
—¡Por suerte! —dijo Ryan desde el sofá—. Los pantys ya son un palo, y congelados serían insufribles.
________ cogió el tajo y lo acercó a la sartén, donde la mantequilla ya estaba derretida.
—¿Ya puedo echar las cebollas? —preguntó. Y en ese instante vio una mancha roja en la madera del tajo y se dio cuenta de que no solo había cortado cebollas, sino también su dedo pulgar—. ¡Dios mío! —exclamó.
Selena acudió de inmediato. ________ le mostró el pulgar, que seguía sangrando. Y un verso de un poema de Sylvia Plath, que ella y Selena conocían muy bien, le vino a la mente.
—Veterano trepanado —dijo en voz alta.
—Eh, no cites a Sylvia mientras te desangras en mi cassoulet —dijo Selena, y lavó el pulgar de ________ bajo el grifo, lo desinfectó con agua oxigenada, le puso una crema con antibiótico y lo vendó.
Ryan, a todo esto, se había levantado y se había acercado a la mesa.
—¿Te has cortado, muchacha? —preguntó. Y añadió—: ¿Por qué no tiras la toalla? Tú eres buena para otras cosas. —Esbozó una sonrisa intencionada mientras comenzaba a rasguear las cuerdas del bajo.
—Sé bueno, Ryan, que estoy guisando para ti —le dijo ella, y en lugar de tirar la toalla, como le aconsejaba él, echó la cebolla a la sartén.
La habitación se llenó de un olor delicioso. ________ se sintió como una de las famosas cocineras de la televisión.
Selena miró la cebolla e hizo un gesto de aprobación.
—Remuévela un par de veces. Tiene que quedar dorada, no quemada —aconsejó. Miró a Ryan, y de nuevo a ________—. Hazle un poco de caso a ese chico —le dijo a su amiga en voz muy baja—. Está poco menos que mendigando un poco de atención.
—¿Y para quién crees que estoy cocinando? —replicó ________—. Estoy trabajando como una esclava para él.
Ryan se limitó a encogerse de hombros. Selena lo miró.
—¿Te acuerdas de la familia Partridge?
—Sí —respondió Ryan—. Yo odiaba a Keith.
—Porque estabas celoso de él —replicó Selena, y ________ sofocó la risa—. Pero ¿te acuerdas de cuando Danny tocaba el bajo, que rasgueaba como si fuera una guitarra?