Capítulo Veintisiete

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Antonio.-

Ese tal Saúl al parecer no tenía mucho que hacer, dado que se presentó de nuevo en la escuela el lunes a la hora de la salida y Danna parecía realmente muy cómoda hablando con él, sonriéndole y sonrojándose un poco, por Dios, y al tipo en serio parecía fascinarle tanto como a mí disfrutar de esos pequeños gestos.

—¿Te vas a quedar aquí paradote o irás hacer algo? —cuestionó David deteniéndose a mi lado y mirando la misma escena que yo—, porque si tú no vas yo podría ir —opinó.

—Aléjate de ella —espeté.

—¿Por qué?, no es tu novia, no veo el inconveniente

—Que no sea mi novia no me va a impedir golpearte hasta la semana que entra —advertí.

—Me gustaría saber qué pensaría Danna de eso, se va a molestar mucho cuando se entere de que intentas marcar tu territorio

—Me doy por bien servido con que tú sepas que ella no es tu territorio, ahora dime, ella sabe que estas pidiéndole asesorías solo porque quieres ver si puedes lograr algo con ella

—¿Le vas a decir eso?

—Lo reservaré para otro momento —decidí, al mismo tiempo que me preparaba para ir allá y hablar con Danna—, pero es en serio, no me molestaría golpearte hasta la siguiente semana, así que aléjate —reiteré.

Comencé a caminar en dirección a Danna por lo que no me tomó ni un minuto llegar hasta donde aún charlaba con el tal Saúl.

—Dan, ¿te robo un minuto? —interrumpí—, bien, tal vez sean como diez, siendo sincero —ella no me miró por unos segundos y luego Saúl habló:

—Los dejo para que hablen; nos vemos el viernes entonces Danna, cuídate y te llamaré —prometió antes de darle un beso en la mejilla.

—Nos vemos el viernes —concordó Danna.

—Hasta luego —murmuró Saúl antes de retirarse. Danna siguió sin mirarme y suspiró.

—¿Puedes apurarte? —pidió—, tengo prisa

—Oh claro, no soy Saúl porque entonces si tienes tiempo interminable —reclamé, Dan rodó los ojos y negó una vez.

—¿Vienes a hablar de Saúl?

—No, yo... quiero disculparme por lo del sábado, he intentado hablar contigo todo el día sobre eso pero, hasta ahora se puede

—No hay por qué hablar de eso —espetó mirándome.

—¿En serio?

—Ajá —comenzó a caminar y yo lo hice a su lado.

—¿O sea que me disculpas? —tomé su brazo e hice que se detuviera.

—No

—Pero, acabo de pedirte disculpas

—No tengo por qué perdonarte, tú y yo no somos nada, así que... no veo por qué hablar de ello o pedirme disculpas, ¿no? —interrumpió jalando su brazo para soltarse y seguir caminando.

—Danna, ¿es en serio? —la detuve de nuevo.

—¿Parece que bromeo?

—Sí... déjame entenderlo, me estás diciendo que tú y yo, ¿no somos nada? —Danna levantó la mirada y se encontró con la mía, relajó los hombros y se pasó la lengua por los labios, eso, eso me distraía bastante. Abrió los labios para comenzar a hablar pero su voz fue interrumpida por la de Sofía.

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