Érase una vez una reina que no podía tener hijos. Llevada por la necesidad de dar un heredero al reino, rogó a todos los hechiceros de Marabilia para que la ayudaran, mas ninguno pudo servirla como deseaba. Desesperada, acudió a un poderoso y temido nigromante, pues todos saben que juegan con la vida y la muerte, y seguramente podría darle al hijo que pedía.
- Podré darle una heredera, mi señora- dijo el nigromante-, mas no será lo que vos esperáis, pues deberéis mantenerla cautiva cada noche de luna llena.
La reina, por supuesto, aceptó: era la única manera. Acompañada por el hechicero de magia negra, fueron hasta una playa, donde, atrapada entre las redes de un pescador, se hallaba una sirena. El nigromante hizo uso de todo su poder y le dio piernas a la joven, que los miraba con el horror impregnado en el rostro, que era muy hermoso. El todopoderoso hechicero afirmó que la muchacha no recordaba nada de su vida de sirena, pero que una vez cada mes el hechizo se rompería y volvería a ser una sirena por una noche. La reina decidió, al dí siguiente, presentar a la sirena como una hija extra-matrimonial. La corte, aun disgustada por la infidelidad de su señora, no pudieron hacer más que aceptar a le joven como legítima heredera, pues no había otra opción.
Con el paso del tiempo, la sirena se convirtió en una digna princesa. Vestía las mejores ropas y hablaba con unos modales exquisitos. En las reuniones y cenas, la muchacha afirmaba tener sueños entre peces y palacios de coral, y todo palacio reía de sus ocurrencias, mas la reina recordaba con tristeza que no eran simples sueños, sino meros recuerdos de su pasada vida, así como escuchaba los sollozos y cantos de la sirena, que llamaba a sus hermanas con cada luna llena. Su majestad siguió los consejos del nigromante y se ocupó de encerrar a la princesa cada mes en la torre más recóndita de palacio y de que nunca viera el mar.
Un día, a la corte llegó la petición de mano del príncipe heredero del reino vecino, que el rey aceptó sin reparos. Las fechas nupciales llegaron con la primavera, y tras un largo viaje por tierra (pues la princesa no podría bajo ningún concepto navegar) el carruaje real llegó a palacio, y la boda se celebró. También esa noche, la noche de bodas, la reina se ocupó de encerrar a la muchacha en su recién adquirida habitación, alegando a que la joven se encontraba delicada de salud. El príncipe, preocupado por su ahora mujer, entró en la habitación y, horrorizado por la figura de la sirena, que se alzaba ante el con las fauces abiertas, e ignorando que se trataba de la heredera al trono, la mató, cortándole la cabeza.
La reina, culpable de la muerte de una maravillosa criatura y provocadora de la ira de ambos reinos, lloró durante días y noches. De sus lágrimas, estancadas en su regazo, surgieron escamas, y sus sollozos se convirtieron en tristes cánticos, así como sus ropas se fusionaron con su cuerpo, dando lugar a una criatura como la que, bajo su yugo, había muerto aquel fatídico día.
Así, la pasada reina de un rico y próspero reino, reemplazó el lugar de su adoptiva hija, en aquel océano que tanto había echado de menos y con aquellas hermanas con las que tanto había ansiado reencontrarse y nunca había podido.
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Echo de menos el mar
FantasyLa trágica historia de una reina desesperada, una princesa con un oscuro secreto, y un hechizo que las mantenía a las dos bajo el yugo de la luna llena.