Parte Única.

74 15 10
                                    

Era media noche en un bar de mala fama. En el rincón escondido de Barcelona, allí dónde ni la policía quería involucrarse, dónde iban a parar los delincuentes y los sin vida. El lugar tenía un aroma a sudor, sangre y alcohol que molestaba las fosas nasales de cualquiera que no estuviera acostumbrado, todos pasados de copa, riendo, peleando o apostando en las partidas de pool. Y la puerta sonó indicando a un nuevo cliente frecuente, todos los hombres y las pocas mujeres detuvieron sus movientos en busca del recién llegado, tal vez traía un golpe o una cantidad de dinero que contentaría al barman pero a cambio vieron el paso seguro y sensual de una mujer que fumaba con calma y caminaba a la barra acostumbrada al mal oliente lugar.

La Diosa, Rebekka Altin. La dueña de las fantasías de todos los hombres del lugar de mala fama, ella, la que todos deseaban tener en la cama, en el baño, en suelo, dónde fuera. Ella, la extrajera de exquisitos rasgos y delicioso cuerpo. La que ocupaba pantalones cortos y camisetas ceñidas, dejando ver sus piernas envueltas en mallas de red y de botas con tacones mortales, la de chaquetas de cuero y la del cabello largo rapado a un costado. Pero Rebekka era La Diosa, todos la miraban con la erecciones doliente pero nadie la tocaba, nadie le proponía nada. Ella era la solitaria ladrona que engatusaba a los hombres y les robaba todo lo más posible sin perder nada en el intento. Era una mente maestra.

La Kazaja se sentó en la barra apagando el cigarro en el mesón descuidado—. Lo de siempre —dijo con voz firme, aburrrida y coqueta a lo que el barman acotó de inmediato dejando frente a ella un licor de color verde. Su favorito.

Y la noche siguió, una mujer era follada en una esquina por dos hombres y otros cinco viendo, mientras otra bailaba en el tubo del Pole Dance completamente desnuda mientras le lanzaban dinero y era toqueteada. Estaban en drogas, en alcohol, nadie decía nada y Rebekka seguía bebiendo el mismo licor verde que le fue servido anteriormente.

Entonces la puerta se abrió. Todos se detuvieron y el silencio fue absoluto a excepción de los gemidos del trio. Una muchacha de gran abrigo animal print y cabello hermosamente rubio entró abrazándose a si misma a eso de las tres de la mañana. Miraba a todos totalmente desconfiada y fue entonces que todos los hombres libres se acercaron a ella ¿Cuanto cobras? Le preguntaron a lo que la desconocida solo negaba e intentaba alejarse temblando del frío y el miedo.

Rebekka se puso de pie haciendo chirrear la silla y todos se detuvieron y la miraron asustados alejándose rápidamente de la rubia de aroma a jazmín.

— ¿Escapaste de casa princesa? —preguntó la Kazaja acercándose lentamente—. Este no es lugar para una niña.

— Sólo buscaba dónde ocultarme —dijo con la voz temblorosa.

— Aquí no hay refugio para adolescentes rebeldes. Sólo somos personas de mala vida que busca un poco de droga, alcohol y prostitutas. Delicuentes, asesinos y violadores. Esos somos los reunidos.

Entonces la rubia dejó caer el abrigo dejando ver el hermoso vestido blanco manchado en sangre al igual que sus piernas y brazos de brillante piel. El sonido metálico del abrigo al caer les hizo saber que había un arma en los bolsillos. Reinó el silencio, la kazaja se acercó quedando a unos centímetros de la rubia, le pasaba en estatura pero tal vez eran por los tacones que tenía puestos y los zapatos bajos que tenía la nueva.

— Mi padre intentó tocarme. Lo maté con un cuchillo —murmuró la chica embobada por Rebekka.

— Que tierna. Te invito un trago.

El ruido continuo luego de eso, peleas, risas, gemidos y tal vez un disparo. Más sangre, más sudor y más fluidos. Ese lugar era para el pecado. Pero Rebekka y la nueva —que resultó llamarse Yulia— lo ignoraban por completo, envueltas en una conversación más allá de lo entendible para los ignorantes que les rodeaban, bebiendo el licor verde que recomendó la Kazaja, tal vez con una droga extraña en ellos. Yulia olvidó el olor, la sangre que la tenía manchada por completo y se mantenía concentrada en la mujer que le sonreía de forma única y hacía gestos que sólo ella comprendía, moviendo las piernas inquietas por la excitación que sentía entre ellas.

Nunca había sentido algo así por otra chica, pero es que Rebekka tenía algo que le fascinaba, tal vez su forma de hablar o su forma de jugar con el cabello. Tal vez la ropa que marcaba su cuerpo perfecto. No lo sabía pero si sabía que tenía unas ganas casi incontrolables de ser tocada mientras esta le seguía hablando con esa voz que ya le tenía fantaseando. En un momento bajó la mirada y vió que sus pezones se marcaban a través del vestido que estaba ocupando sin el brassier volvió a removerse y miró a su compañera que jugaba con la copa vacía. Se veía tan tranquila que la estaba envidiando por tenerla así y que ella no tuviera reacciones con su mera presencia.

— Debo ir al baño —dijo Yulia llamando su atención, quería refugiarse en uno de los cubículos para tocarse y dejar esa sensación que la estaba consumiendo en ansiedad. Rebekka le indicó como llegar antes de que esta se levantara para seguir sus indicaciones.

Se sentía húmeda y, a penas sintió que estaba en los pasillos vacíos del segundo piso llevó sus manos hasta sus senos para tocarse y bajar un poco su ansiedad suspirando. Pero no llegó a los baños, cuándo abrió la puerta se encontró una habitación con un olor a menta que contrarestaba con el olor del lugar y sintió una mano en su cadera que adivinó era de su compañera.

— Tranquila —dijo cerca de su oído haciéndola jadear.

Y entonces entraron a la habitación que rápidamente adivinó como la de la Kazaja. así que vive aquí pensó fascinada, al ver como esta cerraba la puerta con ambas adentro. Se removió inquieta desviando la mirada sin saber que hacer y soltó un gemido en cuantó sintió la mano del contraria entre sus piernas.

— Estás mojada —acotó provocando que Yulia se sonrojara. Se alejó y cruzó de brazos—. Desnudate y acuestate —ordenó a lo que la rubia acotó de inmediato quitándose el vestido manchado y la ropa interior dejandola caer, se quitó los zapatos y se recostó en la cama boca arriba esperando sus indicaciones.

La miró y se obligó a cerrar las piernas al verla desnudarse, el busto era mucho más que el suyo y sus pezones duros la delataban en excitación al igual que ella. Cuándo la vió completamente desnuda se quitó la baba acomulada con una de sus manos y quiso tocarse. Juntaron sus miradas y no supo en que momento se lanzó a sus brazos para besarla con necesidad, jugando con sus lenguas y frotando sus cuerpos con los dedos de Rebekka tocando el clítoris de la otra haciéndola gemir en medio del beso, derritiendose entre sus brazos y pidiendo más.

Sólo más.

Cinco orgasmos había tenido Yulia durante toda la noche, todos gritados en nombres de la kazaja, tirando de las mantas de la cama, arañandola o simplemente tirando su cabello por el placer. Rebekka no se había quedado atrás y con un tercer y último orgamo dió por finalizada su sección de sexo con la nueva que dormitaba sobre su pecho desnudo abrazandola.

Fue entonces que Rebekka supo que quería a esa rusa solamente para ella, que le fascinaba escuchar como gritaba y gemia su nombre pidiendo por más. Y la protegería de todo y todos, que la follaría siempre y cuándo pudiera, que la consentiria en todo. Pero, por sobre todo la ataría a ella y no dejaría que nadie se le acercara.

Y, ese lugar de mala fama, de delicuentes y gente sin vida, prometió que Yulia sería suya por el resto de sus vidas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 29, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Barcelona [Oneshot Fem!Otayuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora