Tres

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Se supone que "sería libre" sí... libre.

Me desperté cuando aún estaba oscuro, mi mente era atacada por un torbellino de pensamientos. La tristeza me embargaba y el vacío en mi pecho se incrementaba con cada segundo, sentía el palpitar de cada latido de mi corazón en mis oídos y me causaba terror el tener un ataque de pánico o ansiedad en ese preciso instante, sin embargo logré distraerme cuando me fijé que en la parte más alta de la pared había una ventana con barrotes de algún metal, no la había visto al llegar porque en la parte de adentro se veía una pequeña puerta que se confundía de tal forma que el cemento que frisaba la misma era el mismo que cubría la pared, probablemente habían entrado a abrirla mientras dormía.

Logré apreciar la luna tan brillante, tan única, iluminando la noche de la forma que solo ella lo sabe hacer, la noche es más oscura de lo normal y algo tenebrosa, tanto que podría espantar a cualquiera que caminara solo por la calle, pero tan misteriosa que quieres más de ella, es lejana e infinita, mágica y real, que te absorbe tan solo con una ráfaga de viento, la nostalgia vehemente causaba que los recuerdos que tenía guardados en lo mas recóndito de mi mente salieran a bailar por mis pensamientos...

—¡Corre hija! ¡Corre! — gritaba mamá una de las muchas veces que jugaba con papá a las atrapadas, me perseguía hasta que me levantaba y me atacaba con cosquillas que me hacían retorcer de la risa.

—No papi ¡no me atraparás! Soy tan rápida como la luz — presumía al ver que no me alcanzaba, pero para nadie era una sorpresa que más tardaba yo en burlarme que él en atraparme— ¡No! ¡Rayos! Papi no se vale. No te quiero, siempre ganas. ― solía molestarme cuando claramente perdía, pero al final él siempre me terminaba consintiendo de más.

—Hija eres un caso, te amo pequeña. — nunca fue un secreto que mi padre era extremadamente condescendiente conmigo, mientras él me recibía con una sonrisa que no entraba en su rostro, mi madre probablemente volteaba los ojos al ver como él me malcriaba.

—Si me dejas ganar, también te amaré. ― él solía decir que de grande sería buena negociando porque a él siempre le vendía mis disparates con solo sonreírle.

— ¡Hey! No se vale. — era normal que fingiera molestia cuando por dentro solo reía de mis ocurrencias― pero está bien, vamos a ver si esta vez ganas. ― era experto en complacerme y darme atención.

Saqué con furia de mi rostro las lágrimas que caían por impotencia, aun tenía mucho por vivir con mis padres, no fue justo que me los arrebataran de tal manera, ellos nunca hicieron más que luchar por los deseos y necesidades de nuestra familia.

Debía ser fuerte, no me dejaba derrumbar fácilmente por la situación, sabía que sería difícil, pero no imposible, de cualquier forma, saldría de eso, con o sin ayuda.

Tampoco podía sacar de mi cabeza a mi pequeño amigo peludo, tenía claro que ese sería mi único compañero, había sido un regalo de un amigo de mi padre, Step nos ha acompañado desde siempre, es un miembro más de la familia y mis padres al igual que yo le tenemos un gran aprecio.

Sonó en parlante por el que se habían comunicado el día anterior, todo esto parecía un mal chiste, entre más pensaba lo que estaba sucediendo, menos sentido le encontraba. El día comenzó mal ya que lo primero que escuché fue un grito desgarrador femenino, seguido de suplicas que imploraban piedad.

— Emma ¿Cómo estás hoy? ― habló la misma voz de antes.

― ¿Cómo crees que debería de estar? Dime ¿no te basta con haber matado a mis padres? Anda, acaba conmigo que igual no sirvo de mucho porque no sé absolutamente nada sobre lo que, según tú, mis padres hacían.

El Último Trago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora