Unreal | Joaquín Correa

Capítulo 18

Tal vez había sido un poco desmedido y exagerado no haberme cambiado de pantalones. Todos me miraron desencajados cuando entré en pijama a la casa.

—¿Dónde está Macarena?—le pregunté al primer chico que se me cruzó.

—Señor, creo que su hija se fue— ignoré al idiota cuando vi a Carlota luchando por poner de pie a Rena.

Me hice lugar entre la gente y llegué hasta las chicas en el patio. Rena estaba tirada en el borde de la piscina con uno de sus brazos en el agua.

—¿Qué pasó?—pregunté. Nunca me pareció que Rena fuera ése tipo de chica.

—No sé, tomó, pero no sé porqué.—Su amiga me miraba preocupada.

—Vamos, Rena—tomé su mano y sin abrir los ojos se resistió a mí.

—No, no te me acerques.—jaló su brazo en dirección opuesta. No la tenía sujetada bien así que rodó y cayó al agua.

—¡Rena!

Metí mis brazos al agua y desde el borde la saqué. Completamente mojada, por suerte no parecía haber tragado agua. Hacía un poco de frío y estando así de mojada se podía enfermar.

La acomodé en mis brazos para poder caminar con ella y sacarla de esa casa.
No me importaba lo mal que me miraran. La acomodé en el asiento del copiloto y le puse el cinturón de seguridad.

—Vamos—le dije a Carlota y se subió en la parte trasera.

—No podemos llevarla a su casa, digo, su madre la va a matar.—Pensó y asentí.

—¿Dónde es tu casa?

—Si mis padres me ven llegar con ella así no me dejarán salir más, y le dirán a su madre.—Razonó.

—Puede quedarse en mi casa...—fingí desinterés.

Dejé a Carlota en la dirección que me dio, y procedí a llevar a Rena a la mía.
Subí sin mucho problema y entré a mi apartamento. Cerré la puerta con el pie y fui hasta el baño en mi habitación, porque estaba totalmente empapada.
Le bajé la tapa al inodoro y la senté en el, le quité los zapatos y los hice a un lado. Intenté sacarle el conjunto pero era muy complicado. ¿Cómo se lo había puesto?
Medio adormilada hizo un movimiento de manos y se deshizo de la prenda. Dejándome en total nerviosismo al verla en ropa interior.
No estaba preparado para eso.
Se quitó el collar y las pulseras con rapidez.

—¿Qué esperas?—preguntó y la miré confundido.—Bésame.

No dude mucho y me acerqué a besarla, porque si se me antojaba uno de esos. Cargué su pequeño cuerpo y la metí en la ducha, todo eso sin despegarnos ni un centímetro.

Ella se movió y me sacó el buzo, empecé a besar su cuello para escuchar sus suspiros y su aliento caliente en mi hombro. Sentía su voz en mi oído susurrar cosas incomprensibles.
Cuando me saqué el pantalón vi en que me había metido, mi boxer no disimulaba nada. Me apoyé contra ella y sonrió al sentir mi miebro en su vientre.

¡Tenía que controlar eso!

Pero sus caricias y suspiros no hacían nada más que aumentar el tamaño de éste. Lo necesitaba.
Pero estaba borracha, y por mucho que quisiera o deseara eso una parte que desconocía de mí abrió el agua caliente para poder sacar el frío de su cuerpo, aunque yo sentía todo menos frío. Froté un poco su cuerpo para entiviarlo.

Yo también me estaba mojando pero no me importaba. Cuando terminé cerré la ducha y la saqué, busqué una toalla mientras me esperaba sentada como antes.

—Quiero estar con vos, Joaquín.—Susurró.

—Y yo también quiero estar con vos...—admití. Se paró y eso ayudó bastante a la hora de secarla. Pasé la toalla por sus piernas.

—No me entendes—dijo—Quiero acostarme con vos.

—Si entendí, por desgracia—miré el bulto entre mis piernas. Apreté mi mandíbula y pasé a la otra pierna.

Puso la pierna por sobre mi hombro, ya que yo estaba arodillado frente a ella.

—Hagámoslo entonces—levante mi vista y me miró igual de deseosa que yo.

Así no podía. Intenté ponerme en mi lado más cuerdo y racional y besé la parte interna de su muslo y la bajé de mi hombro. Me puse de pie y procedí a secar su abdomen y su espalda, pasando por su trasero.
Sonrió con los ojos cerrados y me abrazó. Después sequé sus costillas y la parte más bonita de todo su cuerpo, su cara. Busqué una remera mía y se la puse encima de ropa interior mojada. Después le desabroché sujetador contendiendo de no ver nada o no razonaría. Le estaba por bajar la última prenda de conjunto cuando me rodeó con sus piernas.
Sin permiso alguno empezó a dejar besos en mi pecho y abdomen.

Uff.

Ya no podía controlarme, era demasiada presión, mi sangre hervía. La tiré en la cama y me posicioné entre sus piernas.

Esto no podía ser así.

Comencé a fortarme contra ella, rozando mi pelvis contra la suya. Maldito boxer.
Gemí al sentir la húmedad entre nosotros, la humedad de sus besos y mordidas.

—Maca—gemí.

—Más fuerte. Estás conmigo, no con la Robles—pidió y me aparté de ella sin respiración. ¿Qué acababa de decir? ¿Robles? ¿A qué se refería?

Pero no me quité los boxers, le saqué lo último que quedaba de su ropa y me alejé de ella. Ahora solo traía mi remera que le quedaba gigantesca.

A los pocos minutos se quedó dormida, todo por efecto del alcohol. Suspiré un poco cansado, intentando cordinar mi respiración. Miré mi entrepierna que no había cedido ni un centímetro.
Así que me dirigí al baño con el propósito de encargarme del asunto con mis propias manos.

Cuando terminé volví a mi dormitorio y la acomodé en mi cama. Me acosté mirándola. Dormir sin preocupaciones, aunque las preocupaciones las tendría mañana con la resaca.

Esa noche no pude pegar un ojo, ni dormí, me la pasé viéndola. Como reaccionaba su piel a los cambios de luz, y cada vez se iba haciendo más claro. Como el cielo. Me abrazó dormida un par de veces y me dediqué a besarla con mucho cuidado de no despertarla.

Mi remera se le veía mejor que cualquier vestido de diseñador.

Eran las ocho y media de la mañana y los ojos me ardían un poco cuando ella se removió.
Abrió sus ojos lentamente para adaptarse a la luz entrando por el ventanal.
Me miró y abrió sus ojos, tocó su ropa y volvió a mirarme pidiendo explicaciones.

—No hicimos nada—dije y suspiró aliviada. Llevó una de sus manos a su pelo.

—¿Qué pasó?—se tiró en la cama nuevamente.

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Nos leemos!😇