II. Comienza la tortura

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Peter

¿Cómo se había dignado a golpearme? Sé que fui un total cretino, pero si no lo soy cualquiera se podría acercar a mí de manera más personal y sabría que en el fondo no quiero ser el «macho alfa». Esa enana... la recuerdo vagamente como la chica que me dio una patada en los huevos solamente porque no me mostré interesado en ella. Si se iba a hacer la difícil ahora, ¿yo tenía el problema? Parecía muy molesta, y eso que yo debería estarlo después de que casi me mata tirándome de las escaleras a propósito. Solo tomé mi venganza y recibo un golpe en mi nariz solo por hacer justicia.

El profesor de gimnasia nos había dado una hora para practicar, así que podría contarle a Alex lo que pasó un poco más relajadamente. Vi que a lo lejos estaba haciendo rebotar un balón de básquetbol mientras miraba hacia el lado derecho observando a Megan, que usualmente venía a los entrenamientos con el consentimiento del entrenador. El chico estaba loco por ella, pero no ha dado el primer paso todavía.

Era un tanto incómodo tenerlos a ambos juntos.

—¡Oye! —le grité—, ¡ya llegó por quién llorabas!

Fijó su mirada en mí y luego me puso una cara de pocos amigos. Reí levemente ante su actitud de novia celosa.

—Casi estaba por ir a buscarte, Berni —dijo serio y luego le salió una sonrisa idiota. Sabe que odio que me llame así, solo porque tenía un perro san Bernardo que se «parecía» a mí.

Según él porque yo soy testarudo, lento, grande y con el pelo suave por usar demasiado acondicionador. Igual que su anterior perro.

—No creo que sea necesario ahora, Rosmmot —lo llamé por su apellido. Odia que lo llamen por su apellido y en los años que llevamos siendo amigos, nunca me ha dicho el porqué.

—Imbécil —golpeó mi hombro—. ¿Hoy practicaremos para el campeonato en tu casa?

—¿No puede ser en la tuya? —pregunté y negó—. Oh... vamos, no he ido a tu casa desde que teníamos como 13 años, además te cambiaste de esa y ahora estás en otra. ¡Solo fui una vez a esa!

Por otro lado, siempre que iba solo nos quedábamos en el patio o en la sala. Su mamá nos cocinaba galletas de chocolate con chispas de chocolate en invierno, y siempre le ordenaba a Alex que le llevara unas cuantas a Jas a su cuarto. Al parecer tiene un hermano, pero nunca lo he visto en realidad. Un día, de pura curiosidad, le pregunté si tenía una mascota o un hermano, y él me contestó «algo así» mientras reía.

—No me digas que cambiarse de casa significa eso —dijo con sarcasmo—. Peter, a mi madre le caes mal, lo siento.

Sabía que eso era mentira, su madre me amaba desde que comencé a lavar los platos cada vez que iba a su casa.

—Yo creo que Jas me ama —sonreí con suficiencia.

—Si le sigues llamando por su segundo nombre, te odiará más de lo que me odia a mí —rodó los ojos—. ¿Y... puedo saber qué es lo que te pasó en la nariz? Está mucho peor que antes —me apuntó.

Suspiré, recordando la escena que pasó hace como una hora.

—Una chica me golpeó... y resulta que ahora debo darle tutorías porque además de luchadora está hueca —comenzamos a entrar tirarnos pases entre nosotros.

—¿Te golpeó tan fuerte? —rio.

No quería admitirlo, pero golpea bastante fuerte. Me reí por lo bajo al recordar sus grandes ojos verdes llenos de furia y sus mejillas rojas. De no estar enojado con ella a niveles que desconocía que tenía, diría que me resultó un tanto linda.

Déjame con mi Orgullo [DISPONIBLE TAMBIÉN EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora