Génesis: El fin del camino -ADELANTO I-

Adelanto I

GÉNESIS III:

El fin del camino

-adelanto I-

Ezequiel Ruiz

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Capítulo 1: Vuelta a empezar

Habían pasado varios días desde que Frank y Maggie abandonaron el campamento. Los primeros momentos tras su marcha habían sido realmente duros para el grupo, sobre todo para James y Teresa.

Afortunadamente para ellos, sus nuevos compañeros se habían convertido en un consuelo. Éstos sabían que venían tiempos duros, y no era para nada recomendable tener a dos miembros importantes llorando por las esquinas a dos personas que ya no querían estar con ellos. Si había algo que se había devaluado con el fin del mundo eran los sentimientos. Todo era más pragmático, desde luego.

El campamento avanzaba con celeridad, y todos cumplían su cometido sin rechistar. Eran como una colonia de hormigas trabajando codo con codo ante el frío invierno. Esto era algo que gustaba a James, quien intentaba mantener los ánimos de todos sus compañeros lo más alto posible.

Durante los últimos días, James y Teresa habían estado cuadrando los inventarios de las despensas del campamento. Era un trabajo que James, pesimista por naturaleza, odiaba con todo su ser. Él sabía que el futuro se había tornado muy negro, y el hecho de ver cómo la columna de salidas de la despensa era sumamente superior a la de entradas no era algo que le hiciese sentir precisamente cómodo en sus labores. Sin embargo lo hacía, y bastante bien.

Teresa no obstante llevaba mejor esa tarea. Era una mujer guerrera, y prefería estar explorando entre edificios derruidos, pero le gustaba estar junto a James.

Aquél día estaban terminando de cuadrar los listados de la despensa. Ambos estaban en el interior de la tienda de campaña, frente al escritorio metálico custodiado por decenas de papeles con números, descripciones y tachones. Teresa no sabía si era cosa del frío, pero esos últimos días las sillas metálicas de la despensa eran más incómodas de lo habitual.

- El invierno se acerca. - dijo Teresa mientras se dolía de las lumbares.

- El invierno nunca se ha ido. - refunfuñó James sin levantar la mirada del cuadrante del mes anterior.

- Cielos, James. Este trabajo te está volviendo un viejo amargado. - bromeó Teresa.

Era verdad. El carácter de James nunca fue dulce como la miel, pero la monotonía de aquél trabajo se lo agriaba aún más.

- Lo siento. Es solo que no sé cómo vamos a hacer para equilibrar el reparto de comidas. Tenemos niños en el grupo, joder. Si los exploradores no aumentan su rango de búsqueda en menos de un mes nos estaremos devorando unos a otros. - comentó James.

- Quizás deberíamos salir nosotros a explorar, o convencer a los exploradores de que busquen en otros sitios. - dijo Teresa- siempre habían traído latas de comida, pero es que ya ni eso. No sé James. Creo que la cosa pinta mal...

- Claro que pinta mal. Si esto no mejora, tendremos que irnos a otro sitio. Las grandes ciudades ya no son seguras. Y tampoco hay comida. - añadió James mientras observaba los cuadrantes.

James era un tipo bastante observador. Se había percatado de que en los últimos días la entrada de comida en las despensas se había reducido a la mitad, y por si eso fuera poco, la comida que entraba era de pésima calidad; latas en conserva, piña en almíbar... así no se podía alimentar un campamento.