Buzón

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Aquella mañana comenzó como cualquier otra, madrugó como de costumbre, engulló con prisa su infaltable desayuno, se alistó, y hacha en mano salio al bosque. Llevaba tantos años siguiendo aquella rutina, que en ningún momento se le cruzó por la mente lo que le acontecería aquel fatídico día.
Felix, era un hombre exageradamente fornido producto del trabajo diario, no había otro que derribara bosques a un ritmo semejante; frio y cortante al hablar, de voz ronca, quizá por tantos años con esa pipa en su boca; jamás se sacaba su avejentada gorra negra, que con los años, mas que negra, parecía tomar suaves tonos grises y azulados; camisa a cuadros, grandes zapatos de cuero, y su hacha, su infaltable hacha. Los pocos niños que vivian cerca de su hogar, le temian, pero a Felix no le importaba, por el contrario, disfrutaba insentivar aquel temor -"Mientras mas lejos huyan del terror, mas tiempo de paz tendre"- se decía, pero luego su ceño fruncido se ablandaba en recuerdos, para regresar en un instante a su mirada tosca y dedicarse de lleno al trabajo.
Hombre solitario, jamás acostumbraba a comprobar su buzón en busca de correspondencia, pero si tan solo hubiese tomado unos segundos para abrir su buzón, todo se hubiera evitado.
Mientras su hacha devoraba el bosque, vinieron a su mente los recuerdos melancólicos de cuando Leonora aun vivía, de su risa serena, y su mirada gentil. A Leonora nunca le gusto la idea de tener hijos, decía que estaban bien, que no había que arreglar lo que ya estaba bien. Mientras los recuerdos de Leonora vivían en su mente, se descuido y dejo asomar una lagrima que le estorbo entre él y el árbol siguiente, se detuvo, tomo un respiro y continuo en su tarea. Necesitó ese respiro para volver a olvidar aquello que tanto le atormentaba ¿Por que tuvo que insistir por aquel varoncito que había deseado toda su vida? ¿Por que no escuchó a Leonora en su sabio consejo de no arreglar lo que esta bien?. 
El motivo por el que detestaba a los niños, era por que fue un inocente neonato quien le arrebato al amor de su vida, su propio hijo le trajo amargura a su corazón, por culpa de aquel pequeño, conoció la desesperanza. No había ni habrá jamás otra como Leonora, se convenció, sumergiéndose en el abismo de su propia soledad.
Richard, Richard era el nombre que siempre quiso ponerle a su primogénito, Richard, como su abuelo. Richard fue el asesino de Leonora, no podía ver otra cosa, no podía darle aquel amor paterno que tanto necesitaría aquella criatura, asi que se deshizo de el. Se convenció de que la infelicidad reinaría la vida del pequeño, y en un acto de peculiar piedad, borro al muchacho de su vida.
Viajando entre sus recuerdos, degustando los diferentes matices de los sentimientos evocados, gozando junto a Leonora, sufriendo su partida, arrepentido de su insistencia y odiando a su simiente, acabo con los arboles correspondientes a aquella jornada, se limpio el sudor de su frente, cogió aquella petaca que siempre le acompañaba, bebió dos sorbos del trago amargo en su interior, y comenzó a caminar rumbo a su hogar.
Félix era un hombre de hábitos, y jamás dejaba la puerta abierta, para evitar que los animales invadieran su casa y dejaran sus fétidos obsequios. Cuando diviso su hogar, se sorprendió al ver la puerta abierta, y supo al instante que alguien había irrumpido, posiblemente el o los responsables de los últimos atracos hechos a sus vecinos. 
Félix, no se asusto, sabia lo que tenia que hacer. Entró a su hogar sin percatarse de la novedad en su buzón, encontró al irruptor, y sin pensarlo dos veces, ante la posibilidad de que éste tuviese compañía y clamase ayuda, lo sentencio de un solo hachazo. En su agonía, el extraño visitante, haciendo uso de su propia sangre, solo alcanzo a escribir una palabra: "Buzón".
El rostro de Félix se desmoronó al percatarse lo que acontecía, solo había una explicación para aquella palabra, solamente una solución se le venia a la mente, y por mas que pensaba, solo esa era su respuesta. Félix jamás en su vida había sentido miedo, pero en aquel momento fue presa del pánico. No hallando otra respuesta, se decidió a corroborar su temida hipótesis, cada paso hacia aquel deposito de mensajes, le dolía en el alma, no quería enfrentar aquella realidad, debía haber otra explicación. Cuando estuvo frente al buzón, tardó un momento en decidirse a abrirlo, suspiro, e indago el interior, halló un sobre, remitente conocido. Con lagrimas en los ojos, destripo el sobre y leyó la carta:

 Querido Félix, tal como acordamos te regreso a tu hijo, espero sinceramente que los fantasmas de la que fue tu mujer, no impidan que puedas criar al que nació producto de vuestro amor, ya es lo suficientemente grande como para volver a tus brazos y recibir la educación que solo un padre puede darle a su hijo, comprendo tu preocupación por tu pequeño y agradezco la confianza de dejarlo en mis manos.

PD: Calculo que Richard llegara el mismo dia en que esta carta arribe, solo que en la tarde, espéralo con la cena lista, pues tendrá hambre por el viaje.

Se despide afectuosamente, tu hermana Clarise.

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