Capítulo LII

138 10 21
                                    

El sábado solo esperaba escuchar que alguien tocará la puerta para querer salir corriendo sin rumbo fijo, pero nadie lo hizo.

En el trabajo solo esperaba ver un par de ojos azules para querrer esconderme en el baño y no salir hasta la hora de salida.
Pero no pasó.

Charly no me había regresado, y no sabía si era bueno o malo, porqué ahora no podía dormir.
Se cumplía una semana desde el cumpleaños de Charly.
Y las cosas estaba peor que nunca.

En la iglesia los Nerron no aparecieron, ninguno de sus integrantes.
Y la gente ya empezaba a hablar de nuevo de ellos. Los ponían como un mal ejemplo, una cosa mala. Una mancha en su supuesta sociedad perfecta.
No se daban cuenta que cualquier persona podía tener ese tipo de problemas en su familia.

En la comida papá me preguntó sobre si estaba bien, pues dijo que me veía mejor, y al menos tenía un poco más de apetito.
Le dije que estaba mejor.
Y lo estaba, aunque no por mucho...

Mientras estaba recorriendo por 5° vez la carta de los postres, esperando en la barra a que algún cliente cruzará la puerta, la campanilla sonó.
La habían instalado está mañana, y solo le daba un sonido más agradable al lugar, además que era perfecta para sacarte de tus pensamientos e ir a atender al cliente.

Un chico raro entró, y se sentó en una de las mesas junto a una de las ventanillas, la mejor del lugar.
No le ví la cara mientras caminaba por el pasillo, pues iba de espaldas. Yo iba atrás de él para tomar su pedido. El chico misterioso llevaba una computadora bajo el brazo, vestía una sudadera negra y un pantalón de mezclilla obscuro, además de unos tenis rojos.
Extrañamente interesante.

--¿Qué le servimos?. El especial del día es el paquete 3-- dije sin levantar la cabeza de la libreta para los pedidos.
--Emmm… podrías darme un frappuccino y una rebanada de pay de queso por favor.
--Claro que sí. En un momento se lo traigo.

Levanté la cabeza y me encontré con unos ojos cafés y un rostro pálido.
Era Donato, el chico raro de mi clase de matemáticas.

Sonrió ampliamente al verme, aunque no dijo nada.
Yo me marche con un vuelco en el corazón.

"Es él… es él… es él…
Es el caballero esmeralda"
Mi mente me lo decía.

¿Podía serlo?.
¿De verdad?.
¿Detrás de aquél chico solitario podía esconderse uno tan dulce como lo era el caballero esmeralda?.

Podía serlo… rayos, era una posibilidad…
Y yo no estaba para posibilidades en estos momentos.

Llevé el pedido hasta la cocina para que lo sirvieran, y en solo unos minutos el pedido estaba puesto en la charola listo para que se lo llevará al sospechoso y pálido Donato.
Respiré hondo y se lo lleve, con el estómago contraído todavía por el presentimiento.

--Aquí tienes tu pedido. ¡Provecho!.
--Gracias… oye, espera. Yo te conozco ¿No?.
--No lo sé…

Ojala que no lo recordara y pudiera irme.
Quería salir corriendo de ahí.

--¡Oh claro! Ya lo recordé… Jade, de matemáticas de las 3. ¿O me equivoco?.
--No… no te equivocas-- ya no podía negarlo--. Voy en esa clase. ¿Donato, no?.
--El mismo.
Nunca te había visto fuera de la escuela. Y que coincidencia que fuera la primera vez que viniera a este lugar cuando coincidieramos--Sonrió, y tenia el colmillo un poco saltado, igual que el mío.
--Yo tampoco te había visto fuera de la escuela.
Y la verdad es que ya tengo un tiempo trabajando por aquí-- ahora yo fui la que sonreí sin pensarlo.
--La verdad que todo se ve delicioso, y la vista de está ventanilla es hermosa, así que ya me verás más seguido por aquí. Seré un cliente frecuente.
Además de que su conexión a internet es maravillosa-- el chico en un abrir y cerrar de ojos ya tenía su computadora abierta y conectada, no me había dado cuenta de lo rápido que era.
--Entonces aquí nos vemos Donato. Te dejo para que sigas con tus asuntos, disfruta tu comida.
--Gracias Jade.
Espero vernos pronto, de verdad...

¿Y si te digo que me enamoré de ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora