Capítulo Veintinueve

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Antonio.-

Tuve que soportar por una hora que Saúl le hablara bonito y ella le contestara con la mayor naturalidad del mundo, mientras yo estaba ahí sintiéndome incómodo con la cercanía que parecían tener, pero al final, Saúl terminó por retirarse unos minutos antes y el beneficiado fui yo. Pude tener unos minutos de privacidad, valiosa privacidad con Danna.

—Así que... Saúl ha estado cerca —comencé, Danna levantó la mirada mientras guardaba algunos libros en su mochila y se encogió de hombros.

—Resulta que viene a asesorías —contestó poniéndose de pie, la seguí hasta la salida de la biblioteca y abrí la puerta para que ella pasara primero.

—Sí, igual que David —le recordé.

—Igual que tú —espetó—, e igual que Manuel lo hacía

—Deberías dar clases a mujeres, solamente mujeres —opiné.

—No es mi decisión a quien dar clase

—Yo podría ayudarte un poco en eso

—Ni lo intentes Antonio —me advirtió deteniéndose—, es en serio, ni se te ocurra inmiscuirte en mis asuntos, no tienes derecho

—Pero, Danna...

—Nada de peros —interrumpió—, no sé qué pretendes y en serio agradecería si me lo pudieras explicar porque sí, te agradezco que a veces seas todo lindo y bonitos detalles, pero a veces como justo ahora me saca de quicio que te pongas todo idiota —dijo dejándome sin palabras, suspiró con cansancio y esperó un par de segundos— eso es todo de mi parte así que... nos vemos mañana —comenzó a caminar a la salida y me dejó a medio pasillo como tonto pensando en una buena respuesta para darle, con ella siempre necesitaba esas palabras inteligentes y correctas para decir.

Cuando salí ella estaba por llegar a su auto así que tuve que darme prisa para alcanzarla, tal vez, no todas las ocasiones tenía que buscar palabras, tal vez simplemente bastaba con hacer las cosas que se sintiesen correctas.

—¡Danna! —un montón de personas que no sé por qué razón aún seguían en la escuela me miraron curiosos y podría apostar que ella pensó seriamente en ignorarme, pero se detuvo y espero a que estuviera cerca de ella.

—¿Ahora qué? —cuestionó.

No respondí sonoramente su pregunta, me acerqué los pocos pasos que nos separaban y con cuidado de no lastimarla, mis manos se posaron sobre sus mejillas, agaché la cabeza hasta estar a la altura de sus labios y cubrir esa pequeña e inteligente boca con la mía; Danna estaba rígida, pero su cuerpo se relajó a los pocos segundos, sus pequeñas manos se envolvieron una alrededor de cada una de mis muñecas y su boca intentó seguirle el paso a la mía aunque no con suficiente prisa ya que definitivamente, cuando mordí con delicadeza su labio inferior estuvo muy sorprendida.

Pero me tuve que recordar que no podía ir más allá de esto, por mucho que deseara seguir saboreando sus labios ya que probarlos no le hacía la más mínima justicia a lo que antes pude haber imaginado sobre besarla, estábamos en el estacionamiento de la escuela con decenas de personas mirando en nuestra dirección.

Me separé de su boca luchando conmigo mismo y usando cada gramo de voluntad en mi cuerpo para hacerlo.

No moví las manos de sus mejillas y mi frente fue a dar pegada a la suya.

—Tú... acabas de besarme —acusó Danna, parpadeó confundida un par de veces. Adoraba su mirada cuando estaba confundida, la hacía ver tan, adorable.

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