—Me enamoré —. Le contó de manera muy a su mejor amigo. Su acompañante tenía una cara de duda presente en su rostro.
—¿De quién? —. Pregunto bastante dudativo, tanteando el terreno.
—De la luna, por supuesto —. Respondió de manera bastante obvia, dejando con más dudas que respuestas a su amigo. El simplemente suspiro y se encongio de hombros. — Sí, mira bellos ojos, sonrisa preciosa, hermoso físico, bonita personalidad, cariñosa. Es perfecta como la luna.
—No comprendo—. Respondió de manera sincera, esperando que su mejor amigo tenga tanta paciencia.
—La luna es preciosa, ¿no?—. Le preguntó, sin embrago no obtuvo respuesta así que prosiguió.— Siempre está ahí, aunque no lo pareciera. Es una hermosa luz que alumbra las noches más oscuras.
Asintió esperando que su amigo continuara después de detenerse derrepente.
—Pero sobre todo—. Su voz se quebró por completo. —La luna siempre será inalcanzable, solo podemos observalar no tocarla, no importa nuestras propias ganas para hacerlo o la necesidad de tenerla cerca. La luna y yo nunca podemos estar juntos, igual que ella y yo.