Capítulo Treinta y Cuatro

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—No Danna, no me he explicado aún suficiente, Leila está embarazada —anunció. Sentí que mi pulso se congeló un segundo, latió de nuevo con fuerza y luego se congeló otra vez.

—Pe... pero, ¿cómo? —eso fue algo estúpido para decir, pero fue lo único que salió de mi boca.

—Dan, pensé que tu madre ya te había hablado sobre cómo se hacen bebés —inquirió notablemente incómodo.

—No, no me refiero a eso, claro que habló conmigo, sólo es... ¿estás hablando en serio?, no es una broma divertida así que sugiero te detengas —pedí.

—No bromearía con algo así, Danna —tenía que estar bromeando, mi papá, sería papá de nuevo, ¡con la mujer con la que engañó a mi madre!, ¡la que era muy joven, interesada y oportunista!

—¿Sólo llamaste para eso? —cuestioné luego de casi dos minutos en silencio.

—¿Estás bien?, creo que no debí decirte esto por teléfono, pero es importante para mí, amor, ¿lo comprendes, cierto?, porque Leila estaba preocupada de que enloquecieras un poco como tu madre cuando se enteró de lo nuestro, pero yo le expliqué que tú no eres así, eres por mucho más centrada y madura

—Caray papá, gracias por defenderme de Leila y sus opiniones —opiniones que yo con gusto podría usar para recoger los deshechos de Deudor—, pero te recuerdo que esa loca de la que habla Leila es mi madre y te dio diecisiete años de su vida a ti también —espeté.

—Dan, estás en alta voz —informó un poco preocupado.

—¿Y?, ¿no les agrada la franqueza? —escuché la voz de Leila interferir con un "los dejaré solos amor" y después un sonido como de tacones, alejarse. Tonta mujer presuntuosa y horriblemente teñida.

—Danna, hay algo más que quiero comentarte —se aclaró la garganta.

—¿Esperan gemelos? —mi papá rio un poco.

—No, mi niña, es algo más delicado

—¿Por eso nos dejó Leila hablar a solas?, ¿si se fue, verdad?

—Sí, ella se fue, tiene que arreglarse porque saldremos pronto como te había dicho —me recordó.

—Supongo que tienes que darte prisa entonces

—Es sobre la boda

—Mamá me dijo que me quiere como su dama de honor, ¿acaso ella está mal de la cabeza?, sé que mi relación con mamá no es la más épica y un ejemplo a seguir, pero a final de cuentas es mi mamá y definitivamente no seré dama de honor de Leila porque eso haría sentir mal a mi mamá —sentencié.

—No tendrás que hacerlo —informó mi padre antes de que yo siguiera exponiendo mis motivos para no querer ser dama de honor de su prometida, como si no fueran obvios.

—¿De verdad?

—Sí

—¿Por qué cambió de opinión?

—Porque la boda se adelantará —explicó—, recuerdas que la queríamos hacer a mediados de marzo, cuando la primavera se comenzara a dejar ver de nuevo en un jardín, que fuese algo bonito —cuestionó. Asentí, pero recordé que no podía verme.

—Ajá, lo recuerdo

—Para entonces no se podrá porque el bebé ya estará muy crecido y eso interfiere con los planes de Leila para su boda de ensueño —no era una boda de ensueño, ella técnicamente quería recrear algún escenario de la película "Campanita" para firmar los papeles del matrimonio, y la pequeña ceremonia religiosa representativa dado que mi papá ya estaba casado por la iglesia y no podía casarse de nuevo, en fin, la boda de ensueño de Leila sólo me hacía pensar que tenía algún trauma infantil.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora