Capítulo Treinta y Nueve

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Danna.-

—Ya, deja de mirarme como si acabara de salir de un convento —pedí intentando quitarle mi libro de "Ciencias de la Salud" de las manos.

—No te estoy mirando así —se quejó.

—Claro que lo haces y te agradecería si me regresas mi libro, lo necesitamos para comenzar nuestra exposición

—Danna —se quejó—, tenemos más de una semana —me recordó.

—Pero seremos el segundo equipo

—La maestra nos adora, ya verás que saldrá bien —enarqué una ceja mirándolo fijamente y conté hasta cinco para no exaltarme con él.

—La maestra no nos adora —señalé.

—Claro que sí, ella sabe que tú eres una chica cerebrito y te adora por ser de las pocas que pone atención a todas sus clases y yo, simplemente le agrado —explicó—, además, sé que no quieres hacer esa exposición con el internet tan lento de la escuela —ese era un buen punto.

—Claro, claro, señor sabihondo entonces, ¿qué sugieres? —quise saber cruzándome de brazos.

—Lo haremos en mi casa —decidió—, ¿te parece hoy por la tarde o ya tienes planes?

—Mejor en mi casa —opiné.

—No puedo en tu casa

—¿Por qué?

—Tengo partido de entrenamiento y quisiera darme una ducha en la comodidad de mi casa después de eso

—¿No lo podemos dejar para mañana? —pregunté, Antonio sonrió.

—Pensé que tenías prisa por comenzar

—Sí, pero...

—No te preocupes, lo dejaremos para mañana —me interrumpió—, ahora, ya que ha salido a colación, tengo algo para ti —hizo un gesto con la mano para que lo esperara, fue hasta su lugar y sacó de su mochila una bolsa de estas que parecen ser para regalos serios de color morado, caminó de nuevo hacía mí y me entregó la bolsa.

—¿Qué es esto?

—Ábrelo y velo tu misma —incitó sonriente. Entrecerré los ojos hacia él como advertencia y saqué del fondo de la bolsa una playera debidamente doblada con los colores del equipo de fútbol de Antonio, corrección, era un jersey de su equipo, sólo que de mujer, la sostuve entre mis manos unos segundos y recordé sus palabras cuando me había reclamado por ser una novia no real muy mala, miré la parte trasera de la playera y encontré su número de jugador y su apellido.

—Es... vaya, es un hermoso detalle —acepté—, gracias

—Sé que ya no eres mi novia no real —inquirió hablando más cerca de mí en voz baja—, pero se supone que seguimos siendo amigos y hoy hay partido, no digo que tengas que ir justo hoy, pero en verdad me gustaría verte en alguno de mis partidos y créeme, esa playera te servirá de mucho —explicó.

—Me imagino —asentí doblando de nuevo la prenda y metiéndola en la bolsa— esto de verdad es lindo, muchas gracias y claro que iré hoy —me di cuenta que estaba abrazándolo y con mis labios sobre su mejilla justo en el momento en que su brazo se envolvió alrededor de mi cintura y una baja y ronca risa salió de su garganta.

—Debería darte regalos más seguido si vas a agradecerme de esta manera —inquirió regresándome el beso en la mejilla.

Cuatro horas después sentada entre una gritona Karly y una impaciente Marlen, me disponía a ver el partido de Daniel, Carlos y Antonio.

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