El caballero se alisto para la batalla, sabia que no podría vencer, si no se equipaba con toda la armadura. Ajusto el cinto, vistió la coraza, calzo el escarpe, escudo, yelmo y espada, todo para la batalla que se le avecinaba. Elevo una plegaria clamando protección, pidió no desviarse por ningún motivo de la lucha que le correspondía, el luchaba para su señor. Emprendió su marcha, y comenzaron las pruebas, pruebas de lealtad, pruebas que impedían que alguno desleal a su señor, marchase rumbo a aquella batalla. Agoreras le aconsejaron desertar, vio el llanto de su familia, pero siguió. A la salida del pueblo una vacante para un trabajo mas sencillo, menos arriesgado, y de mejor salario; no tendría que alejarse de su hogar, pero su señor le encomendó aquella tarea, y no le fallaría a su señor. El camino no seria fácil, peligros sin fin acecharían en cada esquina, desde serpientes, hasta dragones, todo por su señor a quien le debía la vida. Aunque la misión era en extremo peligrosa, sabia que no debía temer, no si llevaba toda la armadura, aquella armadura de su señor, quien se la confió para resguardarlo de cualquier peligro.