Capítulo 24

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Bastante personal.

Maratón (1/5)

—¡Aitana, arriba! —gritó mi madre.

Di un par de vueltas en la cama y me volví a cubrir con el edredón y un par de cojines. No pasaron ni treinta segundos cuando mi madre volvió a llamarme. Por qué tanta prisa, la entrevista de hoy no empezaba hasta dentro de dos horas y estaba a treinta minutos en coche.

—Aitana —dejó alargada la última vocal amenazante, señalando que ya se estaba cabreando. Tendría que levantarme—. Ya ha llegado Vicente para llevarte, no le hagas esperar.

¿Había oído bien? Abrí los ojos de par en par y me senté en la cama. Después del susto todo mi cansancio había desaparecido.

—¿Qué? —pregunté esperando que mi madre me confirmara que había oído mal.

—Que está Vicente esperándote, hija. Vístete y sal.

No había oído mal.  Cogí las gafas de encima de la mesa y caminé descalza hasta la puerta. Me asomé muy lentamente, intentando no ser vista. Desde mi habitación podía verse la entrada a través de un pequeño hueco en la escalera.

Estaba ahí de pie, como si nada, jugando con las llaves del coche y seguramente mirando twitter. Increíble.

Resignada fui hasta el baño que quedaba en la puerta contigua a la mía. Me di una ducha rápida, me peiné y una vez que mi flequillo estaba en su sitio, me puse las lentillas.

Me puse una camiseta básica gris y unos vaqueros rotos y corrí escaleras abajo. Vicente me miró sonriente y cuando abrí la boca para decirle algo, mi padre me interrumpió pasando hacia el comedor con una taza de café en la mano.

—Te he dicho mil veces que no andes descalza por la casa—Me recriminó.

Rodé los ojos y subí a calzarme. Cuando volví, mi madre estaba tendiéndole un billete de veinte euros a Vicente.

—No, no hace falta que me pague nada. Yo la invitaré —rió Vicente incómodo mientras lo negaba.

—Ay, ya estás cariño. Bueno, pásalo bien. Marcos te está esperando ya en la radio.

Poco le faltó a mi madre para empujarnos fuera de la casa. Cerró la puerta y todo quedó en silencio.

Vicente empezó a caminar hacia donde había dejado el coche que de seguro le habían prestado sus padres, pero yo me quedé plantada en el mismo sitio hasta que él se giró de nuevo para ver por qué no le seguía.

—Vicente, ¿qué haces aquí? —pregunté cruzada de brazos.

—Vine a llevarte a tu entrevista —Se encogió de hombros.

—A ver, Vicente. Lo siento si lo de ayer te hizo pensar otra cosa, pero no somos pareja. Fue el momento y todo e...

—Ya lo sé, Aitana —Sonrió interrumpiéndome—. Pero siempre que hemos hablado de esto decías que seguiríamos siento amigos, ¿no?

Sin más que hablar me subí a su coche y él hizo lo mismo.

—Espero que sepas conducir bien. Nunca me he subido a un coche contigo —dije quizás con un tono demasiado borde.

Vicente rió y metió el coche en la carretera después de maniobrar un poco.

—Pues agárrate bien —rió maliciosamente mientras pisaba cada vez más el acelerador.

Empecé a notar como mi cuerpo se presionaba con el asiento y el coche iba tomando cada vez más velocidad. Empecé a ponerme nerviosa.

—Vicente, ¡Vicente, frena! —nada ocurrió —. ¡¡Vicente, para el coche!!

Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora