Capítulo 2

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Oh si baby, he vuelto como lo prometí. Pero es muy temprano, son casi las seis de la mañana y absolutamente todos los pacientes están durmiendo. La luz de la calle se refleja por la ventana me ayuda dándome un poco de visión. Traje lo necesario en mi bello bolso de mano color morado que tengo de hace años; contiene tres tarros chicos de pintura, pinceles y no podría faltar mi hoja modelo donde está la obra de arte.

Para hoy preparé un dibujo, pero no uno que le daría en papel. Sino que lo vería todos los días, o al menos las demás personas sí.

Pongo manos a la obra y saco los materiales para dejarlos en el suelo, luego dibujo primero con lápiz para después comenzar con los pinceles.

Y se preguntarán ¿Cómo carajos entré y nadie me está regañando o echando a patadas? Sencillo, entré en hurtadillas al hospital, burle al guardia de seguridad, me arrastré por algunos pasillos hasta llegar a esta habitación. Fue tan sencillo como regalarle un dulce a un niño.

En el hospital hay dos hombres de seguridad, uno está patrullando y el otro revisa las cámaras de seguridad. Hay unos cuántos médicos nomás por que de noche se atiende más por guardia, que se encuentra en la parte trasera del hospital pasando el jardín. Por lo que fue fácil pasar desapercibida.

Termino mi pequeño delito y me apresuro a guardar la evidencia, tratando de no hacer mucho ruido. Salgo de la misma manera como entré al hospital y una vez que estoy afuera, me dirijo al estacionamiento, donde me espera mi amigo.

Mi madre no sabe de esto, a ella le dije que estaría en casa de Jazmín, una amiga, que ahora se convirtió en mi cómplice. Si se llega a enterar de esto, no se si volvería a salir de mi casa, es capaz de esposarme a la cama así no saliera más.

— ¿De verdad lo hiciste? —pregunta Drake, respondo en forma positiva con mi cabeza y entro al auto— Enserio estas loca. —ríe y arranca

Drake es hijo del Doctor Laoz y nos conocimos aquí mismo, en el hospital. Cuando preparo una broma para su padre, él me ayuda, pues  es muy bueno haciéndolas; son los únicos castigos recibidos que valen la pena. Por eso es que también entré fácil al lugar, él tiene llaves, aunque suene raro. Es que Laoz es el director de aquí. ¡Ventajas de tenerlo como mejor amigo!

— Las mejores personas lo están —le sonrío mostrando todos mis dientes. Él solo niega con la cabeza y sigue con su mirada puesta en el camino.

En unas cuantas horas volveré al hospital y de seguro estarán como locos los enfermeros y los médicos. Me dará algo de lástima el guardia de seguridad ya que lo van a regañar

¡Pero no es mi culpa ser una súper espía!

* * *

— ¿Cómo que no sabe quién entró? ¡Para algo se le paga! —escucho gritar a uno de los médicos. Llegué justo en el cambio de turno.

¿Debería ayudarlo? Ya se que es por mi culpa pero no creo que lo despidan por una pintada de pared ¿No?

Camino por el lado de ellos directo a las escaleras. Enserio deberían poner un ascensor, se hace eterno subir por estas malditas. La sala común está en el cuarto piso.

O muero en el intento o sobrevivo al hacerlo.

Por fin que logro subirlas, sigo mi camino a la habitación gateando por que ya me cansé y necesito urgente oxígeno.

Creo que necesito más ejercicio en mi vida.

— No exageres no son tantas escaleras. —lo miro boquiabierta una vez entro al lugar — Deja de gatear no eres una niña.

— ¿Que no? ¡Son eternas! —digo agitando mis brazos y respirando con dificultad— Se salvan por que suben por el ascensor. —le saco la lengua y me levanto del suelo.

Hay un sólo ascensor y es exclusivamente para los pacientes, los doctores y los enfermeros. Solo ellos lo usan así que no saben lo que es sufrir. Okay, creo sí estoy exagerando.

— Qué truco tienes para mí hoy —rueda los ojos. Abro la boca sin poder creerlo ¿No lo vio?— ¿Que? —pregunta confundido. Le apunto con mi dedo el respaldo de la camilla y cambio mi expresión por una sonrisa. Se da la vuelta , suspira pesadamente mientras se tapa la cara con las manos— ¡No te regalaré una sonrisa! —frunzo el ceño y le saco la lengua.

Escribí justamente eso, y dibujé una carita que tiene una enorme sonrisa donde se le notan todos sus dientes. No soy la mejor dibujante pero quedó muy bien.

Lo que sí me costó una batalla fue no despertarlo, tuve que hacer todo en silencio, aunque me facilitó el hecho de que ronca. Pero los demás pacientes podían haberse despertado en cualquier momento.

— Sabes que no me daré por vencida ¿Verdad? —sonrío y me lo quedo mirando. A malas ganas asiente. Satisfecha me siento a un lado de un señor de tercera edad.

Hoy me toca estar con él y hablarle de diversos temas. Es fácil conversar por que es muy charlatán. Me comenta de su familia, de qué medico le cae mal, qué enfermera está de novia y con quién; además me comenta que hay ratas.

Es un viejo chismoso.

En fin, cuando termino de hablar con él, me levanto y le alzo la mano despidiéndome. ¡Necesito hablar con Amanda! Tengo que asegurarme que no estará la novia desquiciada de su hermano. Necesito estar segura de mi vida.

Hago todo el recorrido hasta llegar a la sala de rehabilitación

— ¡Amanda Mendes donde estás! —grito abriendo de par en par las puertas.

— ¡No grites estoy aquí! —contesta desde una esquina donde están sus barras de ejercicio.

Corro hacia su encuentro y me siento en su silla de ruedas. Ella sigue con sus ejercicios de rutina y por suerte ahora ya puede dar dos pasos sin sostenerse.

— Hablemos de algo serio —cruzo mis piernas—. ¿Necesito urgentemente un seguro de vida o estaré bien? —ríe por mi comentario, pero yo estoy tan seria como si me hubieran arrojado un limón.

— Tranquila, mi hermano terminó con su novia.

— No se si sentirme bien por que no sufro peligro o sentir pena por que ella irá tras otros hombres —reímos

Me levanto de mi cómodo lugar para darle paso a ella. Me coloco detrás de ella y la empiezo a empujar en dirección a la puerta, para que vayamos a su habitación que queda al final del pasillo.

Tengo el mejor regalo para su hermano y sé que le encantará más sin su novia. Le gustará mucho tener un loro. Un lindo y hablador loro.

No fue mi plan desde el principio pero lo encontré de camino a casa, y no podía dejarlo ahí solo, así que me pareció buena idea regalarle.

Ya en su habitación comienza a preparar su bolso con medicinas, globos, serpentina, prendas y por último agarra su celular. Ya con todo listo y con el permiso de los médicos, vamos directo a la puerta principal. ¡Es hora de la fiesta!

— ¡Libre soy! ¡Libre soy! —canta a todo pulmón Amanda mientras impulsa la silla de ruedas para que vaya más rápido para llegar al estacionamiento.

— Cantas horrible —reprocho y le doy un golpecito en el hombro ya cuando la alcanzo

— Cállate, tú cantas peor. —reímos y nos adentramos al auto de su madre.

No es la persona más feliz o atenta, pero es buena madre, o al menos lo intenta. Pasa que nunca fue afectuosa con sus hijos, en cambio mi familia te abraza hasta cuando estás dormido. Primero pasaremos por mi.casa a recoger al loro, y después iremos a la suya.



N/A

¡Hey! ¿Cómo estás?

Quería aclarar que los diálogos los hago con el guión largo, y si te aparece con le guión corto, es porque se cambian al publicarlo.

Solo eso, ¡Nos leemos pronto!

Sonreirás, cueste lo que cueste ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora