Mandó el mensaje, apartó el celular y volvió a su almohada a llorar como lo estaba haciendo antes de recibir el mensaje.
Escuchó cómo el dispositivo vibraba, indicando que la respuesta al mensaje había llegado.
Apretó los ojos.
No iba a contestar.
Debía dejarla sola y dejar de ser un estorbo.
Lloró y lloró hasta que fueron las 11:00AM, la hora en la que su mejor amiga le había dicho que iba a salir.
Agarró el celular y leyó el mensaje:
"Gracias, querido"
Ni siquiera le hizo cosquillas.
Cuando estaba triste, nada lo hacía feliz. Sólo una cosa: Ella.
Pero ella estaba ocupada, y no podía quedarse con él aunque quisiera.
Contestó a su mensaje:
:)
No era felicidad de verdad.
No estaba sonriendo de verdad.
Era un hipócrita.
Pero ella sabía que no era una sonrisa de verdad. Ella no pensaba que fuera un hipócrita. Ella lo entendía como nadie nunca lo entendió. Y él no se la creía. ¿Acaso ella era un ángel caído del cielo? ¿Por qué una persona tan hermosamente perfecta sería su amiga?
El mensaje no le había llegado. De seguro ya está afuera.
Él suspiró y se limpió las lágrimas.
Se levantó a su escritorio y sacó un papel y una pluma.
Empezó a escribir:Mi querida Alinne,
Sí, estoy mal. Tal y como lo sabes. Me siento mal, me siento pésimo, mi vida apesta. No sé porqué sigues hablándome. Te he dicho que te apartes de mí, pero no me haces caso.
Pero no quiero, Alinne.Las lágrimas del chico se intensificaron.
No quiero que te alejes. Quiero que te quedes conmigo toda la vida. Pero no te podría hacer eso.
Yo te amo, Alinne.Se desmoronó y sollozó.
Se mordió su labio inferior tratando de detener el sonido del llanto.
Presionó su ojo con su dorso, intentando detener las lágrimas.
Pero era inútil.
Agarró el papel y leyó la última frase.
No podía decirle eso.
Arrugó la carta y la lanzó al bote de basura.
Tomó el celular y vio la foto de perfil de la muchacha.
Tan hermosa que era y no le gustaban las fotos.
Sonrió.
Entonces se dio cuenta de eso y tocó su cara.
Estaba sonriendo.
Las lágrimas se acumularon de nuevo en sus lagrimales y sonrió más.
Esta chica era su todo. Este simple humano era su todo.
Pero él no era el todo de esa chica.
Su sonrisa se desvaneció.
Se dejó caer en su cama y puso su antebrazo en su frente.
Estiró el otro brazo y puso el celular enfrente de él.
Sonrió de nuevo.
Pero era parte de su mundo.
Él. Un insignificante humano era parte del mundo de aquella hermosa chica.
Y con eso le bastaba.
Le bastaba el hecho de que esa chica le sonriera, le hablara, le mandara mensajes de vez en cuando.
Le bastaba con el hecho de que aquel hermoso humano no se hubiera ido todavía. Le bastaba que siguiera con él.
Pero aquel hermoso humano, era el infierno para otras personas. Un hermoso infierno, a decir verdad.
Para Víctor, el chico, Alinne era la cosa más hermosa que el universo le había dado. La mejor amiga. La mejor persona. Quién se había quedado con él por más tiempo.
Pero para Daniela, Alinne era un infierno. Un hermoso infierno. Un infierno que la hacía dudar. La hacía confundirse. La hacía suspirar. La hacía llorar. La hacía sonreír. La hacía amar.
Daniela no era lesbiana. No lo era. Pero si no lo era, ¿entonces por qué amaba tanto a Alinne?
En la escuela, Daniela miraba a Alinne con furia. ¿Cómo es que aquella chica looser se había robado su corazón? ¿Cómo es que esa chica cualquiera, con quién nunca había cruzado palabra, se había robado su corazón?
Golpeó la mesa de su pupitre y sus amigos la voltearon a ver.
–La loca ataca a la pobre mesa.– dijo Pulga, el chico que aunque no era chaparro, le habían puesto aquel sobrenombre.
Daniela explicó:
–No, es que estoy frustrada y la mesa tiene la culpa.–
–¿Qué te hizo la pobre mesa?– rió Rubén con su suave risa y atractiva cara.
Ella rodó los ojos sonriendo.
Sus amigos eran lo máximo, pero nunca les podría decir de sus sentimientos a Alinne. La molestarían y tratarían de emparejarlas, pero ella no quería eso.
El timbre sonó y todos se levantaron.
Daniela miró de reojo a aquel infierno que se levantó, tomó unas llaves y caminó hacia ella.
Su corazón empezó a latir rápida y fuertemente. Estaba caminando hacia ella. El infierno caminaba hacia ella haciendo que su temperatura elevara.
Fingía estar arreglando algo en su mochila, pero estaba concentrada en la chica acercándose.
¿Qué le iba a decir?
¿Qué iba a pasar?
–Permiso.– escuchó aquella infernal, hermosa y fuerte voz a su lado.
Volteó, mirando los ojos de Alinne.
Ella miraba algo detrás de ella, entonces captó.
Quería ir a su casillero.
–Sí, sí, lo siento.– le contestó, moviéndose de su camino.
El infierno pasó a lado de ella sin darle importancia.
Tomó su billetera, y salió lo más rápido que pudo del salón. Respiró hondo.
–¿Qué? ¿Se encontraron un fantasma y por eso tardaron tanto?–
Miró a quien le hablaba.
Carlos.
El amigo alto, guapo, querido por todas (y a veces hasta por todos), contestón, sarcástico y creído.
–Ni fue un minuto, estúpido.– le contestó a risas alguien a lado de Daniela.
Volteó y miró a Pulga.
–Ya vámonos.–
Y caminaron.
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Insignificante humano
Teen FictionAlinne. Una simple humana que es el cielo para Víctor. Es la mejor persona y la mejor amiga para Víctor. Y una simple humana que es el infierno para Daniela. Es el infierno que la hace llorar, confundirse, amar. Y es simplemente una insignificante...