Día 1

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—Aquí es.

Kimblee levantó ligeramente la cabeza al escuchar la puerta de su celda abriéndose. Miró con la justa curiosidad las piernas femeninas que se le acercaban, dejaban un taburete en el suelo y se sentaban frente a él. Visita, vaya novedad. Ni siquiera pensaba que tuviera permitido tenerlas.

—El Alquimista Carmesí, ¿no es así? —preguntó la recién llegada, cruzando las piernas y sonando con cierta displicencia, quizá por el olor, camuflada en la frialdad del trato profesional.

Kimblee rio subiendo la mirada para encararla.

—Solf J. Kimblee, señorita, a su servicio —dijo con sorna mientras estiraba sus brazos en sus grilletes, ofreciéndole la mano derecha para estrecharla. Ella no reaccionó más allá de mirar con recelo el círculo alquímico de su palma, y él bajó las manos sin perder un ápice de su sonrisa.

—No esperaba visita. ¿En qué puedo servirle, pues? —preguntó, cortés.

—Estoy llevando a cabo un reportaje sobre la gente que participó en el exterminio de Ishval —dijo ella, neutral. —Y vengo por su testimonio, si quisiera dármelo.

Kimblee se apoyó en la pared, cerrando los ojos y suspirando un poco. Parecía decidido a no dejar de sonreír.

—No me importa dárselo. Pero merezco al menos saber su nombre, ¿no cree?

Duda.

—Clara. Clara Merridew.

—Es todo un placer. ¿Qué quiere saber?

Clara le miró unos segundos, chocada y, para su propia sorpresa, asqueada. Ya sabía los datos. Sabía lo que había hecho Kimblee en Ishval, y lo que esperaba encontrar no era precisamente un hombre educado y encantador. El contraste le resultaba de todo menos agradable. Daba grima, daba náuseas.

—¿Y bien?

—Perdón —se disculpó, volviendo a centrar su atención en el hombre que tenía delante. Compensó aquél desliz con una dosis de sinceridad. —No esperaba su actitud.

—¿Le choca mi comportamiento? —preguntó él, con una mirada mucho más afilada y una sonrisa aún más amable.

—Sé casi todo lo que ha hecho. Y la educación no era una característica que esperase de alguien así.

—Se está dejando llevar por estereotipos, señorita Merridew —comentó él, con tono de condescendiente reproche. —No perdamos más tiempo, seguro que tiene mucho trabajo que hacer.

Clara asintió, con mayor sensación de asco. Había perdido el control de la conversación un momento, pero era suficiente para que la amenaza que flotaba en el ambiente fuera más obvia. Preparó la grabadora que traía con ella, deseando acabar rápido.

—Bien —carraspeó. —¿Por qué decidió hacerse Alquimista nacional?

Kimblee levantó la cabeza. Clara reprimió una sonrisa orgullosa, ocultando la pequeña satisfacción de sentir que le había sorprendido.

—Como la mayoría de los alquimistas nacionales, serlo te da pie a mejorar tus investigaciones. La mejora es algo a lo que aspirar, así que era un buen medio para alcanzar ese propósito.

—¿Era consciente de que podía terminar llevándole a participar en una masacre?

—Por supuesto —respondió, cerrando los ojos por la obviedad.

Clara volvió a carraspear.

—Disculpe. El enfoque de la pregunta es más bien si era algo con lo que estaba conforme.

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⏰ Last updated: Feb 07, 2018 ⏰

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Entrevista con el genocida || Solf J. KimbleeWhere stories live. Discover now