—Enamorarse es fácil. Lo difícil es aceptar cuando se termina.
—Y cuando lo aceptas, ¿qué haces?
—¿Qué vas hacer? Seguir adelante. Continuar con tu vida. No pienses que la gente puede llegar a morir por amor, en todo caso mueren de estupidez. De esa misma estupidez que les hace creer que el amor es eterno e irrepetible y los empuja a querer aferrarse desesperadamente a él porque temen que si se sueltan, su existencia ya no tendrá ningún significado.
(Juegos de amor, Nut)
‹‹Irte con ella cuando todo parecía perfecto entre nosotros, prometerme un para siempre que no ibas a cumplir, llevarme al cielo, hacerme amarte, para luego romperme el corazón, ¿por qué lo hiciste, Magnus?››Esos ojos azules que fueron mi refugio durante tanto tiempo. Esos que me salvaron de la soledad. Aquellos que, durante nuestras vacaciones juntos, eran lo primero que veía al despertar y lo último antes de dormir. Los que con sólo verlos hacían del mundo algo mejor, si tenía un mal día, me bastaba mirarlos para volver a sonreír. Esa mirada que alguna vez fue de adoración y amor, hoy me muestra el alma rota del mejor ser que pude haber conocido.
De repente no puedo. No puedo ver destrozado al ser que más amé, y que sigo amando. No puedo ver esos labios, que destrocé a besos algún día, temblar por el llanto que sus ojos ya no contienen.
Quiero, como nada en el mundo, dar el paso que nos separa. Limpiar sus lágrimas con mis manos, con mis labios, tomar su boca con la mía. Detener con mi amor –ese que hasta que me muera seguirá– el terremoto en su interior, curar la devastación con mi propio corazón, con mi propio cuerpo.
Pero no tengo derecho. Lo perdí hace mucho, cuando cedí a las presiones, cuando acepté dejarlo ir.
Muerdo mis propios labios que arden por besar los suyos, el sabor metálico de mi sangre inundando mi boca, resbalando por mi garganta, mezclándose con las palabras que tanto tiempo he querido gritarle.
Mis manos se vuelven puños, se abren y cierran en un intento de no acercarme a abrazarlo, no estrecharlo fuerte contra mí hasta ser uno y nunca más dejar que nos separen. No tomar la suya, que siempre encajó perfecto con las mías como dos piezas únicas, suave, cálida, fuerte, y correr, correr con él hasta que no haya nadie más, a un mundo sólo suyo y mío donde cumplir ese para siempre.
Mi visión se empaña, perdiéndose así su imagen desgarrada. Mis propios labios tiemblan y las lágrimas caen sin control, cuando me acerco vacilante hacia él. Alexander se encoge, tratando de alejarse de mí, y es todo lo que necesito.
—Lo siento, Alexander, lo siento tanto —me pongo de pie, miro a ambos lados, el largo pasillo hacia la derecha, allá donde me espera la escalera, la salida fácil, puedo huir si corro hacia allá, pedir a Marga un cambio, rechazar el proyecto que yo mismo pedí.
Y a la izquierda, a sólo unos metros de ambos, el salón que vio nacer mi amor por él, aquel que todavía debe conservar ecos de las risas, de miradas, del vuelo de aquel avión que cambió nuestros destinos. Después del salón también hay un largo pasillo, más largo, y al final la segunda escalera, aquella que el mismo Alexander evitó una vez con tal de encontrarse conmigo.
No sé si me he detenido segundos, minutos, o ha pasado una eternidad, considerando las opciones. Mi cuerpo, mi corazón, tiran de mí hacía la izquierda, intento avanzar rápidamente esos metros hasta el aula ahora vacía y girar hacia la izquierda para huir. Mi mano golpea una de las puertas de cristal, llenando el silencio de nuestro lugar sagrado, cuando, al intentar dar la vuelta, su mano firme me detiene, el tirón que siento de esa mano que pensé nunca volver a sentir, me desorienta y termino por estrellarme en esa misma puerta.
Mi frente choca contra el frío cristal, una de mis manos sostiene mi peso. Y ahí, en el reflejo, lo veo a él detrás de mí. Lo más cerca que lo tendré de nuevo. Como mi sombra, la sombra del amor que nunca he de superar, aquel que siempre irá conmigo. Mi otra mano hacia mi espalda, en un agarre doloroso donde él sostiene mi brazo para no dejarme ir.
—No —esa sola palabra, su tono entre roto y firme, son más fuertes, más poderosos que su agarre. Y él lo sabe, me suelta—. No. No vas a huir ahora, me buscaste, planeaste esto, querías terminarlo, ahora lo haces. Te lo dije, te di mi corazón y lo rompiste, pero yo me arriesgaba a eso al dártelo, pero la cosa aquí es que no te lo quedaste, lo dejaste en pedazos conmigo, ahora termina lo que empezaste para que yo pueda reconstruirlo y seguir o dejarlo aquí y empezar de nuevo. No te vas a ir sin hablar, Magnus Bane. No.
Lleno mi cuerpo de espasmos, logro dar media vuelta y encararlo. Tengo que recargarme contra la puerta para no caer. Él me sostiene la mirada. Y, perdido en ese azul, sé que no hay salida, éste es el final.
—¿Por qué, Magnus? Yo te amaba.
Amaba.
—Yo te amo, Alexander.
Él niega. —Sólo dime por qué.
Bajo la mirada.
—¿Por qué?
Llevo mis manos a mi rostro, no soporto que me mire, que vea lo cobarde que soy, que se avergüence de haberme amado alguna vez.
—¿Por qué, Magnus, por qué? —se acerca tanto que mi cuerpo se adelanta hacia el calor conocido del suyo.
Ya no lo resisto, me aferro a él. El tan ansiado encuentro de su cuerpo y el mío. Sus brazos no me rodean, pero no me aleja. Me estremezco y hundo mi rostro en su cuello.
—Me obligaron, Alexander. ¡Me obligaron!
Y sólo entonces puedo romperme yo también, puedo dejar caer cada pieza que mantuve junta todos estos años, esperando este momento.
* * *
El siguiente extra es 😭💔
Y después ya el último 😅
ESTÁS LEYENDO
Amor entre libros (Malec)/DISPONIBLE EN FÍSICO
FanfictionTERMINADA/DISPONIBLE EN FÍSICO» Alec es un simple chico que nunca se ha enamorado. ¿O tal vez sí? Aquella vez, durante la preparatoria, cuando conoció a un chico de esos que llaman la atención de todos, pero no se acercan a cualquiera, no son acce...