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Una vez salí de aquel consultorio, camine hasta llegar a la sala común, la tarde estaba por llegar, los tonos rojizos se podían observar a través de los barrotes de la ventana, la nostalgia cual pesada roca se posó sobre mi corazón, te extrañaba, te extraño Deidara, sabía que lo que seguiría a la próxima sesión era de lo más difícil de recordar, de solo pensarlo las lágrimas se acumulaban en mis ojos empañando así mi visión, pero debía ser fuerte, fuerte por mi, y fuerte por ti, desee en ese entonces poder ser un ave, y volar hasta tus brazos,  cuanto me hacías falta, pero sabia que aún cuando aquello me abriera viejas heridas era necesario para poder estar junto a ti.

Al día siguiente cuando llego la hora en que debía asistir con aquel doctor tome una gran bocanada de aire, me arme de valor y camine hacia su consultorio, di unos breves toquidos y pude escuchar un “ adelanté ”.

Una vez dentro de aquel cuarto camine hasta el diván que yacía descansando en una esquina del lugar y me recoste en el, quería terminar todo esto lo mas rápido posible, el doc pareció entenderlo pues sin decir alguna palabra tomo asiento a la cabecera de este con su gastada libreta en mano, dispuesto a escribir todo cuanto él creyera importante.

Cerré los ojos evocando aquellos días tan lejanos y comencé.

Estar enamorado es maravilloso, las penas desaparecen y los pensamientos vuelan, las horas pasan volando y nada te molesta, o al menos así me sentía, aun cuando papá controlaba cada pequeña parte de mi día, aun cuando me veía obligado a pasar las tardes al lado de Sakura, todo eso no importaba por que una vez llegada la noche, cuando no había nadie que me dijera que hacer o como actuar, podía ser yo, y entonces era libre, libre y amado, esperaba la noche y con ella llegaba el dueño de mis suspiros, el único a quien podía amar y que para mi felicidad me amaba también.

Esos eran los buenos tiempos, teníamos mil y un sueños juntos, planes a futuro, un futuro que compartiriamos hasta el final, yo no podía imaginar mi vida sin Dei, y él se aseguraba de decirme cuanto me amaba cada noche, sus besos eran como la medicina que me restauraba cada día, sin él yo no podría vivir ya.

EL AZUL MAS PROFUNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora