14.Egreso

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Becca

Un mes después de ese horrible día de mi cumpleaños nació el hijo de Izan y Elena. Izan nunca me engañó con ella, era una mentira lo que insinuó ese día. A pesar de todo, nos distanciamos luego de ese día, Elena quería toda su atención con lo del bebé, lo llamó día y noche durante todo ese mes.

Cuando les den el alta en la clínica se quedarán aquí, sabes que el niño está delicado – me dijo Izan mientras desayunábamos dos días después del parto.

¿qué? –

Me refiero a Elena y el bebé –

Tú bebé querrás decir – estaba siendo egoísta, me sentía desplazada completamente a esas alturas. – de todas formas, volveré a vivir con Bea – le dije, pero mentí, no lo había pensado ni quería irme de su lado – así podrán ser una familia – terminé diciendo y me levanté de la mesa y fui a la habitación a hacer mi bolso.

Izan solo miraba desde el umbral de la puerta cuando arreglaba mis cosas para marcharme, no hizo nada para detenerme, nada para convencerme, quizás era una costumbre de él ver chicas yendo y viniendo en su vida.
Aún estaba en periodo de vacaciones de invierno en la universidad, así que cuando tenía listas mis cosas tomé el primer bus hacia mi ciudad.

Llegué a mi casa y no salí de ahí hasta que fue hora de regresar a la ciudad. No lloré, ya no me sentía de esa forma desesperada que necesitaba a Izan a mi lado como lo sentí el día que me enteré qué sería padre, no quería compartirlo con nadie.
Fue lo mejor que me pasó en mucho tiempo, pero ya no había como continuarlo, no bajo esas condiciones.

Me siguieron llegando mensajes de él durante casi un mes, quería saber dónde estaba, se había encontrado con Bea esa semana y supo que no estaba con ella, hasta que dejaron de llegar.

4 meses después.

Ese día había terminado mis clases en la universidad para no volver más hasta presentar la tesis y titularme.
Con las chicas decidimos celebrar nuestro egreso; pasamos al supermercado por algunas cosas para comer y beber, estábamos pagando en caja cuando Mari dice:

Ay, olvidamos los limones – llevábamos tequila, si, queríamos celebrar enserio.

¡Yo voy! – dije rápidamente

Fui hacia las frutas y verduras, mientras colocaba los limones en la bolsa escuché su voz y levanté la vista lentamente. Elena estaba a unos 5 metros de mi eligiendo verduras y dándome la espalda, en cambio Izan llevaba al niño en el carro y tocaba sus piececitos para hacerle gracia. No me vio ¿Cómo lo sé? se besó con Elena, claramente estaban juntos, se le había feliz con el niño. Mis amigas me esperaban y volví con ellas.

Bebimos mucho esa tarde en el departamento que compartimos con Bea, estaba tan ebria que le conté a mis amigas que había visto a Izan con Elena y todos los planes malévolos que mi mente había ideado para acabar con eso, quería lanzarles algo y golpearlo tan fuerte. Estaba en el décimo shot de tequila cuando quise orinar.

¿Necesitas ayuda? – Lorena se percató de mi balanceo al levantarme.

Creí haberle respondido algo y me marché al baño de mi habitación, mi celular estaba sobre la cama, lo llevé conmigo y marqué un mensaje.

Egresé

Estaba aún sentada en el baño y llegó la respuesta.

Te felicito. Echo de menos tu boca.

Es un maldito. Me levanté del baño y fui a la sala con el celular en la mano.

No podrán creer lo que me escribió – le dije a todas mostrando la pantalla de mi celular.

Contesta, contesta – me animaba Bea agitando sus manos. – sigue su juego, quizás la otra ve su celular mientras duerme.

¡Son una familia! No lo hagas – dijo Nico sirviéndose un shot.

Parecías de lo más cómodo hoy en el supermcd.

Me estaba comportando como una niña realmente.

Me voy a casar.

Me demoré en contestar y llegó otro mensaje.

¿Celos?

Que mierda de persona es esta.

Haz lo que se te pegue la gana. – le respondí y seguimos de fiesta.

Después de un par de meses, supe por Sofi, que el hijo de ambos estaba muy enfermo y tuvieron que casarse por lo del seguro de él. Casado. Izan se había casado con esa mujer y yo aún no podía ni ver a otro hombre que no fuese él. A partir de este punto y preciso momento de mi vida me comencé a sentir ahogada por todo lo que me aguanté cuando lo dejé, ahogada por la tristeza que me generaba pensar en los dos, estaba tan frustrada por lo tonta y ciega que había sido durante todo ese tiempo además de haber creído tener algo real con él.

Comencé a salir bastante y no volví al norte, aunque ya hubiese terminado la universidad.


Soy Adriano – era la segunda cita que me habían organizado las chicas.
El chico era guapo y se veía demasiado preocupado de cómo lucia, me saludó con un beso en la mejilla y nos sentamos en la mesa a tomar una cerveza. Era periodista.

Estoy impresionado con lo bien que salió esta cita – dijo cuando ya había pasado a un trago más fuerte, en cambio yo no me sentía de la misma forma que él y aún estaba tomando mi cerveza; igualmente le sonreí, me sostuvo la mirada más de la cuenta y noté que quería besarme.
-Me disculpas, iré a ... - me puse de pie y apunté al final del pasillo del pub, donde según yo, estaban los baños.

Tomé mi bolso, me encaminé al baño y me encerré ahí por unos minutos. Deseaba irme de ese lugar, de esa cita.
Al salir del cubículo vi que Adriano estaba en la puerta.

¿Estás bien? – me pregunto levantando la voz. Me estaba enjuagando el rostro.

Me sentí un poco mareada por unos minutos, enseguida vuelvo a la mesa –

Me senté frente a él nuevamente en la mesa.
No intentes besarme esta vez – le advertí.
Disculpa, eh...¿quieres salir de este lugar? Está repleto de gente, quizás sea mejor irnos a otro lugar –

Rogué para que "otro lugar" no significase un sitio más privado y así fue. Buscábamos un taxi para ir a comer algo a un barrio diferente. Caminamos hasta la avenida principal, donde las luces de los bares se extinguían y aparecían los faroles de luces amarillas iluminando toda la calle. Había un grupo de hombres bien vestidos en toda la esquina, las demás personas los esquivaban para poder cruzar la calle, por eso posé mis ojos en ellos y pude ver antes de acercarnos más que él era parte del grupo. Izan estaba ahí.
Me aterró la idea y sostuve sin saber por qué, la mano de Adriano. Él pareció no notarlo, como si estuviese acostumbrado a llevar chicas desconocidas de la mano todo el tiempo.

Izan tenía su cabello largo y peinado hacia atrás. Al pasar junto al grupo incliné mi cabeza para no cruzar la mirada con él. Adriano apuraba el paso para alcanzar un taxi en la vereda del frente pero no alcanzamos a cruzar y quedamos en la esquina, dando la espalda al grupo de hombres.
Mis piernas tiritaban y todos los sonidos de la calle me parecían ensordecedores, creí haberme desmayado por un segundo hasta que sentí que tocaban mi espalda y al mismo tiempo Adriano movía mi mano.

¿Qué pasa? – le pregunté a Adriano.

Te están hablando – dijo él – ahí atrás – señaló al grupo.

Se deben haber equivocado de persona – dije nerviosa e inmediatamente cruzamos la calle al ponerse el verde.

¡Becca! – sentí su voz a mis espaldas.$0S{


Ciegamente AhogadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora