Abrió los ojos lentamente, sintiéndose demasiado cansado como para levantarse. Se sentía triste y desilusionado, con el corazón roto y desganado. Sentía sus ojos pesados, probablemente producto de la larga noche de llanto imparable.
Miró por el gran ventanal de su cuarto, tan solo ladeando la cabeza desde la comodidad de su cama. No tenía ánimos de nada, ni de levantarse, ni de andar y mucho menos de ver a alguien.
Podía escuchar a la gente transitar por la calle, disfrutando de lo que parecía un nublado día del amor y la amistad. Sin embargo, en su corazón lo único que había era desilusión y dolor, sentía su pecho pesado, como si algo le faltara.
Las lágrimas se acumularon de nuevo en sus ojos, recordando lo bellas que eran las mañanas cuando ella aún estaba ahí, cuando esa clase de días significaban algo más que regalos vacíos.
El sonido de la puerta siendo abierta, lo alertó. Natalie nunca entraba a su habitación sin anunciarse antes, así que poniéndose al tanto de lo que sucedía, se sentó lo más pronto que pudo en su cama, con el brazo limpió el rastro de lágrimas que quedaba en sus orbes esmeralda.
Cabellos rubios en una informal, pero preciosa coleta revolotearon alrededor de un rostro afilado pero extremadamente dulce. Sus ojos centelleaban con un brillo irreal, fantástico, soñado.
-Feliz día del amor y la amistad, poussin.-dijo la mujer de amorosos luceros verdes. Sonreía con extremo cariño, como si ver al muchacho en la cama fuera el mejor de los regalos. A fin de cuentas, era su hijo.
El joven modelo no podía hablar. No podía creer lo que veía; su figura, su altura, los colores que usaba, todo estaba allí, frente a su cama con una enorme muestra de amor: su sonrisa. Su madre... la misma a la que, durante muchísimo tiempo, le lloró al no saber cómo enfrentar lo que había sucedido. Recordaba la angustia y el desasosiego al saberla perdida entre tantos otros.
-¿Mamá?-preguntó con la duda más grande que había experimentado en años. Tenía miedo, de que todo aquello resultara la ilusión, volviéndolo loco.
-¿Qué pasa, pollito?-cuestionó con verdadera preocupación, acercándose a su hijo, que al parecer lloraba sin darse cuenta. Su corazón se encogió al verlo tan roto y desconfiado. Parecía sufrir y su alma de madre no podía aguantar algo como eso. Tocó su frente, con una mueca disgustada.
-Mamá, te he extrañado tanto.-gimoteó Adrien, lanzándose a los brazos de la hermosa mujer, de la única mujer de la que ha necesitado siempre, de la que ha rogado por su regreso. No sabía que era lo que estaba sucediendo, pero no quería averiguarlo, lo importante era que ella estaba allí, con él.
Por lo que le pareció una eternidad, permaneció estrechando a su hermosa madre, disfrutó de su dulce aroma, de la suavidad de su cabello. Se regodeó en la calidez de sus abrazos, sintiendo todos los pedazos de su rota alma, reunificarse, para volverlo a convertir en el chico mimado y amado. Se sintió atontado, y de pronto los recuerdos que tenía sobre su despertar y los días anteriores, desaparecieron.
-Pequeño poussin, parece que tuviste pesadillas por la noche.-se lamentó la jovial mujer, repartiendo besos en los cachetes del modelo rubio. Odiaba ver la carita afligida de su muchacho, de uno de los amores de su vida.
Adrien rió, sintiendo la felicidad recorrerle por el cuerpo como si de corriente eléctrica se tratara, y estaba bien con la idea de que su madre fuera la pila. Suspiró, sin separarse de ella, de su sencillo pero magnifico ser.
La puerta volvió a sonar, interrumpiendo los bellos pensamientos del ángel de París, sobre lo afortunado que era de tener a su mamá, allí con él, como si nada hubiera sucedido. Se sintió como anestesiado, intentaba recordar que era lo que lo asustaba tanto, pero aquel pensamiento solo le resultaba algo parte de un viejo sueño.
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Necesito tu amor
FanfictionAdrien solo necesitaba su amor. #ManerasDeAmar #MiraculousFanfics #Familia