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Jeongguk estaba con su madre en el sofá viendo una película sobre unos cachorros que buscaban su hogar, pasando por divertidas aventuras mientras que un hombre malo los perseguía para llevárselos a una perrera.

¡Corre Spike, corre!

El pequeño gritaba estirando y agitando su brazo frenéticamente en dirección a la pantalla frente a él.

Su madre lo observaba con ternura y riendo debido a las reacciones de su pequeño, disfrutaba pasar tiempo a solas con su hijo, Jeongguk era su felicidad, la razón por la que seguía viviendo. Porque a pesar de que las cosas en su matrimonio no andaban bien, el pequeño era quien le daba las fuerzas para seguir de pie.

Eb fequeño cafrrorito ef muy linfo.

Habló el menor con sus mejillas abultadas mientras seguía masticando la pizza que tenía en la boca, llevándose otro gran bocado haciendo que sus cachetes quedaran más inflados aún.

Jeongguk ¿Qué te he dicho sobre hablar con la boca llena?

El pequeño paró de masticar para voltearse y observar a su madre con los ojos bien abiertos.

Blo fienbto.

Sonrió arrugando su nariz, para luego terminar de tragar el alimento. Haciendo caso omiso a el suspiro de su madre quien negaba con su cabeza repetidamente y murmuraba cosas como "Cuando aprenderás" o "Mi hijo no tiene remedio".

Luego de haberse llenado de pizza y cosas ricas que había comprado su mamá, sentía su cuerpo pesado y sus parpados comenzaban a revolotear.

Mami tengo sueño.

La delgada mujer asintió y mandó a su hijo a que se lavara los dientes y se pusiera pijama, mientras que ella recogía las cosas de la pequeña sala de estar.

Cuando terminó subió las escaleras para ir al cuarto de Jeon. Entró a la habitación, observando el desorden que había dejado el menor al sacar la pijama del pequeño mueble donde guardaba sus ropas. Se acercó y dobló unas camisetas que habían quedado colgando de la punta de uno de los compartimientos.

Jeongguk entró medio durmiendo, y se acercó a su cama arrastrando los pies. Se subió a penas y se tumbó boca abajo quedando completamente inmóvil.

Jeongguk, cariño.

La mujer se acercó removiendo a su hijo, escuchando poco después el quejido que soltó el menor. Lo levantó y abrió las sabanas para acomodar el pequeño cuerpo que sostenía entre sus brazos.

Acarició el cabello ajeno enredando con cariño las suaves hebras de color blanco entre sus delgados dedos.

Jeongguk era albino.

Al principio les llevó tiempo acostumbrarse a como lucia el pequeño, y les preocupaba que los demás miraran a su hijo y hablaran sobre él a sus espaldas. Por lo que desde pequeño le enseñaron a quererse tal y como es, que sus pestañas descoloridas, su piel pálida y sus diminutas pecas le hacían ser un niño hermoso. 

Lo arropó y dejó un beso en la frente del peliblanco susurrando un "Buenas noches cariño" y así retirarse cerrando la puerta detrás de ella.

Jeongguk quedó en su cama durmiendo como un pequeño angelito, soltando algún que otro suspiro y entre hablando incoherencias mientras soñaba quien sabe que.

El pequeño Jeon había pasado toda la tarde junto a su madre, jugando y dándose muchos mimos. Hoy le tocaba libre en el trabajo, algo que solo pasaba un día a la semana, por lo que lo aprovechaban al máximo procurando recuperar todo el tiempo perdido en un solo día.

Después de un largo domingo Jeongguk habría quedado completamente agotado, lo único que quería era meterse en su cama y cerrar sus ojitos, lo cual había hecho hace un rato. Ahora dormía profundamente sin siquiera percibir que un pájaro comenzaba a cantar enfrente de su ventana.

El ave al notar que el pequeño no daba señal de estar en pie paró su dulce cantar. Y cuando la luna estuvo en su punto más alto pegó un salto hasta el borde de la ventana observando el interior hasta divisar unas greñas de color blanquecino.

Y como por arte de magia el pequeño pájaro se desvaneció, dejando caer una de sus plateadas plumas. La ventana se entreabrió dejando pasar una pequeña brisa y junto a ella la suave pluma. Esta se iluminó, soltando pequeños brillos de color azul, casi celestes.

El último destello apareció, iluminando toda la habitación de una luz casi cegadora, revelando a una figura.

Un chico de cabellos grises y ojos celestes permanecía en silencio, acercándose al pequeño bulto que se formaba en la cama.  Observó el rostro inocente de Jeongguk, y llevó una de sus manos hasta la cabeza del menor, dejando pequeñas caricias en ella.

Mi pequeño Jeongguk.

Susurró con una voz grave.

Que tengas dulces sueños.

Habló por última vez, tocando con la punta de sus dedos la pequeña nariz del niño dejando un destello de luz diminuto, el cual se desvaneció a los pocos segundos.

El maravilloso ser cuidó el sueño de Jeongguk toda la noche, procurando que el menor durmiera con una sonrisa plasmada en su tan angelical rostro.

Porque ese era su trabajo, debia cuidar del niño que la luna concibió.


moonchild 「taegguk」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora